Víctor Sanz, exalcalde de Valbona y autor de 'El desafío de ser alcalde de pueblo’: “Los alcaldes deberían cobrar, pero sin coste, detrayendo partidas de asesores y otros cargos”
“Pretender solucionar la despoblación es una utopía, porque para repoblar un sitio despueblas otro”Víctor Sanz fue el alcalde de Valbona a lo largo de 20 años –hasta las elecciones de 2019–, concejal durante cuatro y presidente de la Comarca de Gúdar-Javalambre a lo largo de una legislatura. Acaba de publicar un libro titulado El desafío de ser alcalde de pueblo en el que hace repaso por esas dos décadas de trayectoria política. El libro se presentará el próximo día 24 de septiembre, a las 19 horas, en el Casino de Teruel.
-Escribe el libro en plena pandemia, ¿fue el momento de sacar tiempo para esa tarea pendiente?
-Efectivamente, había iniciado el libro antes de terminar mi labor en la Alcaldía pero no encontraba momento de continuarlo, pero la pandemia me vino bien para centrarme
-Aunque usted no fue alcalde durante la covid-19, la pandemia está muy presente en el libro, ¿cómo hubiera afrontado el mandato siendo alcalde?
-Me imagino que con cierta angustia y con el problema de la incertidumbre porque creo que a todos les sobrevino el problema, las cosas no estaban demasiado claras y había que actuar un poco a lo que salía. Aunque la verdad es que no me lo he planteado nunca, cuando terminé de ser alcalde cerré como una persiana. Ese mismo día marcó un antes y un después, es una buena medida, saber cortar es importante, no puedes estar siempre pendiente de lo que ocurre.
-Cuando explica sus inicios habla de que le tentaron desde varios partidos, esa dificultad de encontrar candidatos es una constante en todos los pueblos. ¿Por qué?
-Los partidos lo que quieren son candidatos, cubrir el expediente y tener la lista cerrada, insisten e insisten, no les importa demasiado que sea uno u otro.
-¿Qué significa para usted ser alcalde?
-Es el acto más generoso que pueda hacer una persona en beneficio de su pueblo, es el segundo acto más generoso del ser humano, tras la maternidad. Es el acto más generoso que puede hacer una persona por su pueblo porque das tu tiempo, tu persona, restas tiempo personal, no cobras, tu tiempo no es para ti, sino para los demás. Los alcaldes dan todo lo que tienen de sí mismos.
-¿Qué le diría a los que piensan que a los políticos lo único que les motiva son los sueldos?
-Que desgraciadamente es una posición que no se corresponde con lo que es la sociedad, a la política hay que ir con vocación y predisposición para trabajar por los ciudadanos. El que va con las intenciones de llenarse el bolsillo no es lo más propio.
-¿Cree que los alcaldes de pueblo deberían cobrar?
-Sí, yo creo que deben de cobrar porque son el soporte de la política y son los que merecen más que nadie tener una percepción económica, no digo que les pueda dar para vivir, pero sí para compensar un poco el trabajo que están haciendo. Sé que para muchos es discutible, pero hay fórmulas para que esto pueda ser así. Hay actos en los que el alcalde debe de estar presente, algunos perciben por esa representación y debería de ser el alcalde. Pero no debe de significar un coste añadido, sino detraer partidas presupuestarias de asesores y otros cargos políticos, porque si hay un cargo político de relevancia es ser alcalde.
-Casi todos los alcaldes hablan de lo ingrato que es un cargo que, en casi los 236 pueblos de la provincia de Teruel, no está remunerado. ¿Por qué se aguanta, como hizo usted, 20 años al frente del consistorio?
-Lo explico en el libro como mi paranoia personal, lo que te mueve es un interés por tu pueblo que creo que es en exceso, porque si no no se puede entender, a eso yo lo llamo paranoia personal. Sabiendo que no está recompensado, que te llueven las críticas porque no se reconoce tu función y sin embargo sigues ahí, la única explicación es ese interés sobredimensionado por estar ahí y pensando además que, si no estás tu, no va a haber otro que lo pueda hacer mejor.
-Haciendo balance, ¿cuál es el momento que recuerda con más cariño de su etapa de alcalde?
-Personalmente lo que quiero reconocer como el valor de ser alcalde de un pueblo pequeño es el grado de estima por parte de la gente. Los pueblos pequeños no suelen crear grandes problemas, salvo algunos puntuales por parte de gente que quiere contradecir al alcalde. Fue gratificante haber terminado alguna obra concreta, como el pabellón multiusos o sacar un sello conmemorativo del Padre Piquer, que fue un momento muy emotivo para Valbona. Al alcalde le satisface el trabajo terminado y concluido de algo, aunque sea pequeño.
-¿Y la situación que nunca le hubiera gustado vivir?
-Tuve un momento delicado que fue la desaparición de un ciudadano, que al final apareció muerto y fueron días de angustia porque no sabíamos lo que había pasado, es el hecho más angustioso y significativo de mi periodo político. La familia y todo el pueblo en sí estaba angustiado y luego el final fue trágico. También he vivido decepciones, como haber destinado múltiples esfuerzos para conseguir las viviendas tuteladas con las que solucionar el problema de los mayores y, tras recibir una subvención, tuvimos que renunciar por todos los inconvenientes que la Administración nos puso. La preocupación de un alcalde es solucionar los problemas de la soledad de los ancianos, que en un pueblo es tremenda.
-¿Esa burocracia es una gran enemiga de los alcaldes de pueblo?
-Lo digo yo y se dice en casi todas las mesas de despoblación, se legisla más para las ciudades grandes que para los pueblos pequeños, que deberían de tener otra consideración. Me gusta recordar una anécdota de un señor que se vino de vivir de la estepa rusa a un pueblo de Cuenca, mantuvo la escuela con los niños que trajo y tomó las riendas de ser alcalde pero luego se dio cuenta que las leyes a nivel estatal y provincial no le servían para vivir en el pueblo.
-¿Su libro pretende ser un manual para los que se animan a coger el bastón de mando?
-No, en absoluto, mi pretensión en el libro es defender a los alcaldes, potenciar el trabajo y la actitud de los alcaldes y que se reconozca el trabajo tanto a nivel social como económico.
-Usted no tenía, según cuenta en el libro, una gran vinculación política. Al final se presentó por el Partido Popular, ¿mantiene la relación con el partido?
-Nunca me sentí político, ni siquiera estando en política, pienso que para ser alcalde de un pueblo, que es lo que pretendía yo, era suficiente con actuar y ser. Acepté entrar en el Partido Popular como independiente porque me garantizaban más que en el otro partido que vino a verme, la persona del PP me pareció más solvente. No me he sentido nunca político, sino que he sido una persona que me he dedicado a trabajar por mi pueblo, aunque directamente estás abordando la política. Entro a la política con total libertad y el día que me marché lo hice también libre, no hay un vínculo en absoluto porque siempre me he considerado una persona libre. Mi compromiso con el partido fue ser alcalde de mi pueblo, no me interesa otro tipo de relación con la política.
-¿A quién acuden los alcaldes de pueblo cuando tienen dudas?
-Normalmente no encuentras dónde ir, hablo en el libro de la soledad del político, porque cuando necesitas atención para que te solucionen el problema no la encuentras, normalmente te ves solo ante el peligro. Afortunadamente no tuve grandes problemas, creo que los que iban viniendo supe solucionarlos y lo que no podía lo daba por perdido, como lo de las viviendas tuteladas, que me vi incapaz de sacar adelante porque los que tenían que solucionarme el problema fueron los que pusieron la dificultad. Es otra de las cosas que pido, atención para los alcaldes.
-¿Cómo se solucionaría esa falta de atención?
-Creo que los partidos deberían tener, que creo que lo tienen, un cuerpo jurídico y sobre todo la capacidad para ir de cara al problema y solucionarlo. ¿Cómo se puede solucionar? Yo desgrano la idea de que al partido le interesa que haya un candidato y luego ya te apañarás, te surgen los problemas y sí, te echan una mano, pero realmente la angustia la vive el alcalde porque no ve respuesta inmediata, si es que la hay, porque a veces tampoco la hay.
-En los últimos años la palabra despoblación aparece en todos los discursos. ¿Puede hacer algo un alcalde por frenar la sangría demográfica en su pueblo?
-Sí, son los únicos que pueden hacer algo y son los únicos con los que no se ha contado para el tema de la despoblación. Nosotros tenemos el problema, nosotros tenemos la solución porque estás en contacto con la situación, en el caso de que se pueda solucionar, porque hay una irreversión de la despoblación, no es tan fácil. Solamente conocen la situación los Ayuntamientos y a los alcaldes no se les ha tenido en cuenta, he asistido voluntariamente a todas las reuniones y me he encontrado con cuatro o cinco alcaldes. ¿Quiere decir que no tienen interés? No, ni mucho menos, pero están resignadosr. En este tema se habla mucho de despoblación pero poco de despueblación, que es quitarle esencia al pueblo y eso es lo que está pasando, estamos perdiendo muchas cosas, habría que rescatarlas.
-Explíquese
-Diferencio entre población y pueblo, población son los que viven en un lugar y pueblo son todas las personas que están unidas por unos lazos y lo más importante es mantener la convivencia. En las 21 soluciones que presenté al Senado para la despoblación la primera es la convivencia, la segunda es la atención a la mujer, si la mujer no está a gusto y no tiene vida para ella y sus hijos, se marcha. En esas 21 propuestas no se habla de dinero directamente. Hay que sentarse y ver qué soluciones tenemos para los pueblos y formar unidades, por ejemplo las comarcas es un buen recurrente para buscar soluciones al tema de la despoblación. El catedrátido Luis Antonio Sáez, que es de Gea de Albarracín, habla de estado de infelicidad y eso es precisamente lo que se trata de corregir, en los pueblos hemos perdido todo, la convivencia, el vivir a gusto y feliz. Pretender solucionar la despoblación es una utopía, porque para repoblar un sitio despueblas otro. Lo que hay que hacer es solucionar la vida de los que viven en los pueblos para que la gente viva feliz e igual entonces hay más gente que quiera vivir ahí.
-¿Cualquier iniciativa está entonces abocada al fracaso?
-Llevamos once años hablando de este tema y, ¿donde estamos? En el mismo sitio. ¿Qué fórmulas hay?, ¿quien le va a hincar el diente a eso? No tenemos grandes proyectos para la solución de la despoblación, en el caso de que la haya. Todo el mundo habla de la despoblación, pero hacer, lo que es hacer, en más de una década se ha hecho poco. Lo veo tremendamente complicado. Corresponde a cada municipio ver qué se puede hacer por lo menos para mantener lo que ya hay y convertir el pueblo en un foco atractivo para que venga gente, pero ¿de dónde va a venir gente?, traer a gente de fuera son injertos, es muy difícil que la gente se integre. No es cuestión de traer un vagón con gente, porque si no hay convivencia no hay pueblo.
-¿De qué depende quedarse a vivir en el pueblo o irse?
-Si mis condiciones de trabajo y mi relación personal es buena te quedas a vivir ahí. Si no estás a gusto en un sitio, no te quedas, hay que estar a gusto para ser feliz. ¿Qué condiciones debe haber en un pueblo para ser feliz? A mí me preocupa mucho el tema de la convivencia. Luego hay otros problemas añadidos, como la vivienda y eso que hay muchas vacías, en Valbona hay 270 viviendas, pero habitadas todo el año unas 60.
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