José María de Jaime recoge en un libro la trayectoria del suplemento ‘Jiloca’, del Lucha
El libro se lanzó en Calamocha durante la presentación del número 51 de la Revista XilocaPOR JESÚS MANUEL LECHÓN
“El Centro de Estudios del Jiloca nacido en 1987 no lo hizo de la nada”. Así comenzó el prolífico calamochino José María de Jaime la presentación de su último libro Jiloca, Publicación comarcal del diario Lucha (Teruel, 1956-1963) el pasado jueves 14 de septiembre víspera de la fiesta del Santo Cristo del Rabal, cuya hoguera pone fin al verano y a la presencia de los agosteros en la villa en una tarde envuelta por el primer fresco otoñal, a la hora en que el sol se jopaba por Santa Bárbara. Del mismo modo se presentó el número 51 de la Revista Xiloca y se animó a la numerosa concurrencia a ser socio del Centro de Estudios del Jiloca (CEJ).
En dicho libro y a lo largo de cuatrocientas paginas el entusiasta calamochino da cuenta de todo aquello que se publicó a lo largo de aquellos años en el Suplemento Jiloca del diario Lucha (hoy, DIARIO DE TERUEL). Un milagro escrito por un puñado de voluntades empeñadas en ver en letra impresa el devenir de sus días. Toda una joya literaria. Escritores y escritoras maravillosos a los que José María ha rescatado del olvido. Pasen y lean, imposible nombrar a todos. Rescate, que no será efectivo hasta que no se haya leído por todos y cada uno de los que disfrutan del paso del rio que nos une.
Con centro en Calamocha, cuando no en Monreal, y huérfanos de Daroca y Cella, localidades a las que no lograron involucrar en tan enorme aventura con eje en la ribera del Jiloca, (apenas se usaba el termino comarca) y con una periodicidad primero semanal, luego quincenal, y con un primer fin sin más y posterior vuelta, constituyó en su día toda una hazaña, no bélica, si no poética, desbordante de calidad humana, literaria y sentimiento por la tierra.
Lastrados constantemente por la falta de colaboradores, con lamentos principalmente que llegaban desde Calamocha por querer hacer del suplemento algo más que unas páginas locales, nunca temieron a la autoridad, pero sí al vecino. Seudónimos, números sacados adelante por uno o dos colaboradores y con suerte, anuncios publicitarios. A lo largo de los años la lista de nombres, hombres y también mujeres, bien merecía la pena ser sacada del olvido de las viejas hemerotecas de papel como magnifico reflejo de unos días que alumbraron a la “generación Coca Cola”, la llegada de la radio a los hogares, el eterno llanto por la emigración, el feminismo, piropo, puntapié y decoro, esos mozos que no sabían comportarse en el baile y echaban a los forasteros, la constante dejadez de las instituciones, la deprimente falta de implicación de los vecinos, la censura de los besos en el cine y no de la violencia, los coches que pasaban por las calles de tierra a toda pastilla, ciclistas que ya recorrían el Jiloca recaudando fondos y tantas otras cosas… En suma, todo un compendio mayormente de problemas, tal es el periodismo, que leídos hoy no dejan de sorprendernos pues son en su mayoría los mismos que nos asolan. Asombroso, cuanto hemos avanzado a pesar de estar prácticamente en el mismo punto de partida.
Mas allá de los consabidos problemas, el suplemento alcanzó el éxito y era esperado con devoción, pues traía secciones más o menos fijas. Un editorial, Cada Semana Un Rostro, encuestas, buzón, Monrealerías, Jiloqueñas, Retraticos, El Chispa, con la chispa del enorme monrealero don José Hernández Benedicto,a quien la misma Revista Xiloca 51 rinde homenaje. Traía noticias de todo tipo, desde agricultura, industria, la luz en la Fuentes Claras de Modesto Parrilla que va y viene, obras son amores, barrizales, agua va, deportes, vida social, o fiestas.
Los periodistas
Sus cronistas tenían claro que las reclamaciones debían ir todas al Maestro Armero. Es decir, sabían perfectamente lo que podía y no podía decirse o escribirse, a quién podían criticar y a quién no. Pero si leemos entre líneas los palos que daban a todos aquellos que bien se lo merecían hemos de convenir que eran unos valientes que no se callaban una, amén de los pocos piques locales. Si a todo ello añadimos que escribían maravillosamente, el resultado que nos ofrece el libro, crónica de aquellos días que hace años olvidamos resulta tan de obligada lectura como impagable. José María de Jaime desgrana año por año los diferentes temas. Tan didáctico como entretenido, en un par de tardes lo habremos leído, nos sabrá a poco y pensaremos si hubo o no más suplementos posteriormente. Para estas navidades puede convertirse en el regalo perfecto, no encontrar allí en su índice final a un pariente, o algo que ataña a la familia de uno, créame querido lector del Jiloca, resulta imposible, allí estamos todos los que nacimos a orillas de dicho rio. Se puede adquirir en el CEJ.
De entre todos, se puede destacar al calamochino Amable Moragriega y tras la lectura de hoy por Hernández Benedicto quien desde Monreal escribió en aquellos años, casi con toda seguridad, lo mismo que escribiría hoy: “Seguimos con los problemas de tiempos pasados, con la mentalidad anacrónica, con el vivir que nos sitúa a la cola del progreso”.“ En cualquier pueblo encontramos los aspectos de siempre: La falta de ilusión hacia empresas colectivas, la carestía y afán de superación, la cacicada dominante y negativa, la mezquindad estrecha que ya hizo hundirse a Atenas”, dijo también.
Hay que recordar que aquella misma tarde José María de Jaime cedió al Archivo de la Villa de Calamocha casi 4.000 negativos del gran fotoperiodista Gerardo Sancho Ramo (1911 Navarrete del Rio -2006 Valencia), que supone un tesoro colosal.
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