Anabel Herce se jubila tras 45 años como excoordinadora de exposiciones temporales del Museo de Teruel
“Pese a los cambios, el proyecto de ampliación del museo sigue siendo bonito, ambicioso y necesario”Anabel Herce nació en Calahorra (La Rioja) pero está vinculada a Teruel desde que comenzó a participar en 1977 en sus primeras excavaciones arqueológicas para el Museo Provincial de Teruel. Jubilada hace pocas semanas, formó parte del núcleo que refundó la institución en 1987, de la mano de Pura Atrián, y asumió el reto de organizar exposiciones temporales de arte contemporáneo en una ciudad “que prácticamente era un erial entonces”.
-¿Cómo fueron sus inicios en el Museo Provincial de Teruel (MPT)?
-Empecé a colaborar gracias a la arqueología. Yo soy arqueóloga, estudié en la Universidad de Zaragoza, y empecé a trabajar en excavaciones arqueológicas dirigidas por Purificación Atrián para el MPT, junto a Jaime Vicente, actual director, Carmen Escriche y otros estudiantes de nuestra promoción. En aquella época Pura (Atrián) ya estaba valorando inaugurar un nuevo museo que albergara las colecciones arqueológicas, porque entonces solo había tres salas en la Casa de Cultura, la actual Biblioteca Pública de Teruel, y era todo muy rudimentario. En esos años 70 también se había inaugurado la sala de Etnografía en los bajos de la Diputación Provincial, y estaba todo como disperso. Ya se habían empezado a trabajar con la compra del edificio, la Casa de la Comunidad en la plaza de la Marquesa.
-Estaría todo por hacer...
-¡Claro! Fue muy afortunado caer allí en ese momento, trabajar con Pura y formar un equipo sólido que se ha mantenido y ampliado durante todos estos años.
-¿Cuándo pasó a formar parte de la plantilla del MPT?
-Las primeras relaciones laborales fueron en prácticas, en 1977, y con los primeros contratos o becas en 1980. Y en 1988 pasé a formar parte de la plantilla, un año después de la inauguración del actual museo.
-¿Dejó la arqueología y comenzó a trabajar organizando exposiciones temporales de arte contemporáneo?
-Con la nueva sede del MPT, con más espacio y salas de exposición, pudo cambiar la política expositiva y realizar un programa ambicioso. Teruel era un absoluto erial en cuanto al arte contemporáneo, no había nada excepto la Escuela de Artes y Oficios (actual Escuela de Arte), que sí tenían cierta iniciativa. Al MPT le correspondía iniciar una política seria en este ámbito para rellenar esa laguna y cubrir una necesidad que la ciudad tenía.
-¿Pudieron hacerlo desde el principio, o las limitaciones presupuestarias lo impidieron?
-De hecho en esos primeros años teníamos más presupuesto de lo que hemos tenido después. A finales de los 80 y principios de los 90 Endesa pagaba un Canon de la Energía para compensar la contaminación y la DPT, de quien dependemos, tenía más fondos. Cuando el canon dejó de pagarse los presupuestos se redujeron.
-¿A quién le correspondió en esa época tomar la decisión ejecutiva de que el MPT diera un salto de calidad?
-Se juntaron varios factores y varias personas. Había presupuesto, entró en la Diputación un gobierno del PSOE con Isidoro Esteban al frente, uno de nuestros valedores más entusiastas, y también entró como diputado del Museo José María Pascual, del PP (a la sazón Alianza Popular). Pascual era muy amigo del pintor alcañizano Enrique Trullenque, que allí había empezado a hacer actividades sobre arte contemporáneo junto a Pablo Serrano. Y esa amistad con José María Pascual sirvió para que esa actividad se ampliara a Teruel. El MPT estaba recién inaugurado y tenía un equipo joven y con muchas ganas de trabajar.
-¿Qué otras personas relevantes de esos primeros años recuerdas?
-Contábamos con mucha gente externa para organizar esas actividades a través de las cuales queríamos empezar a dar a conocer el MPT. Además de este equipo inicial y de los restauradores que empezaron pocos años después, entre las cuales estaban Pilar Punter, por ejemplo, me parece importante destacar a Francesc Rodon, que falleció recientemente y que fue director del Museo Monjo de Vilassar de Mar. Tenía muchos contactos con el arte contemporáneo en Cataluña y nos facilitó mucho comenzar a organizar actividades sobre las vanguardias históricas. A través de Rodon entramos en contacto con Daniel Tiralmiracle, que trabajaba en el futuro Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, con Juan Manuel Bonet, Fernando Huici, Rafael Santos Torroella, Agustín Sánchez Vidal...
-¿No fue un salto al vacío enorme para usted, pasar de la arqueología al arte contemporáneo?
-Tuvimos que aprender muchas cosas sobre la marcha. Antes de la apertura del nuevo museo se hizo una exposición que fue prácticamente la primera de este tipo. Se llamó Bellas Artes 83, la promovió el Ministerio de Cultura y fue común en todos los museos de España. Pero no teníamos las salas disponibles, porque el 1981 se había cerrado el antiguo museo para trabajar en el nuevo, así que se habilitaron los bajos de la Diputación Provincial. Esa muestra nos sirvió para empezar a coger experiencia, porque empezábamos desde cero, y a partir de ahí fuimos avanzando. Siempre nos hemos preguntado un poco si nuestra formación como arqueólogos no nos ha facilitado esta actividad, porque teníamos formación como documentalistas e investigadores, y eso ayuda mucho a la hora de plantear exposiciones temporales. Trabajar sobre artistas o sobre periodos históricos no es tan diferente a trabajar sobre piezas.
-Pero no estaban familiarizados con el arte contemporáneo...
-No, no más de lo que estaba por propio interés. Yo había estudiado Arte y tenía esas inquietudes. Pero Enrique Trullenque nos ayudó mucho en ese sentido, porque conocía todos los procesos del arte y nos facilitó muchísimos contactos. Desgraciadamente falleció muy joven, con 38 años (en 1990), y nos quedamos un poco huérfanos.
-¿Por qué se tomó la decisión de que el arte contemporáneo predominara en las exposiciones temporales?
-Nunca hemos descartado hacer otro tipo de exposiciones, sobre arqueología o etnografía, por ejemplo. Pero eso ya estaba en la colección permanente, y el arte contemporáneo es lo que nos faltaba en la provincia, donde con excepción quizá del Bajo Aragón o el Matarraña, donde había cierto movimiento de artistas catalanes que veraneaban allí, el resto era un erial. Ahora ya tenemos colecciones de arte contemporáneo, que hemos ido formando a través de las Becas Endesa, pero entonces no. Por eso también tuvo mucha importancia Buñuel y el surrealismo, porque ahora ya existe el Centro Buñuel Calanda, pero no en 1989, cuando hicimos las primeras Jornadas sobre Surrealismo. Buñuel había fallecido hacía poco, en 1983, y era urgente reivindicarlo, y reivindicar la creación de ese CBC que llegó en 2000.
-Determinadas manifestaciones del arte contemporáneo no disfrutan de una gran popularidad. ¿Se han sentido en alguna ocasión incomprendidos por el público o las instituciones turolenses?
-Alguna de nuestras exposiciones no se han disfrutado todo lo que se podría, eso sí que me da un poco de pena a veces. Hay muestras que han requerido mucho esfuerzo y quizá han pasado bastante desapercibidas, que no han tenido la repercusión de los medios o del público que esperábamos. Yo he constatado que muchos estudiantes de Bellas Artes en Teruel se han perdido exposiciones magníficas para ellos.
-¿Existe cierta desconexión entre el MPT y los estudiantes de Bellas Artes?
-Así es. Y estoy convencida de que, por nuestra parte, hemos hecho mucho esfuerzo por integrar a ese alumnado y al profesorado, y no siempre lo hemos conseguido. Y así como la Escuela de Arte de Teruel sí que nos he respondido siempre, y siempre han sido nuestros primeros fans, con la titulación de Bellas Artes no ha sido así, y aunque hemos hecho muchas cosas con ellos siempre ha sido a través de algún profesor o profesora en particular. Quizá tiene que ver con que en Bellas Artes había muchos profesores, pero no había un coordinador que pudiera haber facilitado esta conexión.
-¿Cree que esa desconexión puede ser generalizada entre los jóvenes y los museos?
-Puede ser. Quizá los estudiantes ahora vean los museos como algo anticuado. Quizá esa inmersión en las redes está sustituyendo los canales, pero el MPT también está presente en las redes sociales, y no genera tanto movimiento.
-¿Sabe cuántas exposiciones temporales ha organizado en todos estos años?
-Desde finales de 1986, cuando se hizo la primera exposición de Pablo Serrano en el vestíbulo del museo, incluso antes de ser inaugurado. Desde esa hasta Picasso y Aragón. Goya, Gargallo, Buñuel, que ha sido la última en la que he participado (se clausuró el 20 de marzo), han sido 255. Y si le sumamos las que han sido fuera del museo, en total son unas 380. Pero no todas las he coordinado yo, porque algunas las ha producido el equipo de arqueología o etnografía, o bien las ha producido alguna institución externa y nosotros simplemente las hemos albergado.
-¿Cuáles recuerda de un modo más especial?
-Me gustaron mucho las primeras exposiciones que organizamos sobre surrealismo, El collage surrealista, El objeto surrealista fueron fantásticas. La de Remedios Varo me gustó muchísimo, y ayudó un poco a ponerla en el mapa, y en general todas las de surrealismo que ha comisariado Enmanuel Guigon han sido excelentes, dignas del Reina Sofía o el IVAM. Quizá en ese momento las cosas se hacían de otro modo, los préstamos no eran tan complicados y contábamos con mayor presupuesto, y pudimos hacer cosas muy interesantes. Ahora para organizar una a esa altura, como la de Picasso y Aragón ha tenido casi que pasar una pandemia, para tener un poco de dinero que no se había gastado. Para mi ha sido un lujo poder conocer a surrealistas como Eugenio Granell, o Antonio Saura, con ese trabajo surrealista que no se conocía y del que luego el Reina Sofía o el IAACC Pablo Serrano adquirió algunos cuadros. Y también han sido muy interesantes las exposiciones de las Becas Endesa, porque los autores y las obras eran lo más actual y sobresaliente de la escena artística nacional, y después han dado el salto internacional.
-¿Podrán reeditarse algún día?
-Fueron trece ediciones bienales, la última de ellas en 2015, si no recuerdo mal. No solo podrían reeditarse sino que deberían hacerlo. No con Endesa, obviamente, porque entró capital extranjero y la empresa ya no es lo que era. Ese proyecto costaba mucho dinero que se financiaba al 50%, pero debería refinanciarse porque era muy interesante. El MPT no ha perdido la esperanza en ningún momento.
-¿Qué ha sido lo más complejo de su trabajo?
-Tienes que contar con un equipo técnico y contar con un presupuesto. A partir de ahí parece relativamente sencillo organizar una exposición temporal, aunque no lo es. Se mueve un equipo humano muy variado y numerosos, y todo tiene que estar milimetrado. Lo ideal es empezar un proyecto con dos años de tiempo, pero nuestros presupuestos son anuales y la mayor parte de las veces trabajamos con mucho menos tiempo. Las obras vienen de fuera y las peticiones y cesiones hay que planificarlas muy bien, y las exigencias por parte de los propietarios suelen ser exigentes, lógicamente. Son un montón de pasos que tienen que ir muy bien coordinados.
-¿En alguna ocasión el MPT no ha podido acoger alguna pieza por seguridad, espacio o conservación?
-Nuestro espacio tiene muy buenas condiciones de temperatura y humedad, por ejemplo, pero no son las mismas que en el vestíbulo, así que cuando expones piezas tienes que tener muy claro cómo y dónde las vas a poder tener.
-En la exposición de Miguel Ángel Encuentra, la primera tras el confinamiento, una cinta de color salía de un cuadro y llegaba hasta la propia calle... ¿esas cosas complican mucho el montaje?
-Bueno, a veces surgen circunstancias especiales durante el montaje de la exposición. Pero casos como ese son excepciones. Normalmente está todo muy detallado cuando la obra te llega. Cuando expusimos Venus recreándose en la música de Tizziano fue muy mediático, pero realmente cuanto llega el cuadro ya está todo como tiene que estar y no queda nada al azar. Se abre la caja, se desembala, se coloca en el lugar previsto, se ilumina y ya está. Pero el contacto previo con el Museo del Prado para traer ese cuadro había empezado dos años antes.
-¿Le ha quedado alguna exposición en el tintero?
-Supongo que sí... Se me queda una espinita con la inauguración de la ampliación del MPT. Y como el espacio actual ha estado siempre muy limitado a la hora de exponer escultura, mi fantasía era, en el nuevo museo, hacer una exposición de Louise Bourgeois. Y por decir una un poco más verosímil, también me hubiera gustado realizar un proyecto con (María) Bleda y (José María) Rosa, que son unos fotógrafos que trabajan con la memoria y han hecho exposiciones en yacimientos emblemáticos como Atapuerca.
-Esa ampliación del museo que ha mencionado se quedó atascada por la crisis económica y ahora va de nuevo hacia adelante, pero ha sufrido variaciones con respecto al proyecto original. ¿Teruel necesita un museo mejor y más moderno? ¿Lo tendremos algún día?
-No tengo ninguna duda de que es necesario. Y hay que tener en cuenta que estos proyectos siempre se quedan pequeños inmediatamente después de terminarse (risas). Esto nos pasó con el actual MPT, y pasará cuando se inaugure la ampliación, estoy segura. Sobre todo ahora que se lleva tanto la instalación.
-A lo que esté lista la ampliación igual ya se ha pasado de moda...
-(Risas). Sí, y ha regresado la pintura... puede ser. No, en serio, yo creo que el proyecto, aunque ha sufrido cambios, sigue siendo bonito, ambicioso y muy necesario.
-Teruel es la capital de provincia más pequeña de España, tiene el público potencial que tiene, y en el futuro inmediato no va a tener muchos más. ¿Esto ha supuesto alguna vez un problema para justificar la actividad del MPT?
-No, lo cierto es que no. Creo que nunca hemos tenido esa presión. Los diferentes equipos de gobierno de la Diputación nos han dado mayor o menor apoyo, pero es admirable que todos han respetado el proyecto, sin inmiscuirse en su actividad. Creo que todos lo han entendido y lo han sostenido, con independencia de que unos años aumenten los presupuestos y otros disminuyan. Y creo que también ha ocurrido con la sociedad turolense. Nos hemos sentido arropados y nunca hemos tenido que justificarnos esgrimiendo cifras de visitantes. Y dicho esto también te diré que siempre hemos ido en aumento, tando en visitantes forasteros como en público fiel de Teruel.
-Rompieron la barrera de los 40.000 visitantes anuales justo antes de la pandemia...
-Y después, durante el coronavirus, hubo un bajón lógico porque no se pudieron recibir visitantes de fuera de Teruel, pero exceptuando esa época los visitantes siempre han ido en aumento. Y cuidado, que proporcionalmente tenemos muchas más visitas que cualquier otro museo de Zaragoza, Valencia o Madrid de arte contemporáneo.
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