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El encierro de las ocas que limpian el río  de Villarroya, atractivo turístico del verano El encierro de las ocas que limpian el río  de Villarroya, atractivo turístico del verano
Los niños, ayudados por sus palos, son los encargados de dirigir a las ocas desde el río hasta los toriles, siempre. bajo la supervisión de Elisa Buj, que es la que se encarga de cuidarlas

El encierro de las ocas que limpian el río de Villarroya, atractivo turístico del verano

Las aves llevan 20 años en el pueblo, aunque hasta ahora permanecían todo el día libres
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Cruz Aguilar

En Villarroya de los Pinares, como en el resto de Aragón, este año no ha habido fiestas, pero cada día se ha realizado un encierro de animales que ha concluido en los toriles y que se ha convertido en todo un atractivo turístico del municipio. Sin astas, pero con picos, porque las protagonistas del periplo han sido media docena de ocas dirigidas hasta el corral por todos los niños del pueblo.

La localidad cuenta desde hace alrededor de 20 años con unas particulares vecinas que se ocupan de la limpieza del cauce del Guadalope, sobre todo durante el verano, cuando el poco caudal propicia el crecimiento de hierbas. Las ocas se comen las plantas con ayuda de los patos que cada verano llegan hasta la localidad atraídos por el alimento que les proporciona el río y la panadera, Elisa Buj, que es la que se ocupa de las ocas y de darles pan seco para completar su dieta.

Sin embargo, aunque las ocas son ya veteranas en el municipio, los encierros al atardecer son una novedad de este año y se deben a que las aves son todavía muy jóvenes y están en riesgo por la noche debido a la presencia de zorros. Precisamente estos depredadores fueron los que acabaron con la bandada el invierno pasado, de la que solo queda una oca que se ha sumado a las cinco adquiridas este año por el Ayuntamiento.

Elisa Buj, con sus pequeños ayudantes, en el encierro de las ocas

“Se compraron en primavera”, explica el alcalde, Diego Villarroya, pero como eran pequeñas Elisa “las sacó adelante”. Ahora siguen encerrándolas porque creen que todavía no se saben defender solas, aunque la idea es que cuando sean adultas vivan durante todo el año al aire libre. El encierro de las ocas, en el que participan los niños de la población, se ha convertido en un atractivo turístico y cada tarde, a un horario que varía en función de la luz del sol, veraneantes y visitantes inmortalizan el momento con sus móviles.

Elisa Buj comenta que las ocas no son presa fácil, aunque no tienen tanta agilidad como los patos, que corren menos riesgos porque, ante una amenaza, levantan el vuelo. Ella vive al lado del río y se ocupa de sacarlas por la mañana y recogerlas por la noche, eso sí, ayudada por los niños y sus palos de pastor de ocas. También les da de comer, sobre todo en invierno, en el que su plumón les permite no pasar frío a la orilla del Guadalope.

La presencia de las ocas es desde hace dos décadas un atractivo turístico y Buj lo achaca a la falta de animales que hay actualmente en los pueblos. A todo ello se ha sumado el encierro vespertino de cada día, y la panadera comenta que “ha habido tardes con más de 40 personas viendo el paseo. La gente alucina de que en Villarroya haya ocas y patos sueltos por el pueblo”.

Desde los primeros días contó con la ayuda de sus nietos de 7, 6 y 2 años a los que pronto se unieron el resto de niños del pueblo. “A la hora en punto tengo a todos los niños preparados”, asegura.

La comitiva se dirige desde el río hasta los toriles, atravesando la plaza en un curioso encierro que no deja indiferentes ni a vecinos ni a turistas.

Las ocas son unas vecinas más de Villarroya de los Pinares

Las ocas son animales territoriales y, aunque dejan que la gente se acerque a hacerles fotos, por la noche siempre hay una vigilante, que no duerme para alertar de posibles peligros. Además, son animales monógamos y Buj apunta al respecto que la oca que sobrevivió el invierno pasado “se puso mala, iba todo el día gritando por el río de lo que echaba de menos a su pareja”. El animal se quedó solo hasta la primavera, y ahora es la más veterana de las seis que hay.

A Elisa Buj ya la conocen las ocas y, si alguna mañana se olvida de darles su ración de pan seco, se acercan hasta la panadería chillando para recordárselo. Les gusta mucho el pan, pero remojado, y si alguno de los trozos que les lanza cae fuera del agua lo cogen con el pico para comérselo blando. “Me he criado con animales y me gustan mucho”, dice para justificar el trabajo extra de estos meses.

Hay tres ocas blancas y otras tres grises y, de momento, ninguna tiene nombre y eso que son las vecinas más populares de Villarroya de los Pinares.

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