

Unos 40 negocios de la Sierra de Albarracín necesitan relevo generacional para evitar bajar la persiana en un plazo de diez años
El sector maderero y el de los servicios son los más afectados por la ausencia de renovación empresarialSi encontrar personal para trabajar en los establecimientos del medio rural turolense es una odisea, localizar sucesores para el negocio es una hazaña prácticamente imposible. Así queda constatado en la Sierra de Albarracín, donde actualmente hay un total de 40 negocios, sin incluir los del sector agrario o las viviendas rurales y de uso turístico, cuyos propietarios se jubilarán en el plazo de diez años y, si no se remedia, bajarán la persiana por no tener relevo.
La mayor parte de estos emprendedores tienen más de 55 años y su jubilación supondrá, si no se busca solución pronto, el cierre del negocio y con él una pérdida de la calidad de vida para el resto de los vecinos de esa población. Uno de los casos más extremos son las panaderías, que "implica una ausencia de un servicio muy importante para todo el territorio, porque se abastecen varios pueblos de la zona", argumenta Vega Latorre, que es técnica de Asiader, la Asociación para el Desarrollo Rural de la Sierra de Albarracín, y la que se ha ocupado de realizar un informe en el que han participado todos los grupos de acción local del proyecto Pueblos Vivos.
En este informe queda patente que los negocios vinculados al sector de los servicios (sin incluir hoteles y restaurantes, que sí cuentan con alternativas para no cerrar) y el de la madera son los más afectados.
Muchos de los panaderos serranos superan los 60 años y ven difícil que el horno siga en marcha tras su jubilación. Sí hay ejemplos de relevo generacional en Orihuela y Bezas, donde los hijos se han animado a seguir los pasos de sus padres y, de momento esos pueblos, al igual que Gea, están salvados. En peor situación se encuentran Terriente o Royuela, cuyos propietarios están ya en el ocaso de su vida laboral. En Albarracín hay dos despachos de pan, pero en ambos sus propietarios rondan la edad de jubilarse y el horizonte para ambos establecimientos no es demasiado halagüeño. En Noguera, Frías y Torres había panaderías, pero han cerrado en los últimos años.
Las carnicerías son otros negocios que no lo tienen sencillo y las existentes en varios municipios "están prácticamente temblando", relata Vega Latorre. En otros lugares, como Albarracín, sí hubo traspaso y ahora se ocupa de ella un carnicero de Orea (Guadalajara).
Aserraderos
Tampoco es buen momento para el sector de la madera y la previsión es que en un margen de muy pocos años queden parados prácticamente todos los aserraderos de la Sierra. Entre los gestores de estas empresas hay poca diferencia de edad, ya que todas se pusieron en marcha más o menos en la misma época del pasado siglo, en un momento muy bueno para el sector.
Uno de esos casos es el de Carpintería Almar, en Orihuela del Tremedal, donde los hijos del dueño tienen otras profesiones diferentes y los trabajadores que están contratados rozan la jubilación. El empresario, Ángel Arcos, que ahora tiene 62 años y es hijo, nieto y bisnieto de carpinteros, cuenta con una buena cartera de clientes, por lo que su negocio, en el que tiene ocho empleados, no sólo está en funcionamiento, si no que es rentable pero, aún así, por ahora está abocado a dejar las sierras paradas. “Si fuera una ciudad sí habría alguien interesado, pero la gente no se quiere ir a vivir al mundo rural”, dice.
Arcos plantea que estaría bien contar con un plan como los que se pusieron en marcha en las zonas mineras para “reflotar” industria y empleo porque “si no se va toda la Sierra al garete”. Recuerda que sólo en Orihuela había un centenar de puestos vinculados a la madera y ahora quedan apenas una quincena.
Sin embargo, la problemática no es similar para todo tipo de negocios puesto que los bares y restaurantes, aunque no están incluidos en el estudio de Asiader, tienen más fácil el traspaso. Así, recientemente se han reabierto o cambiado de gestores varios en Albarracín.
La carencia de mano de obra es un escollo importante para el sector empresarial. Ya ni siquiera buscan personal cualificado, sino que se ofrecen a formarlos, y en muchos casos ni aún así encuentran gente. El actual gestor de la panadería de Orihuela, Ramón Jiménez, lamenta esa falta de mano de obra que pudiera aliviar la carga de trabajo en los negocios familiares como el suyo.
A ello se suma otro problema añadido, que es la escasez de vivienda. Por eso, en muchos pueblos los Ayuntamientos y particulares ofrecen un hogar asociado al negocio, como en Monterde, donde requieren gestor para su Multiservicio Rural, que va acompañado de un piso; o en Rodenas, cuyos propietarios de la quesería necesitan una familia que les ayude y, más adelante, se ocupe en exclusiva del negocio, que cuenta con alojamiento en las propias instalaciones.
A todas esas trabas se suma otra con un peso nada desdeñable y es el componente emocional a la hora de traspasar: "Parece que se habla solo de los números, pero detrás hay muchas más cosas, como el miedo, la incertidumbre...", relata Latorre, quien precisa que es necesario que los empresarios estén "acompañados" a la hora de tomar decisiones sobre la deriva de su negocio una vez ellos estén inactivos.
Hay quien no tiene claro lo del traspaso porque su negocio está en instalaciones familiares de las que no quieren desprenderse y también los que dudan de si sus sustitutos podrán hacerse cargo de esa empresa hasta ahora familiar.
Por otro lado, hay otros aspectos que pesan a la hora de no contar con relevo generacional y son los complejos trámites administrativos y los costes que acarrea sacar adelante un negocio, que son similares en un pueblo de un centenar de habitantes que en una ciudad con millones de personas, según lamentan los propios afectados.
Los datos analizados en el informe provienen de la base de datos de empresas de Asiader, actualizada con diversas consultas realizadas a las instituciones locales del territorio. Todo ello ha permitido obtener una visión más detallada sobre el panorama empresarial y los posibles escenarios de traspaso o cierre de negocios en los próximos años. En este sentido, desde el grupo de acción local indican que no se ha llegado a todas las empresas serranas, aunque sí a una gran parte de las mismas.
Situación similar en Aragón
La técnica de Asiader relata que la radiografía de la Sierra de Albarracín es una fotocopia de la de otras zonas aragonesas. "Según los datos recogidos por los grupos de acción local participantes en el estudio, cuando se pregunta a un empresario si tiene relevo para su negocio, en torno al 70% dicen que no.
Los hijos no suelen ser una opción para coger la empresa porque se han formado en otros sectores y muchos empresarios dicen que "no quieren esa vida para sus descendientes porque la conocen bien". Tampoco entre los que tienen trabajadores hay alternativas de relevo puesto que muchos ya no son tan jóvenes como para hacer frente a ese traspaso.
Desde Asiader plantean que varias instituciones han detectado la problemática, desde la Cámara de Comercio a la Diputación pasando por los grupos de acción local: "Tenemos que ofrecer una solución completa, sin fisuras, porque los empresarios necesitan una guía", dice.
“El horno es una oportunidad para seguir en Orihuela”
Ramón Jiménez se ha criado entre las harinas y la leña del horno de sus padres, en Orihuela del Tremedal. De ellos aprendió a hacer pan y pastas y tenía claro que continuar con la panadería “es una oportunidad para seguir en el pueblo”, que es donde le gusta vivir. Ahora se ocupa de hacer el pan junto a su mujer, Ariadna Lahuerta, una catalana que veraneaba en Guadalaviar y que ahora es su mano derecha en el despacho de pan.
Fabrican el pan con leña, “da faena, pero las cosas están mejor”, reconoce. Eso sí, exige un mayor control, que se aprende con la práctica, y tener varios tipos de troncos porque “si quieres que suba más deprisa hay que echar pino y el rebollo y carrasca si quieres que baje”, dice.
La pareja sabe que presta un buen servicio en su pueblo y sienten el agradecimiento de los vecinos, aunque apuntan que no se lo dicen. “Cualquier servicio que esté abierto en el pueblo es un beneficio para todos” asegura Ramón Jiménez, quien destaca que la gente joven no tiene problema en coger el coche para cualquier compra, pero los mayores tienen una movilidad más reducida.
Panadería Jiménez la puso en marcha hace casi medio siglo Lorenzo Jiménez tras trabajar algunos años en la otra panadería que había en ese momento en Orihuela y que no tuvo relevó con la jubilación de los dueños. Ahora Ramón y Ariadna siguen las recetas de siempre, para que, al menos en el pan, Orihuela conserve todo el sabor.

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