Torico, espéranos, volveremos” fue el titular que puse –parafraseando al presidente de Interpeñas de 2021, Carlos Perales– para la noticia de la puesta del pañuelico de una vaquilla extraña para muchos e inexistente para otros. Sabíamos que habría gente que se quedaría en el camino, que no llegaría o no podría estar en esa siguiente Vaquilla de 2022, la más esperada. Lo que jamás imaginamos es que el que iba a faltar era el Torico que, en contra de su voluntad, no nos ha esperado.
En su lugar hay otro, que luce igual de guapo y que, además, es de bronce. Todos los turolenses pensaban que era de bronce el de antes porque se había repetido hasta la saciedad. Entono el mea culpa. Sin embargo, creo que el tema del material fue una maniobra muy bien orquestada para quitar importancia a lo que en ese momento la tenía.
Ahora se abre otro debate sobre si tiene que estar la réplica para siempre y el de verdad en el Museo de Teruel, y habrá opiniones para todos los gustos, por supuesto. Está claro que, con las cuatro patas cortadas, nuestro Torico no está, por muy bien que se arregle y si se hace una restauración respetuosa, para que nadie lo use de agarradera con la que llegar a la cumbre. Otra opción sería dejar el bueno todo el año y cambiarlo por la réplica para los tres días de la Vaquilla.
En cualquier caso, de todo esto es mejor hablar estas fiestas con una cañita (o litro) y mirando al Torico para pontificar mejor. Tenemos muchas ganas de volver a la calle, de estar todos juntos con música de fondo y de reencontrarnos con esos recuerdos que durante estos dos años nos han ayudado a mirar hacia adelante.
Yo esta tarde iré, como siempre que puedo, a la plaza, para ponerme lo más cerca posible de la fuente. Sé seguro que no se caerá, ni se hubiera caído sin el arreglo, porque la presión es diferente para subir que tirando de ella desde la punta. Estar ahí es un chute de energía, una recarga para el resto de un año que puede ser, otra vez, muy largo.