Miguel Serrano, el pasado fin de semana en el parque de Calamocha. M. A.
Miguel Serrano Larraz, escritor: “Recordar es casi como viajar al pasado, porque podemos manipularlo”
‘Cuántas cosas hemos visto desaparecer’ habla de la memoria, de los traumas de amistad y del curso de la vida
Miguel Serrano Larraz (Zaragoza, 1977) acaba de publicar con Candaya su tercera novela, Cuántas cosas hemos visto desaparecer (Candaya). En ella vuelve a explorar el concepto del tiempo a partir de la idea de cómo cambia nuestra vida en función de las pequeñas decisiones que vamos tomando.
-Dos viejas compañeras, un pueblo y un viaje en el tiempo... ¿qué cuenta su novela?
-Es la historia de dos amigas, de estas que se hacen en los pueblos en verano, donde se hacen amigos porque no te queda más remedio que sea amigo del otro que hay de tu edad. Este tipo de relaciones tienen mucho que ver con el azar y son muy importantes, porque marcan buena parte de tu infancia y también cómo será tu concepción de la vida para siempre. Durante la adolescencia se obsesionan por inventar una máquina del tiempo. Parece que es una de esas aventuras de niñez pero una de ellas, Berta, se lo toma muy en serio. Muchos años después, cuando ya no existe relación entre ellas, Berta escribe a Sonia y le dice que acaba de descubrir cómo viajar en el tiempo.
-Usted tiene formación en ciencias físicas... ¿viene de ahí su interés por los viajes en el tiempo?
-¡Sí!
-Pero no es una novela del tipo de las de Carl Sagan o Isaac Asimov, que en realidad son pretextos para hablar sobre teorías científicas... ¿o sí?
-No, no... De hecho en un principio iba a ser una novela de ciencia ficción, pero luego me di cuenta de que todas estas novelas tienen un gran error, y es que cuando intentan explicar cómo funcionan el mecanismo de turno, o cómo enfrentarse a las paradojas de los viajes en el tiempo, nunca funciona correctamente el argumento que proponen. Entonces tenía dos opciones, o hacía una novela que era puro entretenimiento, donde te da igual las incoherencias, o hacer una novela más seria y apartarme de la ciencia ficción...
-¿Entonces en viaje en el tiempo en su novela es una metáfora?
-Sí, así es. Y de hecho la novela misma acaba convirtiéndose en un viaje en el tiempo, porque a raíz del encuentro entre Berta y Sonia, empiezan a recordar todo lo que han pasado juntas y, de algún modo, cuando recordamos manipulamos el pasado. Es como si pudiéramos viajar a una conversación que tuvimos cuando teníamos 15 años, y la modificáramos.
-¿Y cuáles son los grandes temas de 'Cuántas cosas hemos visto desaparecer'? ¿Amistad, tiempo, pasado...?
-Básicamente de eso, sí. Habla de la amistad entre las personas, de la memoria, del paso del tiempo y de la muerte.
-¿Tiene cierto poso de pesadumbre? ¿Melancólico?
-Yo creo que siempre, por desgracia, acabo teniendo un poso un poco triste... Pero bueno, tiene muchas más cosas. Hay muchísimas historias dentro, por ejemplo, de las familias de las dos chicas y de un montón de gente, que es algo que me interesaba mucho, que estuviera el narrador por encima de la reflexión.
-Presentó hace unos días su novela en Calamocha, durante el Salón Profesional del Libro Endei Norte. Usted publica con Candaya, y uno de los interrogantes que se planteó en el salón fue si hay sitio en España para los editores independientes y las grandes firmas.
-Estoy convencido de que lo hay. Y esto de que el sueño de todos los escritores es publicar en una gran editorial es un arma de doble filo. Conozco a mucha gente que estando en una editorial mediana, como yo, y publicó en Tusquets, Anagrama o Random House, y acabó regresando a su antigua editorial.
-¿Por qué?
-Porque no encontró lo que esperaba. No consiguió vender más libros y tampoco recibió la atención individualizada que tienes en una empresa más pequeña. Si vendes 1.000 ejemplares en una editorial grande no eres nadie, y ni siquiera la encargada de prensa te va a hacer caso. Pero 1.000 libros en una editorial más pequeña casi te pueden convertir en uno de sus autores estrella, y sentir que te tratan con más mimo. De hecho, misterios de la distribución, hay gente que vende más libros en una editorial pequeña que en una mediana.
-Pero lo habitual es que los lectores compremos más libros a las grandes editoriales que a las pequeñas...
-Eso tiene que ver con la exposición, pero cuando un libro triunfa la gente no creo que se fije tanto en la editorial que lo ha publicado, y estoy seguro de que hay muchos libros de Planeta que no se leen nada. Publicar en un sello grande no es garantía de nada.
-¿Ese mimo con el que dice que un editor independiente trata a sus escritores en qué se traduce? Porque no estaremos hablando de una simple cuestión de egos...
-Tiene que ver con el contacto y con el interés real que un editor muestra por un libro, que no sea tanto un mero interés comercial de ganar dinero vendiendo libros. No ocurre en todas las editoriales grandes, pero en algunas si un escritor no vende te llaman a un despacho.
-¿Cree que el mercado del libro español cabalga hacia el oligopolio?
-Yo creo que hay muchas editoriales intermedias que pueden vivir de esto, tener empleados y ser atractivas para los escritores, haciendo un buen trabajo. Habrá algunas que desaparecerán, surgirán otras nuevas, pero creo que hay mercado para todas, mientras se mantenga el modelo actual de negocio de las librerías. Si desaparecen las pequeñas librerías y los prescriptores, y solo quedan grandes cadenas y Amazon, o si se cambiara el modela del precio fijo de los libros, que en Estados Unidos por ejemplo no existe, entonces las pequeñas editoriales sí que lo iban a pasar mal.
-Dos viejas compañeras, un pueblo y un viaje en el tiempo... ¿qué cuenta su novela?
-Es la historia de dos amigas, de estas que se hacen en los pueblos en verano, donde se hacen amigos porque no te queda más remedio que sea amigo del otro que hay de tu edad. Este tipo de relaciones tienen mucho que ver con el azar y son muy importantes, porque marcan buena parte de tu infancia y también cómo será tu concepción de la vida para siempre. Durante la adolescencia se obsesionan por inventar una máquina del tiempo. Parece que es una de esas aventuras de niñez pero una de ellas, Berta, se lo toma muy en serio. Muchos años después, cuando ya no existe relación entre ellas, Berta escribe a Sonia y le dice que acaba de descubrir cómo viajar en el tiempo.
-Usted tiene formación en ciencias físicas... ¿viene de ahí su interés por los viajes en el tiempo?
-¡Sí!
-Pero no es una novela del tipo de las de Carl Sagan o Isaac Asimov, que en realidad son pretextos para hablar sobre teorías científicas... ¿o sí?
-No, no... De hecho en un principio iba a ser una novela de ciencia ficción, pero luego me di cuenta de que todas estas novelas tienen un gran error, y es que cuando intentan explicar cómo funcionan el mecanismo de turno, o cómo enfrentarse a las paradojas de los viajes en el tiempo, nunca funciona correctamente el argumento que proponen. Entonces tenía dos opciones, o hacía una novela que era puro entretenimiento, donde te da igual las incoherencias, o hacer una novela más seria y apartarme de la ciencia ficción...
-¿Entonces en viaje en el tiempo en su novela es una metáfora?
-Sí, así es. Y de hecho la novela misma acaba convirtiéndose en un viaje en el tiempo, porque a raíz del encuentro entre Berta y Sonia, empiezan a recordar todo lo que han pasado juntas y, de algún modo, cuando recordamos manipulamos el pasado. Es como si pudiéramos viajar a una conversación que tuvimos cuando teníamos 15 años, y la modificáramos.
-¿Y cuáles son los grandes temas de 'Cuántas cosas hemos visto desaparecer'? ¿Amistad, tiempo, pasado...?
-Básicamente de eso, sí. Habla de la amistad entre las personas, de la memoria, del paso del tiempo y de la muerte.
-¿Tiene cierto poso de pesadumbre? ¿Melancólico?
-Yo creo que siempre, por desgracia, acabo teniendo un poso un poco triste... Pero bueno, tiene muchas más cosas. Hay muchísimas historias dentro, por ejemplo, de las familias de las dos chicas y de un montón de gente, que es algo que me interesaba mucho, que estuviera el narrador por encima de la reflexión.
-Presentó hace unos días su novela en Calamocha, durante el Salón Profesional del Libro Endei Norte. Usted publica con Candaya, y uno de los interrogantes que se planteó en el salón fue si hay sitio en España para los editores independientes y las grandes firmas.
-Estoy convencido de que lo hay. Y esto de que el sueño de todos los escritores es publicar en una gran editorial es un arma de doble filo. Conozco a mucha gente que estando en una editorial mediana, como yo, y publicó en Tusquets, Anagrama o Random House, y acabó regresando a su antigua editorial.
-¿Por qué?
-Porque no encontró lo que esperaba. No consiguió vender más libros y tampoco recibió la atención individualizada que tienes en una empresa más pequeña. Si vendes 1.000 ejemplares en una editorial grande no eres nadie, y ni siquiera la encargada de prensa te va a hacer caso. Pero 1.000 libros en una editorial más pequeña casi te pueden convertir en uno de sus autores estrella, y sentir que te tratan con más mimo. De hecho, misterios de la distribución, hay gente que vende más libros en una editorial pequeña que en una mediana.
-Pero lo habitual es que los lectores compremos más libros a las grandes editoriales que a las pequeñas...
-Eso tiene que ver con la exposición, pero cuando un libro triunfa la gente no creo que se fije tanto en la editorial que lo ha publicado, y estoy seguro de que hay muchos libros de Planeta que no se leen nada. Publicar en un sello grande no es garantía de nada.
-¿Ese mimo con el que dice que un editor independiente trata a sus escritores en qué se traduce? Porque no estaremos hablando de una simple cuestión de egos...
-Tiene que ver con el contacto y con el interés real que un editor muestra por un libro, que no sea tanto un mero interés comercial de ganar dinero vendiendo libros. No ocurre en todas las editoriales grandes, pero en algunas si un escritor no vende te llaman a un despacho.
-¿Cree que el mercado del libro español cabalga hacia el oligopolio?
-Yo creo que hay muchas editoriales intermedias que pueden vivir de esto, tener empleados y ser atractivas para los escritores, haciendo un buen trabajo. Habrá algunas que desaparecerán, surgirán otras nuevas, pero creo que hay mercado para todas, mientras se mantenga el modelo actual de negocio de las librerías. Si desaparecen las pequeñas librerías y los prescriptores, y solo quedan grandes cadenas y Amazon, o si se cambiara el modela del precio fijo de los libros, que en Estados Unidos por ejemplo no existe, entonces las pequeñas editoriales sí que lo iban a pasar mal.
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