El Museo de la Magia de Alcañiz revela la ‘trampa’ desde el ojo que fabrica el truco
El mago artesano Guillermo Castelló y la guía turística Montse Thomson regentan la instalaciónCasi imperceptible al ojo humano, y sin explicación aparente, la magia es una de las cualidades humanas que aporta ilusión, misticismo y curiosidad a la vida. Para las personas corrientes, su significado es muy abstracto, pero para un fabricante “de magia” la definición no es otra que “la magia es mentira”. Así de contundente se muestra el mago artesano caspolino Guillermo Castelló quien, junto a su mujer y guía turística alcañizana Montse Thomson, muestra el detrás de las cámaras de los trucos desde el Museo de la Magia de Alcañiz.
Hace ya doce años desde que esta divertida y particular dupla (porque jamás dejan las bromas de lado) abrió al público familiar un lugar para revelar los cientos de engaños que se producen en un solo truco de magia. Para ello, contaban con la densísima experiencia de más de 40 años que acumulaba Guillermo como creador de los instrumentos para los magos en la tienda barcelonesa El Rey de la Magia, la única casa de magia que había en España en los años 80. “Son trajes a medida, aparatos que utilizan los magos o sus ayudantes, los partenaires, totalmente personalizados. Es por eso que no todo el mundo puede participar en un juego de magia, porque el mago no te dice qué te va a pasar cuando te encierra en la caja y te parte por la mitad. Ellos ya tienen fichado al público desde primer momento y saben a quién pueden meter y a quién no”, explica Guillermo.
Invisible a ojos del que no lo busca, el Museo de la Magia es la puerta de entrada a un mundo donde lo irreal se vuelve totalmente tangible. La música de jazz y de charlestón crean un ambiente de otra época que sirve de puente entre las diferentes paradas mágicas y sus múltiples juegos en los que tanto niños como mayores pueden participar. Lo particular de este museo es que aquí se hallan también decenas de aparatos que ha fabricado y usado Guillermo a lo largo de su carrera. Entre sus favoritos destacan la réplica de un cajón fabricado por su tío, del que aprendió el oficio de artesano mago, y la caja de espadas de apenas varios metros de ancho que usaba en las actuaciones en la calle junto con su hija Marta.
“Dejábamos la caja destapada en medio de una plaza y a los diez minutos había un corro de gente. Hacíamos un pequeño teatrito y, tras una distracción, Marta se metía en la caja doblada con una habilidad espectacular. Entonces la encerrábamos, e íbamos metiendo espadas poco a poco. Son falsas, se doblan alrededor del cuerpo y ella se iba recolocando dentro. Para la última, metíamos la punta en la caja y, cuando Marta estaba colocada nos daba unos golpecitos. Sin mirar y con una actitud fría, metíamos la espada hasta el fondo. El público se quedaba totalmente en silencio”, recuerda la anécdota entre risas.
Sin embargo, antes de conocer el detrás de los trucos más famosos, el visitante debe recorrer un tétrico pasadizo con brujas, cadáveres y telas de arañas pertenecientes al antiguo escape room que realizaban en el Museo de la Magia de Alcañiz. “Nos decían que eran muy difíciles y al final hemos decidido darle una vuelta de tuerca a la experiencia. Hemos mantenido la decoración del escape room, pero ahora es la entrada al museo antes de que vean la sala principal”, explica Montse, quien señala que el museo solo está abierto con previa reserva.
Juego de ingenio
Para revelar los engaños no hay nadie mejor que Guillermo Castelló, quien también sabe mucho sobre los trucos de magia gracias a los tres “alter egos” que le han acompañado durante toda su vida mágica.
“Los motes son fundamentales cuando te dedicas a esto. Estás con públicos muy cambiantes y si siempre eres el mismo y haces los mismos trucos, acabas mal de la cabeza”, menciona el caspolino. Cada uno de estos tres personajes se dedicaba a algo diferente: Zapatustra actuaba en las ferias medievales, el mago Zapata hacía trucos de todo tipo, mientras que el Profesor Gramola realizaba juegos de ingenio, la especialidad de Guillermo Castelló.
“Hay mil modalidades y técnicas de magia: Grandes ilusiones, cartas, magia de cerca, micromagia, magia en pista (en la calle)…, pero mi técnica favorita son los juegos de ingenio. Los juegos de ingenio, que aparentemente son una cosa lúdica, tienen una función importantísima. Han tenido un origen eficaz y útil para la ganadería, la industria, la agricultura… Recuperan el mecanismo para que eso siga existiendo y por eso, para mí, son los más importantes”, reivindica mostrando unos clavos enredados, que separa hábilmente en tan solo unos segundos.
Y es que el caspolino está seguro de que antiguamente eran manualmente más activos y no les quedaría otra más que ingeniárselas para facilitarse la vida. “Como no tenían mucha prisa, sus dedos eran los que comprendían el mecanismo mejor que la cabeza. De hecho, José Saramago decía que los artesanos tienen cerebritos en los dedos”, explica Castelló.
Más allá de los juegos de ingenio, en el Museo de la Magia de Alcañiz se realizan talleres y muestras prácticas de otros tipos de magia como ilusionismo, adivinación, cartas o juegos de intelecto. Todo ello, indica Montse, basado en la magia de toda la vida. “Hoy en día es todo muy digital con los móviles, pero tiene una base clara. Aquí enseñamos cómo engañamos al ojo, la relación entre el ingenio, la habilidad y el truco. Tiene mucho que ver la percepción, los sentidos y las ilusiones ópticas”.
Alternativa turística
¿Y por qué quedarse en Alcañiz? Esta es una pregunta bastante repetida entre los visitantes del museo. Para Montse Thompson, quien además es la presidenta de la Asociación de Turismo del Bajo Aragón, la respuesta es sencilla: “Queríamos atraer gente a Alcañiz, que conociesen nuestra ciudad y nuestra comarca. Sabemos que es más difícil mantener un negocio en las zonas rurales, pero queríamos realizar un reclamo turístico”.
Una llamada al turismo que ha funcionado muy bien en los doce años que llevan en activo, ya que muchas familias se acercan adrede al museo y, posteriormente, realizan una ruta por la ciudad o por las localidades cercanas.
La guía turística recalca además que la visita al museo es una experiencia que no se centra en el espectáculo, sino el aprendizaje y en la curiosidad. Por ello, recomienda la visita a los niños de a partir de cinco o seis años para que puedan comprender y disfrutar al máximo del taller de magia. No obstante, perfiles de todas las edades pueden disfrutar de unas horas plagadas de ilusión y misticismo.
“Los mayores son, sin duda, los que mejor se lo pasan. Vienen con la excusa de entretener a los niños, pero ellos disfrutan muchísimo”, explica Guillermo. Asimismo, invita a todos los visitantes a que copien en sus casas lo que han aprendido en su visita al Museo de la Magia de Alcañiz, ya sea para entretener a los más pequeños o para pasar un rato divertido con amigos.
“Quizás lo que más duda genera es si pierdes la ilusión al ver el truco, pero lo cierto es que no, todos se van maravillados. Desde el primer momento les decimos a niños y mayores que la magia es trampa, técnica e ilusión. Los niños tienen que saber que nadie nace mago y que todos pueden hacerlo. Tan solo hay que practicar y descubrir en qué modalidad eres más hábil”, anima Guillermo.
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