Los baños forestales, una práctica habitual en japón, ya se pueden realizar en Villarroya de los Pinares
Liberar el estrés rodeados de pinos y sintiéndose una parte más del bosqueSin ver a nadie, con el sonido del viento animando a dar vía libre a los pensamientos y las moscas recordándonos que la naturaleza somos todos. Lo bueno y lo malo están en ella. Desde esa planta delgada y enhiesta cuyo único objetivo es mantenerse erguida –posiblemente hasta que la pisen, aunque eso no le preocupa porque no está en su mano evitarlo– hasta las ramas de los árboles, que llaman desde arriba para que centres la atención en ellos y, de paso, veas la inmensidad del cielo. Ese cielo que te hace sentir tan insignificante y, a la vez, solo y respirando pinar por todos los poros de la piel, tan poderoso. Esas son algunas de las miles de sensaciones que se pueden obtener de un baño de bosque, cada una distinta, como cada bañista.
“Venimos a ser nosotros, a sentir lo que nos pida el cuerpo”. Así indica Serafina Buj, propietaria de la empresa T-Guío de Villarroya de los Pinares, al inicio de cada baño forestal que las pretensiones a la hora de disfrutar del monte no son grandes ni se busca nada concreto. Esa es precisamente la esencia de una actividad en la que se acude al bosque no para recoger nada, simplemente “a ser y a estar”. Pero no se está en cualquier parte, ya que la guía dirige al grupo hasta un punto donde los únicos ruidos son los que ofrece la naturaleza y en el que no es necesario pedir a los participantes que apaguen el móvil porque no hay cobertura de ninguna compañía.
Por eso los baños de bosque son totalmente diferentes al resto de momentos en los que se disfruta del pinar, a veces para buscar leña, otras para ir a por setas o, simplemente hacer senderismo. Porque un baño de bosque es mucho más que un paseo, está más vinculado a la espiritualidad que a la actividad deportiva, constituye una reconexión con uno mismo y un tú a tú con la naturaleza.
La experiencia que cada uno obtiene de esas más de dos horas en contacto directo con pinos, matorrales y fresas silvestres difiere y mucho, como queda patente en la puesta en común que la persona que dirige la actividad propicia al final de la misma. Unos destacan la sensación de paz, otros el tomar conciencia de su propia respiración, la energía positiva que les ha inundado o el poder escuchar el sonido del corazón. Eso sí, todos coinciden en que, a través de sentimientos de encuentro con la naturaleza, consigo mismo o simplemente por el silencio o el sonido de los elementos naturales, han logrado relajarse y olvidarse de todo.
Con ese objetivo nacieron los baños de bosque en los años 80 en Japón, donde se denominan Shinrin Yoku, cuyo significado textual es “absorber la atmósfera del bosque”. En el país nipón se idearon con el objetivo de potenciar la superficie forestal que tienen y, sobre todo, ayudar a paliar el estrés y la ansiedad que, según diferentes estudios, sufren sus habitantes. En los últimos años se ha convertido en una práctica habitual entre diferentes estratos de la población debido a los beneficios que reporta.
Formar parte de la naturaleza “Somos naturaleza, formamos parte de ella”, dice Buj antes de invitar a sus bañistas a “reconectar” con el bosque. A lo largo del paseo, que dura dos horas y media, ella va dando indicaciones, pero anima a todos los participantes a hacer lo que les apetezca en cada momento. Precisamente ahí radica el éxito de la actividad, en que cada persona pueda extraer sus propias vivencias.
La primera invitación es a coger un objeto del propio bosque y transmitirle la preocupación que en ese momento les atormenta. No se trata de plantear al vegetal los grandes problemas, sino “esas pequeñas cosas” en las que han estado pensando en los últimos minutos y que, de no apartarlas de la mente, pueden no dejarles sentir la experiencia plenamente.
Uno de las indicaciones que Serafina Buj plantea a los participantes es un paseo lento, tan lento que apenas se mueven pero les permite ver que, hagan lo que hagan los humanos, la naturaleza sigue su curso. No por moverse más rápidos o con mayor lentitud el resto de los actores que están sobre el escenario –acículas de pino, musgo, piedras o pájaros– cambian el ritmo de su movimiento. “Este es uno de los pasos que más estresa a los participantes según me comentan, están tan acostumbrados a caminar deprisa y no saben hacerlo a cámara lenta, les cuesta mucho”, relata la guía turística.
Un baño de bosque ofrece una sensación de libertad y seguridad, conceptos que, tras el último año y medio marcado por la pandemia, cobran un especial valor. En este sentido, Serafina Buj apunta que alguno de los participantes se ha emocionado al sentirse libre y valorar esa impresión como nunca antes lo había hecho. “Una chica se echó a llorar y casi nos hace llorar a todos al explicarnos su experiencia”, comenta la emprendedora.
Las invitaciones que se realizan durante el baño forestal ayudan al participante a encontrarse más a gusto consigo mismo. “Buscad el árbol con el que os sintáis identificados”, “localizad ese lugar que os gustaría que fuera una habitación de vuestra casa”, sugiere la guía de T-Guío.
Bullicio o soledad
La elección de los árboles son un reflejo de los intereses vitales de cada uno. Unos se quedan con pinos al lado del camino en una búsqueda por contactar con la sociedad, otros seleccionan los que albergan el bullicio de los pájaros para no sentirse solos y los hay que se decantan por los que están plagados de musgo porque les resulta gratificante admirarlo o quienes se van al más alejado porque les gusta la soledad.
La actividad se desarrolla en un silencio casi total que ayuda a despertar todos los sentidos. Porque el pinar da leña, piñas y rebollones, pero también huele, suena y se siente.
El viento sopla en la lejanía pero no en ese momento en el pinar, donde las ramas solo se mueven si las saca a bailar algún pájaro que anuncia el dance cantando. El sonido metálico de las esquilas de las ovejas recuerda que hay más vida detrás del muro de árboles y sobre el cielo se mueven las nubes a diferentes niveles, en una coreografía acompasada. El hecho de que la experiencia sea gratificante no es casual sino que responde a que los pinos emiten unas partículas que tienen un beneficio directo en el organismo, según puntualiza Buj, que cierra la sesión entre los pinos con una ceremonia del te para que los participantes se lleven “parte del bosque” .
En la provincia hay otros lugares donde se ha impartido formación para la realización de los baños de bosque que, en un futuro, podrían ser un importante atractivo turístico dadas las numerosas hectáreas forestales que hay en Teruel y a la cercanía de grandes urbes cuyos habitantes necesitan un espacio donde pisar el freno y replantearse su ritmo de vida.
En T-Guío se adaptan a la demanda de los usuarios, aunque Buj comenta que su momento preferido del día es el atardecer ya que así la experiencia concluye sobre el puerto de Villarroya admirando la puesta de sol y degustando productos de la tierra. Entre el recorrido por la zona forestal y el atardecer, la actividad se prolonga durante más de tres horas. No hay un mínimo de personas para realizar el baño, pero la guía no suele llevar grupos de más de ocho personas para que la experiencia se pueda disfrutar con intensidad. El coste de esta actividad en el Maestrazgo es de 20 euros por persona.
“A mis alojados les va a encantar, será la experiencia de las 5 Ar”
“Amar, desconectar, contemplar, conectar y disfrutar, a mis clientes les venderé la experiencia como sentir las 5 Ar”, explica Pilar Tena, propietaria de una casa rural en Fortanete tras participar en un baño de bosque con Serafina Buj en Villarroya. Lo que más le ha gustado de la experiencia ha sido el disfrute de todos los sentidos. Alba, que trabaja en la oficina de turismo de Cantavieja cree que la inmersión forestal puede resultar muy beneficiosa, sobre todo para “las personas que llegan hasta aquí y están todo el día con el móvil”, dijo, para añadir que “poder desconectar y estar dos horas sin cobertura, sintiendo el monte, les vendrá muy bien”, relata. Ella misma no vive en una ciudad, sino en el Maestrazgo, pero reconoció que ese tiempo en contacto con la naturaleza le dejó “como nueva”. Laura es de Zaragoza pero lleva varias semanas alojada en una vivienda de Villarroya de los Pinares y se mostró fascinada con la actividad. “Te das cuenta de lo bueno que tenemos y que no apreciamos”, dijo, para añadir que cree que resultaría una buena actividad para realizar también con niños: “Ahora están desnaturalizados, son tecnológicos y hacer algo así estaría muy bien”, sentenció. Pilar, que es Monteagudo del Castillo aunque vive en Murcia, relató que, al sentarse bajo un árbol, notó “muchas sensaciones”, pero sobre todo “una gran relajación”.
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