Marga Crespo, una de las comisarias de la exposición, durante la apertura de la misma en el Museo de Albarracín
El Museo de Albarracín acoge el legado de sus ancestros imazighen
Expone la muestra temporal de artesanía ‘La cultura femenina amazigh’
Las mujeres artesanas del pueblo amazigh, que habita la franja norte de África desde Egipto hasta las Islas Canarias, son las protagonistas de La cultura femenina amazigh, una exposición de cerámica, trabajos textiles y fotografías que, tras su paso por Getafe, puede verse actualmente en la sala de exposiciones temporales del Museo de Albarracín, y que permanecerá allí hasta el 10 de diciembre.
En concreto las piezas que se exponen en Albarracín pertenecen a mujeres imazighen -el plural de amazigh- que habitan el norte de Marruecos, y tiene como objetivo retratar su particular y desconocido universo femenino, poniendo de manifiesto una gran contribución social, cultural y económica al seno de sus comunidades, así como su aportación a la cultura y la antropología universal que representa la artesanía realizada por estas mujeres, prácticamente con las mismas herramientas y materiales que hace 3.500 años.
Las tribus o comunidades imazighen -en España es más común el término bereber, aunque tiene cierta carga peyorativa, ya que esta palabra significa bárbaro o extranjero en árabe- mantienen algunas de sus tradiciones más antiguas, anteriores incluso a la dominación fenicia o romana del Mediterráneo, y entre ellas están la creación y decoración cerámica o la producción textil, que sigue transmitiéndose de madres a hijas a través de las mujeres.
“Estamos hablando de las vasijas que inspiraron a grandes artistas como Picasso o Mariano Bertuchi”, explica entusiasmada Marga Crespo, una de las comisarias de la exposición, “porque tienen esas características únicas que responden a la cerámica realizada a mano desde tiempos inmemoriales, creadas con tornos muy rudimentarios y unas decoraciones características, con diseños iguales a los tatuajes que identificaban a los miembros de cada tribu”.
Entre las piezas destacan cántaros y pequeñas vasijas de cerámica y barro decorado, creadas todas ellas con un fin utilitarista, más allá de que también lo tengan estético y decorativo. También puede verse un pequeño biberón de barro, con la forma de un pecho femenino, hornillos, y contenedores para todo tipo de líquidos.
En la parte textil también hay una valiosa colección de prendas, entre los varios mendiles, la doble falda que en España suele conocerse como mandil o delantal. “Tienen mucha calidad y están hechos en telares tradicionales”, explica Crespo. “Al principio se utilizaba lana, con el Protectorado Español se introdujo el algodón, y se decoran con combinaciones de colores blanco, rojo o negro, de forma que también identifican a los miembros de cada tribu. “Hoy en día muchas de estas piezas empiezan a venderse en los zocos y empieza a pagarse el precio que merecen, por su gran valor decorativo y etnológico, pero siempre han sido la producción normal que hacían las mujeres cuando su familia rompía la vajilla o la ropa. Lo que hace tiempo hacían nuestras abuelas”.
La exposición recoge bastantes fotografías de mujeres marroquíes del pueblo amazigh realizando estos trabajos artesanales, como tributo al papel capital que han tenido estas mujeres en la conservación del patrimonio cultural de su pueblo. “En Marruecos hay mucha artesanía textil realizada por hombres, porque se requiere bastante fuerza para mover las lanzaderas, pero las mujeres transmitieron el conocimiento y las tradiciones por vía oral. Si no hubiera sido por ellas, todo esto se habría perdido hace muchos siglos”.
Aun así, Marga Crespo considera que este legado cultural está en serio peligro de extinción. Para evitarlo Innovarte, una empresa española que trabaja por encargo de Marruecos, está llevando a cabo este proyecto para impulsar el trabajo artesano de los imazighen. En Getafe contó con el apoyo de la Oficina de la UNESCO en esa ciudad, y además forma parte de la plataforma Continuadores - Arte Vivo Andalusí. Además de itinerar este tipo de exposiciones, Innovarte está realizando un trabajo de documentación que permitirá que la artesanía de este pueblo no caiga en el olvido. “Ya sabemos que no se volverá a alimentar a un bebé con un biberón de barro, porque los de las farmacias son mejores, pero el valor que tienen estas producciones merece que no se pierdan para la historia”, afirma Crespo.
La exposición es particularmente oportuna en Albarracín, por las evidentes conexiones que existe entre su pasado y el del pueblo amazigh, hasta el punto de que, como apunta la comisaria, “los Banu Racin que dieron nombre a Albarracín procedían de uno de estos pueblos. Estas piezas que se exponen están creadas por los descendientes de aquellos que poblaron estas tierras”. El gerente de la Fundación Santa María de Albarracín, Antonio Jiménez, asegura que en algunos casos es evidente el paralelismo entre las decoraciones de estas cerámicas procedentes de Marruecos “con las que pueden verse en la exposición permanente del museo, extraídas de las excavaciones de la alcazaba y datadas desde el siglo XI”.
El gobierno de Marruecos, con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de los marroquíes del pueblo amazigh, con los que la relación nunca ha sido la más fluida -tampoco lo fue con el gobierno español durante el Protectorado, ni prácticamente con ningún otro poder que ha tratado de integrarlos, desde tiempos de los fenicios-, ha impulsado este proyecto de revalorización. Una de sus producciones, la exposición La cultura femenina Amazigh, es el resultado del extenso trabajo en esta región marroquí de la consultoría Innovarte, especializada en proyectos de Cooperación y Cultura para el Desarrollo, y presenta fotografías de Elisabeth Eguía, Marga Crespo, Francisco Alcalá y Santos Ruano, junto a piezas cerámicas y tejidos artesanales realizados por estas mujeres.
En concreto las piezas que se exponen en Albarracín pertenecen a mujeres imazighen -el plural de amazigh- que habitan el norte de Marruecos, y tiene como objetivo retratar su particular y desconocido universo femenino, poniendo de manifiesto una gran contribución social, cultural y económica al seno de sus comunidades, así como su aportación a la cultura y la antropología universal que representa la artesanía realizada por estas mujeres, prácticamente con las mismas herramientas y materiales que hace 3.500 años.
Las tribus o comunidades imazighen -en España es más común el término bereber, aunque tiene cierta carga peyorativa, ya que esta palabra significa bárbaro o extranjero en árabe- mantienen algunas de sus tradiciones más antiguas, anteriores incluso a la dominación fenicia o romana del Mediterráneo, y entre ellas están la creación y decoración cerámica o la producción textil, que sigue transmitiéndose de madres a hijas a través de las mujeres.
“Estamos hablando de las vasijas que inspiraron a grandes artistas como Picasso o Mariano Bertuchi”, explica entusiasmada Marga Crespo, una de las comisarias de la exposición, “porque tienen esas características únicas que responden a la cerámica realizada a mano desde tiempos inmemoriales, creadas con tornos muy rudimentarios y unas decoraciones características, con diseños iguales a los tatuajes que identificaban a los miembros de cada tribu”.
Entre las piezas destacan cántaros y pequeñas vasijas de cerámica y barro decorado, creadas todas ellas con un fin utilitarista, más allá de que también lo tengan estético y decorativo. También puede verse un pequeño biberón de barro, con la forma de un pecho femenino, hornillos, y contenedores para todo tipo de líquidos.
En la parte textil también hay una valiosa colección de prendas, entre los varios mendiles, la doble falda que en España suele conocerse como mandil o delantal. “Tienen mucha calidad y están hechos en telares tradicionales”, explica Crespo. “Al principio se utilizaba lana, con el Protectorado Español se introdujo el algodón, y se decoran con combinaciones de colores blanco, rojo o negro, de forma que también identifican a los miembros de cada tribu. “Hoy en día muchas de estas piezas empiezan a venderse en los zocos y empieza a pagarse el precio que merecen, por su gran valor decorativo y etnológico, pero siempre han sido la producción normal que hacían las mujeres cuando su familia rompía la vajilla o la ropa. Lo que hace tiempo hacían nuestras abuelas”.
La exposición recoge bastantes fotografías de mujeres marroquíes del pueblo amazigh realizando estos trabajos artesanales, como tributo al papel capital que han tenido estas mujeres en la conservación del patrimonio cultural de su pueblo. “En Marruecos hay mucha artesanía textil realizada por hombres, porque se requiere bastante fuerza para mover las lanzaderas, pero las mujeres transmitieron el conocimiento y las tradiciones por vía oral. Si no hubiera sido por ellas, todo esto se habría perdido hace muchos siglos”.
Aun así, Marga Crespo considera que este legado cultural está en serio peligro de extinción. Para evitarlo Innovarte, una empresa española que trabaja por encargo de Marruecos, está llevando a cabo este proyecto para impulsar el trabajo artesano de los imazighen. En Getafe contó con el apoyo de la Oficina de la UNESCO en esa ciudad, y además forma parte de la plataforma Continuadores - Arte Vivo Andalusí. Además de itinerar este tipo de exposiciones, Innovarte está realizando un trabajo de documentación que permitirá que la artesanía de este pueblo no caiga en el olvido. “Ya sabemos que no se volverá a alimentar a un bebé con un biberón de barro, porque los de las farmacias son mejores, pero el valor que tienen estas producciones merece que no se pierdan para la historia”, afirma Crespo.
El legado de los ancestros
La exposición es particularmente oportuna en Albarracín, por las evidentes conexiones que existe entre su pasado y el del pueblo amazigh, hasta el punto de que, como apunta la comisaria, “los Banu Racin que dieron nombre a Albarracín procedían de uno de estos pueblos. Estas piezas que se exponen están creadas por los descendientes de aquellos que poblaron estas tierras”. El gerente de la Fundación Santa María de Albarracín, Antonio Jiménez, asegura que en algunos casos es evidente el paralelismo entre las decoraciones de estas cerámicas procedentes de Marruecos “con las que pueden verse en la exposición permanente del museo, extraídas de las excavaciones de la alcazaba y datadas desde el siglo XI”.
El gobierno de Marruecos, con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de los marroquíes del pueblo amazigh, con los que la relación nunca ha sido la más fluida -tampoco lo fue con el gobierno español durante el Protectorado, ni prácticamente con ningún otro poder que ha tratado de integrarlos, desde tiempos de los fenicios-, ha impulsado este proyecto de revalorización. Una de sus producciones, la exposición La cultura femenina Amazigh, es el resultado del extenso trabajo en esta región marroquí de la consultoría Innovarte, especializada en proyectos de Cooperación y Cultura para el Desarrollo, y presenta fotografías de Elisabeth Eguía, Marga Crespo, Francisco Alcalá y Santos Ruano, junto a piezas cerámicas y tejidos artesanales realizados por estas mujeres.
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