Juan Antonio Torrijo, en el estudio que tiene en su localidad natal de Tornos
Juan Antonio Torrijo, la pintura que sigue fluyendo desde su refugio en Tornos
El pintor turolense expone a partir de este viernes en la sala José Lapayese
El pintor turolense Juan Antonio Torrijo regresa a las salas de exposiciones con la muestra Vida en Tornos, que se inaugura este jueves por la tarde en la Sala José Lapayese de Calamocha, a partir de las 19.30 horas, y podrá visitarse hasta el 27 de octubre en horario de 16 a 21 horas.
La sala calamochina ya acogió en 2019 una buena muestra de su pintura, que confunde adrede abstracción y figurativismo en un intento de hacer coincidir ambas corrientes y reivindicar la expresión pictórica como un todo lleno de confluencias. El pasado año expuso Trascendencia en la Casa de Cultura de Monreal del Campo y ahora regresa con un homenaje pictórico a Tornos, su localidad natal que abandonó junto a su familia cuando solo contaba dos años, para instalarse en Valencia, y a la que regresó hace ya doce años. “Mi vida se ha desarrollado en Valencia”, explica, “mis medidas emocionales para las personas y las cosas son las propias de una ciudad, y tras mi regreso a Tornos he notado contrastes importantes, un cambio de valores que no son menos valiosos o calificables”. En opinión del pintor, “las personas que han vivido y viven en los pueblos pequeños tienen las líneas maestras de la vida bien definidas y concretas. Son herederos de aquellos que lucharon mucho para conseguir el bienestar de sus familias y eso los define”.
También define por tanto mayor parte de las pinturas que expone en la Lapayese, una treintena, muchas de las cuales han sido realizadas en los últimos años con Tornos en el punto de mira, bien en lo formal, bien en lo conceptual. “En ese sentido no me complico la vida con planteamientos pictóricos complejos; trato de reflejar la sencillez y la rectitud de las cosas en los lienzos”.
Eso sin renunciar a algunas de las formas propias del surrealismo, a elementos oníricos o abstractos integrados en marcos figurativos o paisajes al uso, que para Torrijo no son sino la expresión de su propia libertad artística. “Comprendo que no soy un pintor al uso, que cumpla con los tópicos de la profesión, para bien o para mal”, confiesa el artista, que afirma que no le mueve la ambición de exponer en Valencia, Zaragoza u otras grandes capitales. “Ya sé lo que es eso y no me interesa. Nunca quise integrarme en grupos o corrientes pictóricas concretas, donde el arte se amarra bien con el objetivo de generar ventas. A mi me dirigen otras cosas, otras motivaciones, y a estas alturas creo que me puedo permitir el lujo de pintar exactamente lo que me apetece”.
Aunque Torrijo también emplea acuarela, técnicas mixtas o pintura matérica para obtener texturas, es el óleo lo que centra la mayor parte de su producción. De Tornos le inspira fundamentalmente el paisaje, sus gentes y el agua, un referente importante para él. “Pese a la presencia de la laguna de Gallocanta esta zona es muy seca, aunque aquí está la fuente de la Serna, que me ha inspirado en varias ocasiones porque en primavera se convierte en una especie de oasis en el que el agua, junto a la luz del sol, obra auténticas maravillas”.
También los cielos, en los que Torrijo acostumbra a huir de los tonos azules que percibe el ojo desnudo para dotarlos de personalidad pictórica a través de imágenes surrealistas; o las reuniones populares, las fiestas que a lo largo del año conforman, en su opinión, uno de los elementos identitarios más evidentes y arraigados de los pueblos.
La reivindicación también forma parte del imaginario de Juan Antonio Torrijo, quizá menos presente en esta exposición que en otras anteriores. Pero por ejemplo en Vida en Tornos se incluye Transición, una pintura que pertenecía a una serie anterior y que habla de la transexualidad desde la óptica de la empatía. “Es algo que siempre me ha atraído por el sufrimiento que debe de suponer para la persona, desde que empieza a conocerse, que no se encuentra en el género con el que ha nacido”. Otro ejemplo es Saturno devorando a su padre, que juega con el doble sentido de que no es el tiempo quien devora a sus hijos sino que son estos quienes canibalizan a las generaciones anteriores. “La dinámica social hace que los jóvenes de la actualidad estén mucho más determinados por los medios de comunicación de masas que en los años 60, 70 u 80, y eso provoca, entre otras cosas, que sea literalmente imposible satisfacer todas las necesidades que se crean artificialmente”.
De algún modo la crítica de la pintura de Torrijo se dirige a la reivindicación de “la sencillez”, llama a la reflexión para “abrir los ojos y -a través de esa fusión de figurativismo/abstracción como una sola cosa- percibir conscientemente la tramoya de lo social revestida de una falsa libertad. “La generación de los 60 era una generación rebelde por naturaleza tras haber vivido con Franco. En la generación actual no ha existido ninguna dictadura, pero tiene lugar una dictablanda, la de la publicidad y la vida basada en el hedonismo de poseer, que también es dañina”.
Por lo pronto Torrijo se considera un pintor en plena evolución, cuya paleta se reinventa día a día con el silencio y la luz que se percibe desde su pequeño rincón en Tornos. Considera un lujo poder coger cada día su pincel, compartir lo que tiene que decir a través de los lienzos y encontrar razones e interlocutores, aunque habiten en lugares poco densamente poblados, a quienes dirigirse.
La sala calamochina ya acogió en 2019 una buena muestra de su pintura, que confunde adrede abstracción y figurativismo en un intento de hacer coincidir ambas corrientes y reivindicar la expresión pictórica como un todo lleno de confluencias. El pasado año expuso Trascendencia en la Casa de Cultura de Monreal del Campo y ahora regresa con un homenaje pictórico a Tornos, su localidad natal que abandonó junto a su familia cuando solo contaba dos años, para instalarse en Valencia, y a la que regresó hace ya doce años. “Mi vida se ha desarrollado en Valencia”, explica, “mis medidas emocionales para las personas y las cosas son las propias de una ciudad, y tras mi regreso a Tornos he notado contrastes importantes, un cambio de valores que no son menos valiosos o calificables”. En opinión del pintor, “las personas que han vivido y viven en los pueblos pequeños tienen las líneas maestras de la vida bien definidas y concretas. Son herederos de aquellos que lucharon mucho para conseguir el bienestar de sus familias y eso los define”.
También define por tanto mayor parte de las pinturas que expone en la Lapayese, una treintena, muchas de las cuales han sido realizadas en los últimos años con Tornos en el punto de mira, bien en lo formal, bien en lo conceptual. “En ese sentido no me complico la vida con planteamientos pictóricos complejos; trato de reflejar la sencillez y la rectitud de las cosas en los lienzos”.
Eso sin renunciar a algunas de las formas propias del surrealismo, a elementos oníricos o abstractos integrados en marcos figurativos o paisajes al uso, que para Torrijo no son sino la expresión de su propia libertad artística. “Comprendo que no soy un pintor al uso, que cumpla con los tópicos de la profesión, para bien o para mal”, confiesa el artista, que afirma que no le mueve la ambición de exponer en Valencia, Zaragoza u otras grandes capitales. “Ya sé lo que es eso y no me interesa. Nunca quise integrarme en grupos o corrientes pictóricas concretas, donde el arte se amarra bien con el objetivo de generar ventas. A mi me dirigen otras cosas, otras motivaciones, y a estas alturas creo que me puedo permitir el lujo de pintar exactamente lo que me apetece”.
Aunque Torrijo también emplea acuarela, técnicas mixtas o pintura matérica para obtener texturas, es el óleo lo que centra la mayor parte de su producción. De Tornos le inspira fundamentalmente el paisaje, sus gentes y el agua, un referente importante para él. “Pese a la presencia de la laguna de Gallocanta esta zona es muy seca, aunque aquí está la fuente de la Serna, que me ha inspirado en varias ocasiones porque en primavera se convierte en una especie de oasis en el que el agua, junto a la luz del sol, obra auténticas maravillas”.
También los cielos, en los que Torrijo acostumbra a huir de los tonos azules que percibe el ojo desnudo para dotarlos de personalidad pictórica a través de imágenes surrealistas; o las reuniones populares, las fiestas que a lo largo del año conforman, en su opinión, uno de los elementos identitarios más evidentes y arraigados de los pueblos.
Un arte reivindicativo
La reivindicación también forma parte del imaginario de Juan Antonio Torrijo, quizá menos presente en esta exposición que en otras anteriores. Pero por ejemplo en Vida en Tornos se incluye Transición, una pintura que pertenecía a una serie anterior y que habla de la transexualidad desde la óptica de la empatía. “Es algo que siempre me ha atraído por el sufrimiento que debe de suponer para la persona, desde que empieza a conocerse, que no se encuentra en el género con el que ha nacido”. Otro ejemplo es Saturno devorando a su padre, que juega con el doble sentido de que no es el tiempo quien devora a sus hijos sino que son estos quienes canibalizan a las generaciones anteriores. “La dinámica social hace que los jóvenes de la actualidad estén mucho más determinados por los medios de comunicación de masas que en los años 60, 70 u 80, y eso provoca, entre otras cosas, que sea literalmente imposible satisfacer todas las necesidades que se crean artificialmente”.
De algún modo la crítica de la pintura de Torrijo se dirige a la reivindicación de “la sencillez”, llama a la reflexión para “abrir los ojos y -a través de esa fusión de figurativismo/abstracción como una sola cosa- percibir conscientemente la tramoya de lo social revestida de una falsa libertad. “La generación de los 60 era una generación rebelde por naturaleza tras haber vivido con Franco. En la generación actual no ha existido ninguna dictadura, pero tiene lugar una dictablanda, la de la publicidad y la vida basada en el hedonismo de poseer, que también es dañina”.
Por lo pronto Torrijo se considera un pintor en plena evolución, cuya paleta se reinventa día a día con el silencio y la luz que se percibe desde su pequeño rincón en Tornos. Considera un lujo poder coger cada día su pincel, compartir lo que tiene que decir a través de los lienzos y encontrar razones e interlocutores, aunque habiten en lugares poco densamente poblados, a quienes dirigirse.
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