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La despoblación no da tregua y ni siquiera la innovación educativa logra salvar la escuela de Pitarque La despoblación no da tregua y ni siquiera la innovación educativa logra salvar la escuela de Pitarque
Acharf Labriyai, izquierquierda, Ismael Labriyaj, Eloy Moliner, Alberto Toro y Youssef El Madri, en el aula de Pitarque, que el día 22 abrirá puertas por última vez

La despoblación no da tregua y ni siquiera la innovación educativa logra salvar la escuela de Pitarque

El colegio, señero en nuevas tendencias pedagógicas, termina curso y cierra definitivamente
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Cruz Aguilar

Mil grullas con otros tantos sueños cuelgan del techo del colegio de Pitarque. En ellas los niños han escrito sus anhelos, sus planes de futuro y sus ilusiones. Pero a las aves les quedan pocas horas de vuelo porque el día 22 de junio será el último día de una escuela que ha sido ejemplo de innovación pedagógica durante los últimos 14 años. Y es que cuando se habla de despoblación no hay revolución educativa que valga y Pitarque ha sucumbido a la sangría demográfica que cercena el futuro de tantos pueblos de Teruel.

El cierre del colegio dejará huérfanos no solo a los niños –solo cuatro en el aula este año y ninguno por entrar–, sino a toda una población que ha tenido en la escuela un centro neurálgico en el que sus hijos han aprendido matemáticas y ciencias, pero también a hablar en público, a relacionarse con otras personas y, sobre todo, a pensar por sí mismos.

El alma mater de la formación en Pitarque durante los últimos 14 cursos ha sido Alberto Toro, un maestro rural cuyas clases se salen de los libros porque la mejor manera de aprender, por ejemplo, geometría es haciendo figuras que, al colgarlas de paredes y techos, recuerdan continuamente ese nuevo conocimiento adquirido.

En este curso han asistido a clase cuatro niños, Eloy Moliner e Ismael Labriyaj, que acaban Educación Primaria, y Achraf Labriyaj y Youssef El Madri, más pequeños pero insuficientes para mantener el aula abierta. Además, la familia Labriyaj se muda a Alcañiz, por lo que el único chaval de Primaria que al curso que viene vivirá en el pueblo será Youssef, que se trasladará cada día a Villarluengo.

Sillones

Sentados en unos sillones que tienen en medio de plantas de aloe vera, potos y cactus se les llena la mirada de orgullo al hablar de lo que más le gusta de su cole. “Han sido años muy felices que recordaré toda mi vida”, relata Eloy Moliner. “¿Que qué es lo que más me gusta?”, repite pensativo Ismael Labriyaj, “Alberto y los niños que han pasado por aquí”. En total han sido 13 alumnos en 14 años, una enseñanza personalizada que, sin duda, les ha marcado.
 

Susana Vera hablando con Ismael, Achraf y Eloy en Pitarque


Alberto Toro tiene vocación de maestro, pero de maestro de los de verdad. Le saca el máximo partido al entorno, que en el caso del Maestrazgo es privilegiado, y seguro que todos sus alumnas se acordarán, cuando vean nevar,  de ese iglú que construyeron para relajarse en pleno temporal Gloria. Las intensas precipitaciones provocaron el corte del suministro eléctrico y el profesor aprovechó para impartir una enseñanza de vida: “La ayuda mutua es muy necesaria en esas ocasiones en las que falta todo y hay que tirar de la humanidad de las personas”, decía entonces Toro.

El colegio de Pitarque se ha ido adaptando a las necesidades de los chavales y a sus experiencias formativas. Aunque el aula pronto pasará del horror vacui al vacío, ahora las ventanas están repletas de hojas de diferentes formas, en las puertas hay teselas de colores y de las paredes, en los huecos que dejan las estanterías con coloridos libros, cuelgan diferentes trabajos realizados por ellos mismos. “Son un lugar maravilloso para visibilizar los pensamientos”, justifica el docente.

Vitrinas

El colegio está lleno de vitrinas para su creatividad, pero distribuidos por el pueblo hay un total de 31 QR con vídeos que hablan del pueblo en los últimos 50 años. Iniciaron el proyecto hace nueve años con el objetivo de que los visitantes al nacimiento del río pudieran profundizar en la cultura local.
El encargado de poner texto al audiovisual es el pastor y poeta Eduardo Escorihuela, al que dan voz diferentes vecinos del pueblo, algunos ya fallecidos.

Toda la comunidad educativa lamenta el cierre del colegio, aunque para muchos está dentro del guion establecido para el Teruel más rural: “Quieren que vayamos a la ruina, el pueblo aguantará mientras peleemos, pero no te dejan hacer nada, ni siquiera labrar según qué terrenos”, expresa Pedro Moliner, padre de Eloy y de Paula y Gloria, que son ganaderas de ovino y vacuno, respectivamente. Ellas, de momento, están dispuestas a seguir luchando por cumplir sus sueños. Al fin y al cabo es lo que les han enseñado tanto en casa como en el colegio.

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