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El alcañizano Jorge Egea recupera el sueño de modernidad de la Barcelona de 1929
Expone junto a Gloria Fernández ‘El despertar de la Aurora’ en la Ciudad CondalEn 1927, el escultor Joan Borrell i Nicolau y el arquitecto Nicolau Maria Rubió i Tudurí recibieron el encargo del Ayuntamiento de Barcelona de crear un espectacular conjunto monumental con motivo de la Exposición Universal de 1929. La Ciudad Condal quería manifestar la renovación, el progreso y la modernidad a través de una gran obra que combinara las fuentes con las imágenes del Olimpo griego en plenos Jardinets de Gràcia -en la actualidad, jardines de Salvador Espriu- al final de la avenida Diagonal.
Ese gran sueño de la estética que se dio en llamar Novecentismo nunca se llegó a instalar por completo. El conjunto creado, denominado El despertar de la Aurora, estaba formado por 18 esculturas, se inauguró en parte el 13 de julio de 1929 por el general Miguel Primo de Rivera, y en 1931 fue desmantelado.
Pero el arte y la tecnología han devuelto la posibilidad de ver en todo esplendor ese ejemplo de arquitectura clasicista y académica que le preparaba el terreno a las vanguardias. El artista alcañizano afincado en Barcelona Jorge Egea y Gloria Fernández Somoza han creado a lo largo de los dos últimos años un proyecto de investigación para reconstruir todo ese el conjunto arquitectónico a través de tecnología 3D.
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El resultado se expone bajo el título El despertar de la Aurora. Reconstrucción digital de un ensueño novecentista, actualmente en el Palau Robert de Barcelona, donde permanecerá hasta el 30 de marzo. Cinco días antes de su clausura se presentará una publicación con toda la investigación llevada a cabo.
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La propuesta expositiva es iniciativa de Artes Digitales -perteneciente al grupo de investigación Human Environment Research- de La Salle Campus Barcelona, miembro fundador de la Universidad Ramón Llull, con la colaboración de la Dirección General de Difusión de la Generalitat de Catalunya.
La filosofía del proyecto parte de que Jorge Egea y Gloria Fernández aseguran que la visión fragmentada que puede obtenerse a través de diferentes fuentes -incluso de la directa, pues algunas de las piezas que formaban parte del monumento están instaladas, separadas, en diferentes puntos de Barcelona-, no permiten entender la magnitud ni la auténtica naturaleza de la obra de Borrell y Nicolau. De haberse completado el conjunto escultórico hubiera alcanzado un recorrido de 194 metros a lo largo de los Jardinets de Gracia.
Gracias a los fondos fotográficos y documentales del Departamento de Investigación y Universidades de la Generalitat de Catalunya y la Universidad Ramón Llull, y a través de las herramientas de reconstrucción fotográfica 3D la tecnología, los autores han conseguido recrear digitalmente un monumento complejo y fastuoso, que apenas permaneció dos años en el espacio público.
Como el propio Jorge Egea, artista escultor y profesor de La Salle-Universidad Ramón Llull explica, “lo que hemos hecho es utilizar las técnicas 3D para darle la posibilidad al público de realizar una visita virtual por el monumento tal y como fue concebido, de forma que podemos entenderlo en su totalidad”.
Más allá de su singularidad, los autores consideran que la importancia del monumento supera el breve periodo de tiempo que estuvo colocado entre la Diagonal y el barrio de Gracia, “porque nos describe cómo era la sociedad y lo que estaba ocurriendo en la Barcelona de 1929”.
Eso que estaba ocurriendo tiene que ver con el Noucentisme, un movimiento cultural a la vez que estético y filosófico que se enmarca en Cataluña entre 1906 y 1923. Hundía sus raíces en el humanismo y la pretensión de renovarse a través de una estética basada en el ideal clásico, la armonía, la serenidad, el rigor y la proporción, en algunos sentidos opuesto al Modernismo al que aspiraba a sustituir.
El Noucentismo apelaba a los valores mediterráneos y reprochaba a los modernistas abusar de la emoción y la subjetividad. El nuevo siglo debía estar regido por la medida, la contención y la rigurosidad. Uno de sus principales referentes estéticos fue la proporcionalidad de la escultura grecorromana -algo que comparte con Jorge Egea-.
El proceso de reconstrucción de El despertar de la Aurora ha partido fundamentalmente de muchos elementos desmontados del monumento original que se conserva, como algunas de las esculturas de la Cacería de Diana, así como la propia Minerva y los dos carros que conduce. A partir de ahí se utilizó el proceso de reconstrucción digital denominado fotogrametría. Lo que hace el autor es crear una superficie fotográfica de la pieza de 360 grados, lo que crea una especie de cúpula virtual con todas las imágenes. Entonces la fotogrametría calcula una nube de puntos en el espacio que forma el contorno de una malla tridimensional de la escultura. Minerva, Selene, la viga de Helios, la ninfa que se peina y la gaseosa han sido creadas con esa técnica.
Diana, la ninfa que se desvela y las águilas han sido creadas mediante el modelado 3D a partir de imágenes de época, ya que no son accesibles las esculturas reales. Y en cuanto a elementos del conjunto que han desaparecido y de las que no hay documentación fotográfica, se han recreado en base a descripciones existentes en prensa de la época y a suposiciones de los autores.
La exposición El despertar de la Aurora. Reconstrucción digital de un ensueño novecentista está comisariada por Jorge Egea y Gloria Fernández. El alcañizano ha dirigido el proceso de modelado 3D junto a Alejandro Ruz, encargado además de diseñar las secuencias de animación digital. Además han colaborado en la presentación del material expuesto Enric Morera i Borrell, Marta Comas, Andrea Naharro, Victoria Cabrera, Jan Galí y Marc López Quatrecasas.
Se dice que el desmantelamiento de El despertar de la Aurora respondió a motivos políticos, estéticos o económicos. También se dice que nunca llegó a gustar del todo a los vecinos, sobre todo porque Minerva se colocó mirando a la Diagonal y dando la espalda al barrio de Gracia, antigua villa que había sido anexionada a Barcelona a finales del XIX.
Se realizó en bronce y mármol, y se inauguró en dos tandas, en mayo y en julio de 1929, pero nunca fue completado porque no dio tiempo a que Borrell y Nicolau tuvieran listas todas las esculturas. A partir de enero de 1930 pasó de ser elogiado a duramente criticado por la prensa. Lo calificó de monumento antiestético y de irregularidad artística, se dijo que bloqueó la entrada al barrio de Gracia y no faltó quien mencionara que era muy del gusto de la dictadura de Primo de Rivera. Hacía unas semanas que la dictadura de Primo de Rivera había dado paso a la dictablanda de Dámaso Berenguer, y desde todos los ámbitos se intentaba romper con lo anterior en un intento de salvar de la quema la maltrecha figura de los Borbones.
Después de que todas sus piezas fueran desmontadas en 1931 y guardadas en un almacén municipal, a lo largo de las siguientes décadas muchas de las figuras fueron colocadas separadamente en diferentes puntos de la ciudad. Otras acabaron en las colecciones particulares de los descendientes de los artistas catalanes.