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Julián Casanova, en una imagen de archivo en su pueblo natal durante una firma de libros

Julián Casanova: "Los 70 no fueron ni románticos ni dulces, ya que el franquismo murió matando"

El escritor de Valdealgorfa participará en unas jornadas sobre Memoria Democrática en Zaragoza
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El catedrático de Historia Contemporánea Julián Casanova y el abogado y exsindicalista Nicolás Sartorius protagonizarán las dos ponencias especiales de las jornadas Lucha y represión durante el franquismo en Aragón (1960-1976), que se celebrarán en el Aula Magna del Edificio Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, los próximos 27 y 28 de octubre.

Casanova, historiador de Valdealgorfa y autor de innumerables artículos y libros, intervendrá en la primera sesión, que tendrá lugar el viernes 27, tras el saludo del rector de la UZ José Antonio Mayoral, previsto a las 16.30 horas. “Mi objetivo es hacer un balance general de lo que significó la represión durante los cuarenta años de franquismo, diferenciando las diferentes etapas e intensidades”, explica Casanova, “pero haciendo hincapié en algo; en cómo la memoria de la guerra pesó hasta el final, como un castigo que nunca se levanta”. Esa mirada general tendrá también en cuenta los diferentes movimientos que se fueron integrando en un diálogo en busca de la libertad, desde las ideologías políticas al movimiento vecinal, pasando por los movimientos cristianos obreros, según el turolense.

Uno de los objetivos de estas jornadas es seguir insistiendo en que el advenimiento de las libertades democráticas en España no fue algo que regalaran las estructuras de poder desde arriba, sino un modelo que forzó la ciudadanía desde abajo y que contó con no pocas resistencias. En ocasiones se dulcifica el fin de la dictadura, y según Julián Casanova eso responde en parte a que “hay gente que vivió eso y actualmente está en el mundo intelectual o académico, pero no pertenece al mundo de los vencidos de los años 30 y ven esa lucha con cierta nostalgia”.

Años duros y represores

Por otro lado “es verdad que los años 60 fueron de algún modo benévolos en el contexto de una dictadora”, pero ese adjetivo no puede aplicarse en modo alguno, en opinión del historiador, al final del régimen en los 70, que fueron “duros y de cambios muy lentos”. “En pocos países muere el dictador y se tardan más de dos años en organizar elecciones y en aprobar una Constitución”, lo que da la medida de la resistencia que había al cambio. “En Europa del Este, sin embargo, caía la dictadura y al día siguiente se formaban los nuevos gobiernos”. Pero, pese a que casi cincuenta años después hay una percepción “feliz” y romántica de esos últimos años 70, de correr delante de los grises y cantar canciones protesta, “la realidad es que fue durísimo; hubo muertos, estaba ETA, los intentos de golpe de Estado, y el Tribunal de Orden Público no se disolvió hasta 1977 y su actividad en los últimos años fue importante”.

A esas alturas y aunque Casanova sostiene que “en el contexto internacional no había demasiada presión del exterior que empujara hacia la democracia”, más o menos lo que sucedió durante la Guerra Civil Española, dentro del país “sí que había muchísima gente, de muchísimos sectores, que desafiaba abiertamente al franquismo”. Pero “el franquismo murió matando”, asegura el profesor turolense.

A favor del cambio hacia la democracia obró que “hubo mucha gente de los estamentos del poder que supo ver que quien no estuviera en esa democracia, en el futuro no sería nadie. Así que cambiaron la chaqueta, con un ojo puesto en la posibilidad de que tuvieran que recuperarla”.

“Y los problemas hasta entonces inéditos a los que se enfrentó el país fueron enormes, porque llega la democracia pero hay que recomponerlo todo en el ámbito de los social o lo económico”, explica Casanova, que como ejemplo pone que “la Universidad en los años 50 estaba concebida para unos pocos, y de repente se amplió a todas las capas sociales y eso provocó unos problemas terribles de eficacia y funcionamiento, que hemos heredado nosotros”.

No solo política

La mayor parte de los nombres conocidos de la Transición tienen que ver con formaciones políticas o sindicatos, pero Casanova sostiene que no fueron los únicos actores ni mucho menos. “Las asociaciones de barrios tuvieron un papel importantísimo en esa corriente, que se suele obviar por simplificación. Se enfrentaban al régimen pero no solo pedían que se marchara Franco, sino parques, alcantarillas y semáforos”.

Julián Casanova insiste en que todo lo que se sabe hoy sobre la represión franquista y la Transición responde “a datos e investigaciones que los historiadores llevamos haciendo desde hace mucho tiempo, no a opiniones ni a ideologías”. Recientemente un grupo de profesores y catedráticos de Historia de la Universidad de Zaragoza, entre los que se encuentra Julián Casanova, firmaron un manifiesto contra el anuncio del Gobierno de Aragón (PP-Vox) sobre la derogación de la Ley de Memoria Democráctica. “Cuando mucha gente que tiene ya un nombre internacional en el campo de la historiografía le dice a un gobierno que lo que está haciendo a este respecto está mal no es una simple opinión... es exactamente lo mismo que cuando los científicos le dicen que no hay que cerrar laboratorios para mantener la investigación contra el cáncer”, afirma el experto.

“Es completamente falaz que este tipo de jornadas supongan un renacimiento del pasado, porque es un tema vigente en todo el mundo”, asegura el de Valdealgorfa, para quien es terrible “la cantidad de personas que siguen despreciando el conocimiento cuando este no se ajusta a sus esquemas de pensamiento. Y eso ocurre a la derecha y a la izquierda”.

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