Sueños napolitanos en Gea por Navidad
La localidad exhibe dos belenes ambientados en Nápoles, uno del siglo XVIII de tamaño naturalAlgunos de los mejores belenes de la provincia unen sus fuerzas para darse a conocer
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Los belenes napolitanos son menos frecuentes que los hebreos, pero Gea de Albarracín tiene dos, uno de ellos compuesto por el nacimiento a tamaño natural y otro con un total de 60 personajes y diferentes escenas en las que no falta un detalle. Se exponen durante estos días navideños en horario de 18:00 a 20:00 horas en la Iglesia Parroquial de San Bernardo Abad.
Las figuras de María, Jesús y el Niño a tamaño natural y conocidas en la localidad popularmente como Los Señores, son originales del siglo XVIII, auténticas joyas que las monjas Capuchinas conservaron con mimo y ahora todos los vecinos y visitantes pueden admirar durante los días navideños.
Precisamente esas figuras antiguas fueron las que inspiraron el belén que un grupo de voluntarios quisieron montar en la localidad para renovar el que los propios escolares habían pintado de forma artesanal 30 años antes. “Nos decidimos a sustituirlo por uno napolitano porque la iglesia es barroca y además el original que tenemos del convento era de ese estilo”, relata Luis Arturo Giménez Alamán, que forma parte del equipo encargado de su montaje y diseño.
Esas figuras del belén a tamaño natural debieron llegar, explica Giménez, a través de la fundadora de espacio conventual, Inés María Cuartero, que era muy amiga de una mujer que residían en Nápoles. Se trata de grandes personajes vestidas con ropajes barrocos originales, “una auténtica joya artística y perfectamente conservada”, especifican desde la organización.
Los belenes napolitanos, a diferencia de los hebreos, no recrean Belén en el momento en el que nació Jesús, sino que son una expresión artística y religiosa nacida en Nápoles en el siglo XVIII y tanto los edificios como las vestimentas que presentan las figuras son típicas del barroco.
A diferencia de los belenes tradicionales españoles, los napolitanos se caracterizan por su riqueza decorativa y por incluir escenas de la vida cotidiana del siglo XVIII. Personajes como panaderos, carniceros y músicos, junto con animales y paisajes urbanos, se integran en una composición que va más allá de la representación bíblica. La Sagrada Familia, ubicada en el centro de la escena, convive con un bullicioso mercado que simboliza la humanidad y la universalidad del mensaje cristiano.
Hay algunas figuras típicas de estos belenes que no faltan en Gea de Albarracín, como el oficio del librero, el quesero o el Pulchinela, que es “un artista enmascarado que sobrevive como puede, mendigando y tocando la guitarra y la laúd”, apunta Giménez. Otro personaje que tampoco falta es el Pastor Benino, “que está dormido y es muy importante en estos belenes porque representa la llegada de la Navidad, del nacimiento de Jesús y toda la escena que hay sobre él es como un sueño que muestra el derroche de vida por la llegada de la Navidad”, relata el montador.
El nacimiento está cargado de metáforas y la propia escena central exhibe a la Sagrada Familia sobre unas ruinas, con columnas romanas rotas, que simbolizan la caía de la antigua religión. Esa decadencia queda plasmada también en los edificios, con un toque ruinoso “que recuerdan a Nápoles”, dice Giménez, quien añade que algunos de los edificios han sido comprados y otros elaborados de forma artesanal por Enrique Cobos.
También hay diversos guiños hacia la propia localidad, como San Bernardo, patrón de Gea de Albarracín, que aparece vestido con un hábito blanco de monje y cuyo rostro es una copia de la imagen que se saca en procesión en agosto. Junto a él está San Francisco de Asís, a quien se le considera iniciador de la tradición belenística hace ahora 801 años. Además, en uno de los carros de un comerciante aparece un cuadro con la imagen de San Bernardo que es una reproducción en miniatura del que hay en la iglesia del Abrazo de San Bernardo con Jesús que a su vez es una copia de una obra de Francisco Ribalta que se expone en el Museo del Prado de Madrid.
Los belenes napolitanos son muy escasos en Aragón y Luis Arturo Giménez Alamán indica que él sólo sabe de uno en Alcañiz, otro en Monzón y un tercero en Zaragoza. “Tuvieron su momento de auge pero luego fueron desapareciendo, ahora hay uno muy bonito en el Palacio Real de Madrid que se conoce como el Belén del Príncipe”, concreta. El de Gea forma parte de la Ruta de Belenes de Teruel y, desde este mismo año, también de la Ruta del Belén de Aragón.
Rostros grotescos
Una de las particularidades de los belenes napolitanos es que las figuras de la escena principal presentan rostros dulcificados, con caras serenas, mientras el resto de los personajes reflejan la “fealdad, son grotescos porque en el barroco hubo un giro del gusto y empieza a representarse lo feo en contraposición con esa belleza más serena”, especifica Luis Arturo Giménez Alamán.
Las figuras del belén de Gea se han adquirido en la calle San Gregorio Armeno de Nápoles, donde están las tiendas especializadas en estos elementos. Las figuras de estos belenes tienen los rostros, pies y manos de terracota cocida y pintada, mientras que el esqueleto es de alambre recubierto de esparto, de forma que son móviles y las escenas pueden ir cambiando y adaptando a ellas a los personajes.
Ropajes cosidos a mano
Los belenistas compran las figuras, pero los ropajes son confeccionados por voluntarias de Gea. Precisamente los trajes que lleva la Sagrada Familia los cosieron las monjas de la localidad, aunque ya desde su nuevo destino porque se habían ido de tierras turolenses.
El belén napolitano tiene en torno a 60 figuras de 35 centímetros de alto y ocupa en conjunto una extensión de unos 28 metros cuadrados. La idea, explica Giménez, es que continúe creciendo con la incorporación de nuevos personajes y los primeros que van a sumar son unos seis ángeles y niños que, por supuesto, comprarán a su comerciante napolitano de confianza.
La llegada de los belenes napolitanos a España se atribuye a la influencia de Carlos III, quien, antes de reinar en España, fue rey de Nápoles. Fascinado por esta tradición, el monarca introdujo este elemento decorativo en la corte española tras su ascenso al trono en 1759. Carlos III encargó piezas para el Palacio Real de Madrid, marcando el inicio de una tradición que se expandió rápidamente entre la nobleza y el clero, y más tarde entre el pueblo llano. Su interés no solo respondía a la fe, sino también a la admiración por el virtuosismo artístico de los artesanos de Nápoles.
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