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Sirvientas Sirvientas

Sirvientas

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Cruz Aguilar

En este mundo de comodidades en el que vivimos, donde cualquier frustración mínima la solucionamos con atención profesional y en el que tenemos en el armario decenas de zapatos para cada temporada, resulta muy difícil hacerse idea de cómo fue la vida de todas esas mujeres que nacieron en plena guerra civil española y, siendo apenas unas niñas, se fueron a servir a la ciudad, a atender a familias de esa nueva burguesía que surgió en las grandes urbes al auspicio de la industrialización.

Con el salario de un mes muchas no podían ni comprar  unos zapatos y los vestidos más apreciados eran los que les daban las señoras, esos con los que se convertían en las más modernas del baile de las fiestas del pueblo. Precariedad laboral con horarios que arrancaban antes de que saliese el sol y acababan cuando todos se acostaban. Cuidaban niños, hacían la limpieza de la casa e incluso la compra. Se ocupaban de todo desde la más tierna edad y lo hacían con alegría y con nostalgia de ese pueblo que dejaron para aliviar a sus familias, quitándoles una boca de la mesa. Las perspectivas para los jóvenes en esa época en los pueblos eran malas. Apenas estudiaba ninguno y los que lo hacían eran en su mayor parte del seminario, donde solo aceptaban a los más listos y bajo la estricta disciplina de los curas. Las mujeres ni siquiera tenían esa opción , la única salida era casarse. Todas estas mujeres han sido invisibles hasta ahora que Carmen Martínez Samper ha coordinado una investigación con un equipo multidisciplinar que culmina con un libro .

Pero para hablar de invisibilidad del trabajo femenino y precariedad laboral no hace falta remontarnos 60 o 70 años atrás. Las cuidadoras actuales de nuestros ancianos son también mujeres que, como nuestras abuelas, necesitan ayudar a sus familias y están internas en casas, con horarios extensos para atender 24 horas a esos mayores y a veces sin contrato. Las de la posguerra salieron de los pueblos, los lugares más deprimidos entonces; las actuales vienen de otros países donde sus condiciones de vida y perspectivas de futuro son, como las de nuestras mujeres rurales de antaño, poco halagüeñas.

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