Francisco Javier Aspas: "Hay gente que hizo cosas terribles solo porque durante el nazismo podían hacerse"
El escritor turolense, especializado en el Tercer Reich, acaba de publicar 'La Bruja de Buchenwald'La Perra, la Zorra o la Bruja de Buchenwald. La Bestia o la Viuda Carnicera. Ilse Koch se ganó a pulso todos estos apelativos en el campo de concentración de Buchenwald, y su caso conmocionó al mundo cuando se conocieron las prácticas sádicas y perversas que puso en práctica con los prisioneros judíos. Ante ella palidece hasta su marido, comandante de Buchenwald que murió ejecutado por los nazis porque sus prácticas abusivas excedían incluso a lo que el Tercer Reich estaba dispuesto a permitir.
Está sádica, extremadamente inteligente y educada, capaz de recitar de memoria el drama Fausto de Goethe, es la protagonista de la última novela de Francisco Javier Aspas, La Bruja de Buchenwald (Ed. Kailas). Se trata de la séptima novela en la que el turolense aborda desde una perspectiva histórica el Tercer Reich.
-El formato de 'La bruja de Buchenwald' es muy similar al de su última novela, 'La Rosa y la Esvástica?, sobre la vida de Eva Braun, ¿no?
-En el sentido de centrarme en la vida de una mujer en la órbita del nazismo sí, pero son novelas muy diferentes. Tiene una parte que está ficcionada, la que tiene lugar en Estados Unidos, y otra que es la historia de Ilse Koch en Buchenwald, que es la parte más documentada. Ahí estudié mucho cada uno de los juicios que hubo y los testimonios que se dieron, para reconstruir todo lo que ocurrió allí.
-¿Qué ocurrió? ¿Qué le valió a Ilse Koch el apelativo de la Bruja de Buchenwald?
-Fueron abusos de todo tipo. Ella no trabajaba en el campo de concentración del que era comandante su marido, Karl Koch, pero cometió todo tipo de atrocidades con prisioneros del campo. Con una cohorte de amigas que los presos llamaban la pandilla satánica se dedicaba a humillarles tanto como podía. Además tuvo una relación muy importante con el pabellón de anatomía patológica de Buchenwald, el llamado Block 46, que era el de los experimentos. En concreto con el doctor Wagner, que realizó una tesis sobre la relación entre los tatuajes y la criminalidad. Este hombre cuando recibía un preso tatuado lo primero que hacía era interrogarle para saber si existía algún tipo de criminalidad en su vida, y luego los mataba con una inyección de benceno y les arrancaba la piel para curtirla, conservar el tatuaje y utilizarlo para su tesis, o tenía cabezas reducidas de soldados soviéticos que jibarizaba... Ilse Koch llegó a encargarle esas cabezas, o unas lámparas de pantalla realizadas con esa piel humana, para decorar su casa. Luego el mito se disparó y llegó a decirse que ella misma las fabricaba, pero eso no es cierto. Ella las encargó, en concreto encargó una lámpara de pantalla que está documentada, y que fue filmada por Billy Wilder, a la sazón camarógrafo del Departamento de Guerra Psicológica de Estados Unidos, cuando Buchenwald fue liberado por EE.UU, pero que luego no estuvo físicamente en el proceso porque desapareció. Esa tesis doctoral, por cierto, se tituló 'Sobre el Tatuaje', es pública y se presentó en 1941 en la Universidad de Jena, el mismo año que cayeron en desgracia Ilse Koch y su marido. Sigue siendo una de las tesis más sanguinarias y siniestras de la historia.
Barbaridades
-De las barbaridades que se le atribuyen a Ilse Koch, ¿cuáles pertenecen al mito y cuáles a la realidad?
-El trato vejatorio y las torturas hacia los presos era real, y terriblemente cruel. Ella confeccionaba látigos con cuchillas de afeitar en las puntas de las tiras, para arrancar la piel. Cuando los presos llegaban al campo ella y sus amigas les enseñaban los pechos, desde la alambrada. Y cuando llegaban los guardias acusaban a algunos de haberse excitado, les pedían que les azotaran, y con la autoridad que daba ser la esposa del director del campo, los guardias cumplían sus deseos. Buchenwald tenía subcampos donde había mujeres presas, e Ilse Koch hacía traer algunas a su casa para que la sirvieran en casa, y las vejaba, las encerró en la leñera, mantenía relaciones sexuales con ellas... le gustaba humillarlas de un modo cotidiano y continuo. Ilse Koch no soportaba que la miraran a la cara, y a veces hacía paseos a caballo. Cuando pasaba junto a los batallones de trabajo de presos cualquiera que la mirase sabía que iba a parar, e iba a ordenar al guardia de turno que lo azotara. Tenía una personalidad sádica, donde lo particular era su crueldad extrema.
-¿Está documentado el número de asesinatos que cometió?
-No exactamente. Podrían ir de algunos a muchos. Los cargos que había contra ella en el juicio de Dachau eran muy pocos porque no había testimonios válidos sobre lo que había ocurrido en Buchenwald, sobre todo porque la mayoría de sus actos de crueldad o sadismo no dejaron testigos. No es tanto si cometió asesinatos directamente, como que ella disponía de la vida de las personas de forma aleatoria. Amon Göth fue famoso, por ejemplo, porque tras desayunar salía a la barbacana en Plaszow y se dedicaba a disparar con su rifle contra los judíos que iban caminando por la calle. Koch no era igual, porque ella no era de mancharse las manos, pero desde luego ordenó que se llevaran a cabo muchas torturas y asesinatos.
-Seguro que los juicios están perfectamente documentados a través de las actas. ¿Pero y el resto? ¿Ha sido posible trazar un retrato fiel de la vida personal de Ilse Koch, o ha tenido que especular mucho?
-En realidad hay muchísima información sobre ella. No hay novelas sobre ella pero sí muchos ensayos históricos, e incluso durante los juicios se incidió muchísimo en su vida privada, de forma que es fácil tener muchos detalles. El fiscal de aquel caso insistió mucho en indagar si existía alguna relación entre los actos de crueldad que cometió y su vida anterior al Tercer Reich. Indagó para ver si existía algún tipo de psicopatía, algo en su vida anterior que explicara su actuación durante la guerra.
-¿Y lo había, al menos desde una perspectiva médica?
-Esta mujer procedía de la clase media-alta de Dresde, alta burguesía, era extremadamente inteligente. Era muy educada, muy culta y muy cruel. Cruel hasta el extremo. Era hija única, vivió viendo como todos sus caprichos se cumplían. Trabajó mucho tiempo en una biblioteca y leyó muchísimo, especializándose en Goethe, hasta el punto de que era capaz de recitar enteras, de memoria, algunas de sus obras, como Fausto. Conoció a Karl Koch a través de Himmler, en unos encuentros que organizaba las SS para que sus alumnos más aventajados conocieran y se emparejaran con mujeres arias puras. Tuvieron tres hijos, y su hija más joven murió en un accidente, sin estar ella porque estaba esquiando, y eso la marcó de alguna manera. El matrimonio siguió junto pero viviendo vidas muy separadas, que es algo muy típico de las familias alemanas de esa época, y en ese momento comenzaron los abusos que ambos cometieron en Buchenwald.
-Seguro que mientras escribía este libro se ha realizado una pregunta... ¿qué cree que mueve a actuar así a Ilse Koch?
-Es muy difícil imaginarlo. Ella siempre mantuvo que había sido una buena mujer, una gran madre, una gran nacionalsocialista, y que siempre cumplió con el mandato de su Führer. En el fondo se escudaban en eso, como un gran pretexto que esconde algo más, pero casi imposible de imaginar. Personalmente he llegado a pensar que sí, que la muerte de esa hija, pudo ser lo que la marcara, porque desde su muerte nunca nadie pudo nombrarla en su presencia jamás.
-Es terrible perder a una hija, pero muchas madres pierden a su hija y no les da por torturar y asesinar...
-Así es, pero si mezclas eso con el contexto histórico, con los abusos que ya existían en los campos y con el hecho de Karl Koch ya era terrible... En el libro cuento cómo Koch puso un zoológico en Buchenwald para las familias de los oficiales SS, y en un momento determinado se descubrió que uno de los presos que lo limpiaba estaba enfermo de tifus. Koch montó en colera y ordenó que fuera arrojado a la fosa de los osos para que les sirviera de alimento. Era un contexto perverso y horrible incluso para los parámetros del Tercer Reich, para la mente de un nazi, y en ese contexto supongo que Ilse pudo percibir que todo valía, que no había freno para ella.
-¿Demasiado perverso incluso para el Tercer Reich?
-Así es. El proceso de Buchenwald tiene muchas peculiaridades... pero una de ellas es que Karl Koch, el esposo de Ilse y comandante al mando de campo de Buchenwald fue ejecutado por los propios nazis, por las SS. El propio régimen nazi se escandalizó por los abusos que estaban llevando a cabo allí. Hay sobre todo dos casos en la historia de la Alemania nazi, el de Ilse Koch y el de Amon Göth, en Plaszow, que se hizo muy conocido por la película de 'La lista de Schindler, en el que fueron más allá de lo que podía permitirse incluso dentro de la cosmovisión de los nazis. Koch y Göth cayeron por lo mismo, por casos de corrupción. Los nazis no les iban a juzgar por cómo trataban a los prisioneros, y mucho menos a los judíos, pero sí por corrupción. Karl Koch se quedó con dinero de los judíos que estaban en su campo, que teóricamente pertenecían al Estado alemán. Y un juez de las SS, Morgen, investigó y procesó al matrimonio Koch. Es decir, Karl Koch fue juzgado por los alemanes incluso antes de terminar la guerra, y fue ejecutado en la horca. Este es un fenómeno que para nosotros es muy difícil de asimilar. Si analizas la personalidad de Rudolph Hoss, comandante de Auschwitz, y la comparas con Koch, fueron muy diferentes. Dentro del horror que significó Auschwitz, Hoss cumplió el mandato de su Führer, completamente cruel e inhumano, pero de un modo industrial, organizado, aséptico, alejado de lo personal... En el caso de Koch era un caso de brutalidad personal.
Ilse Koch
-¿Por qué se centró en la figura de Ilse Koch?
-La pareja Ilse y Karl es casi indisoluble, pero es mucho más interesante el papel de ella. Karl Koch casi cumple todos los tópicos; típico oficial alemán que ya viene de la Primera Guerra Mundial, escaldado por lo sucedido en las trincheras y en Versalles... Es más de lo mismo. Pero dentro de lo que dan las mujeres de los jerarcas nazis, el caso de Ilse Koch se escapa de lo habitual. Estas mujeres, y en eso hacía hincapié en La Rosa y la Esvástica, la novela sobre Eva Braun, solían ser personas que hicieron una vida un poco separada de todo esto, por eso en los procesos posteriores al nazismo no se entró mucho en su papel. En muchas de ellas bastó para dejarlas ir con un proceso de desnazificación, que venía a ser rechazar formalmente el nacionalsocialista. Pero en el caso de Ilse Koch y de alguna mas, como María Mandel, fueron muy especiales por su especial crueldad.
-¿Hasta que punto es desconocida Ilsa Koch, la 'Bruja de Buchenwald'?
-En la actualidad es relativamente desconocida, especialmente en España. Pero es cierto que cuando terminó la Segunda Guerra Mundial protagonizó quizá el juicio más mediático que hubo. Y en Estados Unidos acaparó más atención popular que el propio juicio de Nuremberg.
-¿Ella no estuvo dentro del proceso de Nuremberg, entonces?
-No. Estuvo dentro de los Juicios de Dachau, que fue una pieza separada. Pero el asuntó que relación a Ilse Koch con piezas de artesanía confeccionadas con piel humana y con las monstruosidades que perpetró en Buchenwald atrajo muchísima atención mediática. New York Times realizó una cobertura enorme del caso y publicó numerosos artículos. Incluso la propia sentencia provocó la creación de una Comisión en el Senado de la Estados Unidos porque se le había rebajado la pena impuesta. En principio se le impuso cadena perpetua, pese a que el fiscal pedía pena de muerte, y luego un juez americano se la rebajó a cinco años, porque estimó que, aunque participó en el diseño común nazi, los hechos que se le achacaban no estaba suficientemente probado. Eso provocó una especie de escándalo, se creo la Comisión Ferguson, que es donde yo empiezo la novela, para intentar restituir la pena de cadena perpetua.
-¿Y cómo acabó el asunto para ella?
-Pues, en un proceso algo extraño, al final fue entregada a las nuevas autoridades alemanas, que la juzgaron por crímenes contra ciudadanos alemanes que no estaban incluidos en el Juicio de Dachau, y fue condenada a cadena perpetua. Y terminó suicidándose en la cárcel.
El monstruo
-¿Cómo se mete un escritor en el pellejo de un monstruo como Ilse?
-He utilizado el mismo recursos que con la novela sobre Eva Braun, usar un personaje que lo cuenta todo y que te permite no hablar de la protagonista en primera parte. En este caso he utilizado a una mujer llamada Helene Keller, que está basada en un personaje real, en una amante que tuvo en el campo. A través de los ojos de esta mujer describo cómo era Ilse Koch. Este recurso me encanta porque es como ponerle a una persona una cámara todo el día encima, que te permite contar en boca de otro lo que sabes que esa mujer hizo.
-¿Es posible empatizar en algún momento con ella?
-No. Con Eva Braun sí. En muchas ocasiones Eva es una víctima, una mujer que llega a dar lástima, que murió feliz simplemente porque murió habiéndose casado con Hitler. En el caso de Ilse Koch es imposible empatizar con ella. Imposible.
-Entre 1933 y 1945 en Alemania se dieron una gran cantidad de personalidades extremadamente ególatras y crueles. La densidad de asesinos y sádicos por metro cuadrado y por año es sorprendente. En su opinión, ¿fue el ascenso del nazismo la causa de estas vocaciones malvadas? ¿O las vocaciones malvadas están siempre ahí, entre nosotros, escondidas pero aguardando a que un régimen como el nazismo las legitime y les permita salir del armario?
-He pensado mucho en eso, pero creo que no tengo una opinión concluyente. Antes del nazismo también hubo casos en Alemania de este fenómeno, como el de los asesinos en serie, el Vampiro de Dusseldorf, el Carnicero de Hannover... La historia de Alemania ha sido tremendamente convulsa desde finales del s. XIX hasta mediado el s. XX. Este es mi séptimo libro sobre el nazismo y llevo muchos años investigando el tema muy a fondo, y sigue generándome muchísimas dudas. Pero es cierto que mucha gente se escondió tras el régimen nazi porque de repente se podían hacer cosas que antes eran imposibles. Un ejemplo es la Noche de los Cristales Rotos (1938). Se planificó como una serie de algaradas y protestas contra los judios porque en París había muerto un oficial alemán, disparado por un judío, pero no se planifica ningún asesinato. Esto surgió desde el poder alemán, con el objetivo de que pareciera un movimiento espontáneo de la gente, que mostraba así su odio contra los judíos. Sin más. Pero hubo muchísima gente que lo aprovecho para matar. Hubo muchas palizas, muchos asesinatos, gente que murió en la calle a patadas... Eso me da que pensar, que en la gran efusividad de las cosas, hay personas que sacan más fácilmente el elemento criminal que llevan dentro. En esa época en Alemania era fácil matar, y hay gente que lo aprovechó para hacerlo. Entre 1933 y 1945 cualquier delito cometido contra un judío no era delito. Podrías violar a una judía y no te iba a pasar nada, era como salir a la calle y fumarse un cigarro. Organizativamente la policía mantenía las formas y podía detenerte, pero entrabas por una puerta y salías por la otra. Así que creo que hubo gente que hizo cosas horribles sencillamente porque no asumía ningún riesgo al hacerlo.
-Pero eso ha ocurrido en más ocasiones, por desgracia...
-Claro. En la Unión Soviética sucedió Había personas especialmente violentas que el Partido utilizó para enviar a los gulags a tratar con los presos. El sistema no los aparta sino que los integra para que hagan el trabajo sucio.
El proceso
-¿Por qué en Estados Unidos el proceso de Ilse Koch se convirtió en un filón mediático?
-En ese momento se estaba descubriendo lo que había sucedido en los campos de concentración alemanes, algo absolutamente inconcebible. Pero al final y al cabo respondía a un plan, de la eliminación industrializada del pueblo judío. Pero casos como este, en el que se iba más allá con casos de sadismo extremo, al público le impresionó mucho. Se vendieron muchísimos periódicos.
-¿Y Por qué su pena se conmutó de cadena perpetua a cinco años, aunque acabara cumpliendo cadena en Alemania?
-Tuvo que ver con algo que pasó en Estados Unidos en esos años. Yo he llegado a pensar que esa reducción no fue decisión del juez Clay, sino que le llegó directamente de Washington. En ese momento el enemigo ya no era Alemania y estaba empezando a serlo la Unión Soviética, así que empezaron a echarse freno a todo lo que se había desarrollado contra la Alemania nazi.
-¿Cree que Ilse Koch llegó a arrepentirse?
-Ella siempre negó que fuera culpable. Es posible ver las grabaciones de televisión de sus juicios, donde nunca mira las imágenes de cadáveres amontonados en los campos, nunca mira a nadie... Y en todo lo demás su comportamiento es muy despótico, chulesco, casi acude riéndose al proceso. Era la única mujer sentada ante hombres, en los juicios de Dachau, y no se sintió intimidada ni mucho menos, y cuando se leyó la sentencia prácticamente la recibió con risas.
-Este es un libro duro de leer. ¿Ha sido duro de escribir?
-En parte sí. Llevo tantos años investigando sobre esto que me acostumbro, pero separo por completo todo esto de mí mismo. Cuando escribí Los hijos del Fürher me metía en la piel de un niño nazi, tenía que ver el mundo como lo vería un niño nazi. Así que me salí de mi cuerpo, borré todo lo que sabía de los nazis, y miré con idealismo el movimiento. Pero eso lo tienes que hacer sin tener en cuenta todo lo que tú, como investigador, conoces del nazismo. Para escribir de este tipo de personajes hay que hacerlo desde la objetividad, siendo frío y colocándote a muchísima distancia de ti mismo. Puede parecer un error tratar algo como el nazismo desde una perspectiva objetiva, pero cuando conoces personajes como Ilse Koch descubres que no hay otra forma de hacerlo.