El campus de Teruel expone las seis piezas seleccionadas en la III edición de CampusARS
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Desde este miércoles y hasta el 20 de diciembre el campus universitario de Teruel será una gran sala de exposiciones al aire libre con las seis propuestas de intervención artística seleccionadas por el jurado de la III Âedición de CampusARS. Bocaco (Fan Jiang), Óscar Blanch Lombarte, Ángel de Asís Pardillos Bernal, Ana Argudo y Laura Lebrón Arribas, además del equipo formado por Mateo Patón e Inés A. Rubio, son los autores de las instalaciones premiadas. CampusARS es una iniciativa puesta en marcha por el área de Escultura de Bellas Artes, con la ayuda de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas y la Fundación Universitaria Pablo Gargallo. Su objetivo es promocionar la obra artística creada por estudiantes de Bellas Artes o graduados recientes.
El jurado encargado de evaluar las propuestas, que este año se elevaron a diez, formado por los profesores Bia Santos, José Prieto Martín, Silvia Martí Marí, David Cantarero Tomás y Holga Méndez, inauguró la exposición que reúne las seis propuestas. Distribuidas por diferentes puntos del campus universitario de Teruel, son de libre acceso para todo el público.
Bia Santos recordó los objetivos de la convocatoria, que no es otro que alentar la creatividad de los estudiantes y crear puentes entre ellos, el resto de la ciudad y el resto de la comunidad artística y cultural de Aragón. También anunció que la Universidad de Zaragoza acaba de editar en papel el catálogo de las piezas de las dos primeras ediciones de Campus ARS, y que se hará así cada dos ediciones “para que quede constancia física del trabajo”.
José Prieto por su parte destacó que aunque no han podido instalarse las diez piezas propuestas a la tercera edición de la actividad es una buena noticia que el número de estas vaya en aumento. “En función de que esta acogida vaya siendo cada vez mejor podremos conseguir más presupuesto para que cada vez sea más atractiva”, matizó David Cantarero.
Seis instalaciones
Las tres primeras instalaciones se encuentran en el jardín entre el Vicerrectorado y Ciencias Sociales. Allí se encuentra [Germinación], del artista graduado en Teruel Fan Jiang Bocaco. La pieza consiste en un invernadero metálico en cuyo interior germinan unas bolsas de basura con un sistema de iluminación LED que funciona con energía solar. Bocaco utiliza un material humilde y denostado como la bolsa de basura de forma recurrente en sus piezas, que en este caso reflexionan sobre el desarrollo de la realidad y también de su degradación, ya que el cultivo del interior de las bolsas se degradará a lo largo de los días que dura la exposición.
También expone Óscar Blanch Lombarte, matriculado en Bellas Artes procedente de Peñarroya de Tastavins que presenta Un pueblo hundido, sobre el fenómeno de la despoblación. La instalación presenta un recipiente lleno de rosas artificiales, cada una de las cuales representa una de las cada vez más escasas vidas humanas que siguen poblando los núcleos rurales turolenses. La pieza invita al paseante a llevarse una de las rosas, simulando el proceso de despoblación, siempre y cuando deje a cambio, en su lugar y como testigo, una nota escrita que responda al siguiente interrogante: ¿Qué tiene que tener un pueblo para quedarte a vivir en él?
A Âun centenar de metros Laura Arribas expone Fragmentos en T, una pieza en madera y espejo de material plástico que reflexiona sobre la identidad personal y su construcción. Se trata de un montaje geométrico que, dando la sensación de unidad, está formado por la imbricación de cuatro piezas más pequeñas, como si de un puzzle se tratara. A su vez, la creadora entiende la pieza de madera resultante de la unión de esas T como una pieza que en el futuro se combinará con otras para formar su nuevo yo del futuro. Algunos de los huecos que quedan entre los bastidores de madera están rellenos con espejos que deforman la imagen, dado que el sujeto y su identidad no es permeable a su entorno, y la reconstrucción que hace de este no es siempre fiel reflejo de la realidad. La letra T que define la forma de las piezas no está elegida al azar, sino porque forma parte del colectivo LGTBIQ+ que alude a la diversidad de identidad y géneros.
En la terraza superior interior del edificio de Bellas Artes puede verse Construir [una] casa, propuesta por Inés A. Rubio Álvarez, Ira, y Mateo Patón, dos egresados de Bellas Artes que regresaron de Zaragoza y Logroño respectivamente para presentar sus piezas.
La pieza es una obra colectiva que surge a resultas de un taller que realizaron en Teruel con siete personas más, a propósito del concepto de casa y hogar, que ambos artistas han trabajado en numerosas ocasiones. El taller invitaba a los participantes a indagar en su propio de concepto de casa, respondiendo a numerosos interrogantes acerca de él, y a través de eso otros relacionados como habitabilidad, construcción, creación, o seguridad. El trabajo, firmado por todo el colectivo que dio en denominarse En Casa, se manifiesta con parte del material que se utilizó en los talleres, además de un cadáver exquisito -obra de arte colectiva en la que los autores no conocen la aportación del resto- con elementos gráficos y textuales dibujados en una banda de tela que cuelga del techo.
Las dos últimas piezas seleccionadas por el jurado del III CampusARS están en el exterior del edificio de Bellas Artes, entre la instalación y el aparcamiento. La primera es Tempus Fugit, obra de Ángel de Asís Pardillos Bernal, un arquitecto de 59 años que cursa 1º de Bellas Artes. Su obra es un gran nomon -reloj solar- construido con una gran viga de madera sin pulir que se apoya sobre una superficie metálica. La pieza es una reflexión sobre el paso del tiempo y su naturaleza, bien como entidad real que existe, o bien como una invención humana para facilitar la organización vital. El caso es que el paso de la sombra que proyecta la viga sobre el suelo -que de momento no cuenta con marcas para indicar la hora- marca la inexorabilidad del tiempo, que algo de real debe de tener cuando cada instante es fugaz e irrepetible.
Por último, Ana Argudo presenta Ki Kuren una instalación bien integrada en la naturaleza del campus de Teruel compuesta por una serie de pequeñas grullas de origami construidas en latón doblado y remaches que cuelgan de las ramas de un árbol. La pieza utiliza el concepto de las mil grullas, que en la cultura oriental tienen un valor de solidaridad, de esfuerzo por los demás, derivado de una leyenda japonesa según la cual doblar mil grullas da derecho a pedir un deseo. . Es algo que se utiliza en campañas solidarias para recaudar fondos, porque la grulla es una de las piezas más complejas del origami tradicional, y quien sea capaz de hacer mil de ellas demuestra su compromiso.
Este proyecto, a su vez, nació del proyecto colectivo que se está desarrollando en Caudé, donde mujeres del municipio van a crear esas mil grullas de papel aludiendo a Sadako Sasaki, un símbolo de la paz en Japón. Sasaki fue una niña víctima de las explosiones atómicas en Japón. Desarrolló un cáncer y en el hospital se dedicó a doblar grullas de origami con todos los papeles que llegaban a sus manos. Según la versión, Sasaki no consiguió doblar mil porque la muerte la sorprendió antes, pero sus compañeras de colegio completaron la cifra y enterraron a todas aquellas aves con los restos de la niña.