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El ciclo sobre el carlismo termina reivindicando elementos memorialistas El ciclo sobre el carlismo termina reivindicando elementos memorialistas
El grupo visita el entorno donde casi 200 carlistas lograron penetrar en Teruel el 3 de julio de 1874

El ciclo sobre el carlismo termina reivindicando elementos memorialistas

Una visita guiada cerró el programa de actividades
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En el siglo XIX hubo muy pocos momentos en los que la atención de los españoles estuviera en Teruel -más o menos los mismos que en el XX-. Uno de ellos tuvo lugar durante la tercera guerra carlista (1872-1876), ya que los tradicionalistas estuvieron a punto de meter en un lío al gobierno liberal, conquistando una capital de provincia como Teruel. Así lo demuestra la medalla que fue otorgada por su resistencia en 1874 contra los carlistas a la ciudad por el gobierno de Mateo Sagasta y Francisco Serrano.

Eso, y el relativo consenso que generan las guerras carlistas -los borbones no es que hayan sido los campeones de la democracia, pero su rama tradicionalista todavía menos- hacen que algunos se pregunten por qué en Teruel no hay fiesta, conmemoración anual o placa que recuerde esa efeméride, como en otras ciudades.

Esas fueron algunas de las conclusiones a las que se llegó durante la visita guiada a las defensas de Teruel durante la tercera guerra carlista que se celebró este sábado, como clausura de las jornadas del 150 aniversario de la concesión a Teruel de los títulos de Heroica y Siempre Heroica, precisamente por su victoria en el doble asedio carlista.

Claro que en esa heroica -en julio de 1874- y siempre heroica -en agosto de 1874- defensa también tuvo que ver algo la fortuna, dado que las defensas de la ciudad, especialmente en la primera intentona carlista, eran más bien exiguas. Sin embargo una total descoordinación por parte de las fuerzas carlistas -seguramente debido al empecinamiento del infante Alfonso-Carlos de Borbón, hermano del entonces pretendiente al trono, y las envidias y rivalidades que había entre Ángel Casimiro Villalain, favorito del infante, y Marco de Bello, oficial que de hecho estaba al mando, provocaron que el ataque fuera un despropósito.
 

Las murallas fueron reforzadas antes del ataque, pero no hubieran aguantado un gran ataque artillero


El historiador Rubén Sáez, el arqueólogo Javier Ibáñez y el arquitecto Antonio Pérez condujeron a un grupo de unas veinte personas por los lugares más destacados de aquella jornada de combates.

El primer asalto tuvo lugar el 3 de julio de 1874. El plan era realizar un ataque central sobre las murallas a la altura del Tozal, otro en la zona de la Torre de la Bombardera y un tercero en el sector de San Miguel, aproximadamente donde se sitúa el Arco de la Traición. Las murallas de Teruel habían sido reforzadas, aunque probablemente no hubieran resistido un ataque serio de artillera, con la que los carlistas, afortunadamente para las guarniciones liberales, contaban con muy escaso número.

El caso es que el primer y más importante ataque, sobre la entrada del Tozal, no se llegó a realizar producto de la improvisación y descoordinación del ejército carlista. El segundo fracasó y el tercero obtuvo una victoria pírrica y a la postre estéril.

Un contingente de algo menos de 200 soldados carlistas lograron penetrar la muralla y hacerse fuertes en un corral próximo. Durante cuatro horas los liberales intentaron acaban con ellos sin conseguirlo. Eran las tropas de élite carlistas, bien armadas y pertrechados, y se habían hecho fuertes en una zona urbana angosta, fácil de defender y difícil de atacar. Hasta cuatro horas tuvieron que ser hostigados por los liberales, bajo el mando de Jacinto Santa Pau, hasta que consiguieron colocar una pieza artillera que obligó a los carlistas a rendirse.
 

Ibáñez explica como se concibió la defensa del sector este de la ciudad


En esas cuatro horas el resto de las tropas tradicionalistas no solo no aprovecharon la brecha abierta en la muralla, sino que se habían retirado del combate, dejándoles abandonados a su suerte.

A los pocos días el gobierno de la I República Española, presidida por Serrano y con Mateo Sagasta como presidente del Consejo de Ministros, concedió el título de Heroica a la ciudad de Teruel y realizó una medalla de bronce conmemorativa, cuya acta oficial fue leída por Rubén Sáez al término de la visita guiada. Menos de un mes después los carlistas volvieron a intentar el asalto a Teruel, el 4 de agosto, esta vez mucho mejor defendida, y volvieron a fracasar. Entonces el gobierno añadió a los títulos de la ciudad el de Siempre heroica, aunque no realizó una segunda medalla.
 

La medalla conmemorativa de 1874


Entre las personas que se interesaron por la visita guiada siguiendo los rastros de aquella victoria sobre el carlismo en Teruel, surgió la duda de por qué nada recuerda esa efeméride en la ciudad, como ocurre con la Cincomarzada en Zaragoza. Más de dos décadas después del final de la tercera -y última- guerra carlista- se instaló un monumento en recuerdo del rechazo de la invasión, que estuvo cuarenta años en la plaza de la Marquesa, a la sazón plaza de la Libertad -aunque originalmente había sido concebido para instalarse cerca de la iglesia de San Miguel, por el entorno donde se parapetaron los soldados carlistas que lograron penetrar en la muralla el 4 de julio-. Sin embargo ese monumento fue destruido durante la guerra civil, según muchos expertos por los requetés tradicionalistas que lucharon a favor de los sublevados -aunque no existe confirmación histórica-, y nunca se repuso.

Según se apuntó durante la visita guiada, los fragmentos de marmol con letras que pueden verse en el mercadillo del Ensanche -en el actual Bar Pegaso-, proceden de ese monumento.

Con la promoción de un recuerdo al hilo de estas jornada por el 150 aniversario del rechazo de la doble invasión no se trataría tanto de alimentar el rencor entre carlistas e isabelinos, algo que no tiene ningún sentido en el siglo XXI, sino de hacer un ejercicio de memoria histórica ante unos sucesos, los de las guerras carlistas, casi completamente olvidados.

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