Dos grandes globos de helio buscan en el cielo de Calamocha respuestas a multitud de cuestiones científicas
El proyecto de ciencia ciudadana Servet reúne en su décimo lanzamiento a unos 150 estudiantes y profesores de quince centros educativos españolesUn prototipo de un satélite que detecta si se produce un incendio y los puntos de agua más cercanos, un dispositivo para pintar un cuadro en la estratosfera o decenas de sensores para conocer porqué el cielo es azul y hasta qué altura. Esas fueron algunas de las respuestas que 150 estudiantes procedentes de 15 institutos de varios puntos de España querían responder en el marco del proyecto Servet, que ayer realizó su décimo lanzamiento y está impulsado desde la Universidad de Zaragoza y que posibilita acercar la ciencia a la ciudadanía, especialmente a los estudiantes de Educación Secundaria y Bachillerato.
El coordinador del proyecto, Enrique Torres, especificó que el lanzamiento de los dos grandes globos de helio permite hacer mediciones en condiciones especialmente adversas, que son las que se producen a los 32.251 metros de altura a los que ascendieron los globos. Allí, la temperatura cae hasta los 60 grados bajo cero y los vientos soplan a 200 kilómetros por hora, circunstancias que a varios de los equipos les sirvieron para comprobar los cambios de comportamiento tanto de bacterias como de alimentos o de productos cosméticos como cremas solares. Las cápsulas debían tener un peso máximo de 300 gramos, y la mayoría de las que se lanzaron ayer cumplían este requisito.
Cada uno de los globos llevaba colgadas las cápsulas realizadas por cada uno de los centros educativos, además de otros recipientes de control incorporados por la organización. Para el lanzamiento, que se realizó desde el recinto ferial de Calamocha, se solicitaron los permisos pertinentes y la elección del sitio se tomó apenas tres días antes, cuando fue posible tener datos fiables sobre las condiciones meteorológicas, especialmente la velocidad del viento.
Los globos tienen un diámetro de tres metros y se llenan de helio, de forma que a media que suben en altura se van haciendo cada vez más grandes y acaban explotando. Llevan un paracaídas con el que se frena el impacto contra el suelo y la organización los recoge gracias a dos vehículos que los siguen desde tierra con ese objetivo. Los globos estuvieron ayer alrededor de una hora subiendo y media, aproximadamente, bajando. La recuperación de las cápsulas es fundamental puesto que aunque algunas de ellas enviaban datos hasta los equipos de Calamocha, todas ellas tenían sensores para la recogida de información que se almacenó en tarjetas USB que descargaron una vez recuperada la carga.
Enrique Torres indicó que Servet provee a los institutos de la parte más compleja a la hora de realizar estas pruebas, que es la infraestructura necesaria para lanzar esas cápsulas a la estratosfera. “Nos ocupamos tanto de la elección del lugar como de los permisos, el seguimiento y el análisis de la trayectoria”, especificó.
La elección de Calamocha fue debido a que el proyecto Servet nunca había viajado a esta zona aragonesa y, además, las condiciones del viento propiciaban que el lanzamiento fuera desde el Jiloca. El viento Norte de 180 kilómetros por hora, que era el previsto ayer a determinada altura, hacía inviable otros puntos de partida, como Huesca, porque los globos hubieran acabado en Francia y no es legal el traspaso de fronteras entre países, argumentó Torres. “Nos pusimos en contacto con el Ayuntamiento el miércoles para solicitarles que nos dejaran hacer la actividad”, concretó el coordinador del proyecto Servet, quien reconoció que tenían una opción B cercana por si finalmente no podían utilizar las instalaciones calamochinas.
Entre los participantes del proyecto hay tanto alumnos de Educación Primaria de centros zaragozanos como de bachillerato, aunque el grueso de los jóvenes investigadores concentrados en el Jiloca cursan 4º de Educación Secundaria Obligatoria o 1º de Bachillerato. Se desplazaron desde las comunidades autónomas de Andalucía, Aragón, Asturias, Canarias, Castilla y León, Cataluña y La Rioja.
A los 150 chavales que participaban en el proyecto Servet se sumaron un buen número de vecinos de Calamocha que quisieron ver desde primera fila el lanzamiento de los dos globos. Cada una de las esferas llevaba toda una ristra de cápsulas colgadas y los participantes de los diferentes equipos las iban sujetando para evitar que golpearan al suelo durante el proceso inicial. El despegue se produjo con éxito y ninguno de los globos colisionó con los árboles y el mobiliario urbano que había en las inmediaciones y que constituyó la mayor preocupación de la organización.
Uno de los proyectos con más aplicaciones para la vida real es el que lanzaron los chavales del IES Granadilla, de Tenerife, ya que su propuesta fue un prototipo de satélite que permita medir si hay fuego y los puntos de agua más cercanos. Un sistema así posibilitaría detectar los incendios forestales con rapidez y plantear los lugares de recarga hídrica para sofocarlos. Nerea Risco, que es una de las alumnas que ha participado en el proyecto, describió que lo que pretenden es “usar inteligencia artificial para detectar el fuego y así dar una respuesta temprana”. La idea, añadió la joven, surgió tras los destructivos incendios ocurridos el pasado verano en las Islas Canarias. Su compañero, Carlos Cano, añadió que otro de los aspectos clave del prototipo es que permite localizar por GPS los puntos de agua más cercanos para que la extinción del fuego sea “efectiva y rápida”.
Desde el IES de Roquetes, en esta localidad de Tarragona, probaron ayer cómo afecta la temperatura y la radiación solar a la contaminación que la bacteria Bacilius cereus provoca en los alimentos. Para ello, lanzaron a la estratosfera alimentos contaminados con ella y reservaron muestras similares para hacer la comparativa una vez recuperada la cápsula, según explicó la alumna Hajar El Mezouary. Añadió que esta bacteria provoca importantes problemas digestivos, por eso, conocer su evolución en determinadas condiciones puede tener aplicaciones a nivel farmacéuticos.
El equipo burgalés de los Jesuitas lanzó una cápsula repleta de cables y sensores porque, como matizó Jesús García, profesor de Electrónica del centro educativo, su intención es “medir la posibilidad de que exista vida en un exoplaneta”. Para ello tuvieron en cuenta varias sustancias, como el Co2, el metano, la calidad del aire o el campo magnético, explicó el docente, además de controlar otros aspectos, como la temperatura, la altitud o la posición mediante GPS. El alumno Sergio Ahita argumentó que una de las mayores complicaciones de su cápsula había sido meter todos los cables, tarjetas y sensores necesarios para las mediciones, algo que les obligó a superar el medio kilo de peso. Ahita destacó el material PLA utilizado para fabricar la carcasa, realizada mediante una impresión en 3D.
Científica con 10 años
Miriam Lombardo era, con 10 años, una de las científicas más jóvenes que ayer había en Calamocha. Acudió desde el Colegio Cesáreo Alierta de Zaragoza y comentó que la cápsula había sido realizada con micelio, un material totalmente biodegradable en cuyo interior había desde un gajo de mandarina a huevos de artemia, un crustáceo que habitualmente sirve de alimento a los peces. “Lo más interesante de todo”, recalcó la niña, “es un sensor que graba imágenes y nos las envía en forma de sonidos hasta un walkie-talkie y, una vez aquí y con una aplicación de móvil, se pasan otra vez a imagen”, dijo.
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