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“En torno a Buñuel se ha tejido una mitografía reductora que filtra todo su rico imaginario” “En torno a Buñuel se ha tejido una mitografía reductora que filtra todo su rico imaginario”
JJ Beeme, junto a su reinterpretación del cartel de ‘Un perro andaluz’, de Buñuel

“En torno a Buñuel se ha tejido una mitografía reductora que filtra todo su rico imaginario”

El aragonés JJ Beeme reinventa la cartelería de los estrenos del calandino en una exposición en Varese
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José Joaquín Beeme (Zaragoza, 1963) es un artista visual, escritor y editor afincado desde 2002 en Italia, donde junto a Malena Manrique creó la Fundación Garabato, una organización dedicada a estudiar, promocionar, impulsar y divulgar formas artísticas atípicas, tradicionalmente consideradas arte menor o preliminar. Durante el pasado mes de septiembre inauguró en Varese (Italia) su exposición BuñuEL, una muestra en la que Beeme reinventa y rediseña la cartelería de algunas de las películas más conocidas de Luis Buñuel, según su propia perspectiva, influenciada en cualquier modo por el surrealismo que caracterizó la obra del cineasta calandino.

-¿En qué consiste exactamente la exposición BuñuEL que acaba de inaugurar en Varese?

-Parto de un diálogo ideal con Luis Buñuel en el que me propone anunciar algunas de sus películas más conocidas. Una ficción temporal, o viaje fantástico, que también es puro cine. Como si, en uno de nuestros encuentros en la Residencia de Estudiantes, en el Flore del bulevar Saint-Germain o tomando baños en San José de Purúa, estuviéramos tranquilamente platicando Alcoriza, Alejandro, Carrière y yo mismo con el maestro para rematar un guion y promover, de paso, un escándalo mayúsculo.

El juego tipográfico con el apellido viene de que también presentábamos la película Él (México, 1953), recién restaurada por la Cineteca de Bolonia dentro de su programa El Cine Reencontrado, gracias al cual han pasado igualmente por el laboratorio Un perro andaluz, La edad de oro, Los olvidados y Belle de jour. Nos sirvió para introducir la filmografía buñueliana con un diálogo-debate, y al mismo tiempo contenía un guiño al hombre tras la cámara, que se reconocía (en sordina) en aquella historia de celos patológicos que fascinó a Lacan.

-¿Qué películas eligió, y por qué, para revisitar la estética de Buñuel a través de los carteles?

-En orden cronológico: Un perro andaluz, Los olvidados, Él, Robinson Crusoe, La joven, Viridiana y Simón del desierto. En otras ocasiones, por ejemplo durante el centenario Buñuel en Zaragoza, abordé Subida al cielo, Nazarín, Belle de jour y Ese oscuro objeto del deseo. Buñuel va y viene en mi vida, y el hecho de que esta vez lo haga en forma de carteles heterodoxos, o alternativos, es como una autocita más o menos secreta de cuando yo mismo fui cartelista para los principales cines zaragozanos con el estudio Blax & Company, que fundé con mi hermano Luis Ángel.

Otras de las piezas, sobre la película ‘Él’, expuestas en Varese

-¿Sus piezas son reinterpretaciones de los carteles originales que en su día se crearon? ¿O los reinventa por completo a partir del imaginario de Buñuel y de lo que le sugiere?

-Forman parte de mi documentación, pero he prescindido de los carteles que en su día alertaron del estreno. Fotogramas y fotografías de rodaje, lecturas y relecturas de la bibliografía que he reunido con los años, más lo que puede transmitirme un nuevo visionado, todo contribuye a esa reinvención. Un proceso de trabajo heterogéneo, como suele ser en mi caso. Mixtos son también la técnica, los materiales.

-¿Cuáles de los referentes buñuelianos le parecen más genuinos en el calandino, y cuáles más ‘artificiales’, en el sentido de responder más a la crítica posterior del director, al sobreanálisis, que a su propia forma de entender el cine?

-Cierto que en torno a Buñuel se ha tejido una mitografía reductora que filtra todo su rico imaginario en favor de unas pocas imágenes icónicas. Lo mismo que un aforismo o una cita despacha hoy alegremente, en la osada iconosfera, libros densos y hasta enteras bibliotecas. Ilusión de saber frente a auténtica sabiduría. La aceleración de los tiempos tampoco ayuda al reposado paladeo que pide la aventura de revisitar (¡o simplemente descubrir!) el cine clásico. Por ser más concreto, ¿quién está ahora dispuesto a hundir el escalpelo, de la mano de Buñuel, en las zonas más turbias de la conciencia? ¿A saber de pulsiones reprimidas, oscuras paranoias, amores locos, actos fallidos, tentaciones de pesado lastre judeo-cristiano? El tecno-espectáculo imperante encubre de juegos artificiales todo eso, que somos nosotros.

-¿Considera a Luis Buñuel como un referente artístico en su trayectoria? ¿Por qué?

-Desde luego. Ya adolescente frecuentador de cineclubes (Laborales de Cheste y Huesca, Gandaya, Ibercaja…), Buñuel y otros cineastas que escriben en imágenes y excavan en lo hondo del alma humana me marcaron a fuego. Y más tarde, calzándome sucesivamente los oficios de cartelista, ilustrador, crítico, tertuliano, cortometrajista, animador.

En Zaragoza hicimos el cartel para el estreno de A propósito de Buñuel, documental de José Luis López-Linares y Javier Rioyo, con guion de mi maestro Agustín Sánchez Vidal, de quien también presenté el ensayo Los expulsados del paraíso, un recorrido por esa humanidad otra —ciegos, enanos, tullidos— que puebla la poética buñueliana. Recuerdo que participé como doctorando en varias jornadas surrealistas organizadas por el Museo de Teruel, y en mis críticas de cine ha comparecido a menudo Buñuel: las que tienen que ver con México las reúno en un volumen monográfico de próxima aparición.

La explicación podría ser que mi trabajo, visual, audiovisual o de escritura, tiene siempre que ver con lo onírico, el inconsciente, el deseo, la fantasía en todas sus formas, la imaginación desbocada. Creo reconocerme en la fórmula que Alessandro Leone, crítico y documentalista, ha usado en el catálogo de la exposición al ubicarme en un “surrealismo divertido, orgullosamente ibérico”.

Imagen de la inauguración de la muestra en el Cinema Teatro Nuovo de Varese

-¿Qué otros referentes, surrealistas o no, forman parte de su trayectoria como artista?

-El movimiento surrealista, como el rock & roll, vino para quedarse. Identificó con Freud y sus varias escuelas una veta profunda de nuestra psique y a partir de ahí explotó un venero, un pozo insondable y subversivo del que extraer infinitas ideas, mundos en continua mutación. Por eso admiro y aprendo de Miró, Dalí, Ernst, Magritte, Tanguy, Frida, Picasso... Pero ya antes el Bosco, Arcimboldo, Blake o Van Gogh habían zapado el terreno, y con todos ellos entretengo un diálogo desde que tengo memoria. Voy pagando mis deudas de discipulado y amistad en un Ágape abierto, que es una serie de animaciones que van saliendo en nuestro canal de YouTube.

Más allá del surrealismo, soy un cinéfilo irredento y es claro que de ese tesoro de imágenes tomo inspiración a manos llenas; principalmente de los grandes maestros del expresionismo, el neorrealismo, las nuevas olas, la fantaciencia, pero no tengo prejuicios: ni de época ni de género. Y la literatura es también disparadero inagotable de recursos visuales: desde Baroja y Valle-Inclán, debilidad mía, hasta Pasolini y Calvino, pasando por los estupendos cuentistas latinoamericanos. Más toda la gran poesía.

-La exposición ha sido organizada por la Fundación Garabato, con el apoyo del Instituto Cervantes, el Semestre Español de presidencia de la UE (desde el centro de investigación de la Comisión Europea en Ispra) y Filmstudio 90. ¿Qué es la Fundación Garabato y en qué consiste su trabajo?

-Fundación del Garabato es la plataforma artística que creamos en 2006 Malena Manrique y yo, es decir, la convergencia entre la historia crítica del arte y la práctica de un arte libre, no institucional, en buena medida outsider. Su objetivo es el estudio transversal, incluso anacrónico, de los procesos creativos en cualquier disciplina artística donde aliente la invención poética. De ahí el garabato primordial, germinativo de toda operación de pensamiento visual, que va del trazo rupestre a los cuadernos de artista, de un lienzo o un grabado visionarios a la animación experimental. Una mirada holística, antropológica, preside todas nuestras pesquisas.

La idea surgió junto al Ebro pero la hemos desarrollado en Italia, a orillas del lago Mayor, donde llevamos viviendo más de veinte años. Aquí está la sede física de la fundación, con su taller tipográfico y su tórculo, con sus cámaras y su sala de montaje, y naturalmente con su cuadernoteca y su biblioteca monstruosas. La cultura italiana es ya una parte de nuestro equipaje, sentimental más que intelectual, pero Aragón bulle siempre en todo lo que hacemos: que se lo digan, si no, a Goya.

-Usted ha firmado creaciones de muy diversa índole, desde pinturas a cortometrajes, pasando por textos literarios e incluso ha editado libros... ¿En qué campo de la creación o del arte se encuentra más cómodo? ¿Qué debería de poner en un supuesto carné que le describiera como artista?

-A mí me encanta dibujar, escribir, manchar papel, rellenar cuadernos, componer plaquettes, hacer teatrillos con objetos encontrados, mover imágenes en la pantalla; lo que venga más a mano en cada momento. ¿Necesidad, compulsión? Quién lo sabe, a estas alturas. Se usa y abusa de términos como multidisciplinar o poliédrico; a mí me parece que esa cosa renacentista de no limitarse, de explorar siempre y más allá del arte, es antes que nada un placer y una libertad que nos hemos amputado por vía de la extrema especialización, acompañada paradójicamente de un generalismo banal que impregna la demasiada información que amenaza con sepultarnos. Quien sepa encontrar (y tirar de) el fino hilo rojo que liga subterráneamente fenómenos aparentemente dispares es un clarividente en la jungla contemporánea, el verdadero sabio de nuestros días.

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