Las hasta ahora misteriosas letras de la fachada del ayuntamiento de Alcañiz
La inscripción latina de la fachada del ayuntamiento alude a una versión antigua del Viacrucis
“Busca la Madre a su Hijo en la Calle de la Amargura”, traducción del epígrafe descubierto en Alcañiz en 2019
Por fin se desveló la incógnita. Las enigmáticas y enormes letras (RQT, MFIL y VA, sin pasar por alto una I pequeña que figura delante del último grupo) que aparecieron en la fachada del Ayuntamiento de Alcañiz durante su limpieza y restauración en 2019, hace ahora cinco años, acaban de cobrar sentido, y lo han hecho de la mano de un sabio latinista como José María Maestre y del Instituto de Estudios Humanísticos (IEH), que, tras el aciago periplo vivido entre 2019 y 2023, no ha podido regresar con mayor gloria a Alcañiz que desvelando lo que se esconde tras lo que han resultado ser unos monogramas en latín relacionados con la Cuarta Estación del Viacrucis y, lo que es aún más sorprendente, con una tradición cristiana mucho más antigua que la que hoy sigue vigente y mucho más humanista.
Ha tenido que ser un investigador versado en la lengua y literatura latinas quien ilumine el camino que lleva al origen de ese epígrafe que era todo un misterio desde que salió a la luz en 2019.
REQVIRIT MATER FILIVM IN VIA AMARITVDINIS, es decir: “Busca la Madre a su Hijo en la Calle de la Amargura”. Esta es la inscripción latina desarrollada y esa es la traducción al castellano que, según desveló el sábado por la mañana el director del IEH y catedrático de Filología Latina de la Universidad de Cádiz, José María Maestre, encierran esas letras misteriosas (que ya no lo son).
En la última ponencia que cerró el Curso Interdisciplinar de Humanidades La Semana Santa a través del Humanismo alcañizano, el director del IEH informó de que el enigma de estas “pinturas” que tanto han dado que hablar y sobre las que se han formulado distintas hipótesis en los últimos cinco años, ha quedado resuelto.
Las mal llamadas “pinturas” de la fachada de la casa consistorial, que en realidad son monogramas en latín, tendrían su origen, según Maestre, en la primera Procesión del Encuentro (1799) y contienen “un bello epígrafe sobre la Cuarta Estación del Viacrucis, pero perteneciente a una versión muy antigua y completamente distinta a la que conocemos en la actualidad”. A diferencia de la versión actual (la que encontramos en los cuadros de la Cuarta Estación en las iglesias actuales) de “Jesús se encuentra con su Madre”, existen otras dos versiones anteriores, según explicó el investigador, en las que es la Virgen María la que protagoniza el Encuentro y que dicen: “la Madre se encuentra con su Hijo” y “la Madre busca a su Hijo”. La primera de éstas dio lugar con el paso del tiempo a la de “Jesús se encuentra con su Madre” debido al protagonismo del Nazareno en las demás estaciones del Viacrucis, apuntó el latinista durante la ponencia de este sábado.
Según el catedrático de Filología Latina, esa misma primera versión nació a mediados del siglo IV en Jerusalén dentro de la recensión B del texto griego de los Acta Pilati (Actas de Pilatos. “Nos encontramos ante una tradición que tiene su origen en uno de los evangelios apócrifos que la Edad Media rebautizó con el título de Evangelium Nicodemi (Evangelio de Nicodemo), atribuyéndola a un judío que, según el Evangelio de San Juan, 3, 1-22, era un rico fariseo que tuvo un profundo diálogo con Jesucristo y acabó siendo su discípulo.
Según esta versión, tras entrar en escena Simón de Cirené o El Cirineo para ayudar a Jesús a llevar la Cruz, Juan el Evangelista corrió a informar a la Virgen Maria de que Jesús había sido condenado a muerte y se encaminaba hacia el Calvario. Fue así cómo la Virgen, acompañada de Juan, Marta, María Magdalena y Salomé, se apresuró a ver a su Hijo aún con vida, pero al verlo, cargando la pesada Cruz y desfigurado como estaba por el maltrato recibido, se cayó para atrás desmayada y tardó un tiempo en recuperarse tras el cual siguió los tristes pasos de su Hijo hacia el Calvario. Esta tradición quedó inmortalizada en la Iglesia de Nuestra Señora del Pasmo o del Espasmo, levantada en el lugar de la Via Dolorosa en el que habría tenido lugar el Encuentro.
Maestre detalló que, con el paso del tiempo y, sobre todo, a partir de 1342, año en el que el Papa Clemente VI concedió a los franciscanos la custodia del Santo Sepulcro, la versión de “La Madre se encuentra con su Hijo” se transformó en la de “Busca la Madre a su Hijo”. Según esta tradición, el aviso de Juan a la Virgen María tuvo lugar tras dictar Pilatos la sentencia de muerte y no después de que El Cirineo ayudase a Jesús a llevar la cruz. Por tanto, “Juan dejaba de saber el camino que había tomado Jesús y abrió una bella versión distinta: la búsqueda de la Virgen a su Hijo por Jerusalén hasta llegar a la “Calle de la Amargura”, nombre con el que acabó conociéndose la Via Dolorosa.
Así esta tradición coincide con la anterior en poner a la Virgen María como protagonista, pero se diferencia porque, “si en aquella lo importante era el Encuentro, ahora en ésta lo que más interesaba resaltar era la desesperación de la Madre en busca de su Hijo”, enfatizó Maestre. Por tanto, añadió: “esa nueva óptica confiere al episodio una carga emotiva muchísimo mayor”.
Esa tradición medieval quedó recogida en los Sermones Quadragesimales publicados en 1475 por el predicador franciscano Roberto Caraccioli, se extendió por todo el orbe cristiano europeo y pasó después al Nuevo Orbe, explicó el investigador, y así fue como llegó a Alcañiz.
“Como no podía ser de otra manera por sus mayores contactos con Italia a través de Nápoles y Sicilia, Aragón no solo abrió sus puertas al Humanismo renacentista, sino también a esa tradición tardo-medieval que cobraría fecunda vida a través de los predicadores franciscanos de nuestros Siglos de Oro hasta llegar al siglo XVIII”, apostilló el latinista durante su ponencia de este sábado en el Palacio Ardid de manera que esta inscripción latina de la fachada de la casa consistorial, apuntó, “es un ejemplo magnífico de ese proceso humanístico”. En este sentido, el director del IEH recordó que en la obra Sermones humiles, mystici et morales apprime divinis litteris illustratis (Sermones humildes, místicos y morales ilustrados sobre todo con las Sagradas Escrituras) sacados a la luz por el predicador franciscano fray Antonio Arbiol en 1721 “encontramos suficiente información para comprender la aparición de la ‘búsqueda’ y el protagonismo que tiene en el episodio de la Madre respecto al Hijo. Además, Maestre subrayó la importancia de la presencia “el sintagma ‘En la calle de la Amargura’ (In Via Amaritudinis), sobre el que añade el franciscano que ese es el nombre de dicha calle per anthonomasiam, es decir, “por antonomasia”.
En cualquier caso, aunque es “obvia” la influencia franciscana, tal y como apuntó el director del IEH, la inscripción latina de la fachada del Ayuntamiento de Alcañiz “se entiende mucho mejor a la luz de la recepción en la ciudad del Guadalope de uno de los bellos poemas latinos compuestos en el siglo XVI por el gran humanista alcañizano Domingo Andrés”, quien, “en el libro tercero y último de sus De mutuo Dei et Virginis Matris amore libri tres dedica 96 hexámetros a contar el episodio de la búsqueda de la Madre a su Hijo” y eso, enfatizó el director del IEH, “resulta absolutamente clave para entender también dicha inscripción”. No en vano, subrayó, “no puede pasarse por alto que, a finales del siglo XVIII, el propietario del preciado códice con todas las obras poéticas de Domingo Andrés era el Deán de la Colegiata de Alcañiz, Joaquín Regales”.
Maestre anunció este sábado que dará a conocer “la preciosa versión” de Domingo Andrés en su Pregón de la Semana Santa de Alcañiz de este Lunes Santo, descubriendo de esta manera “una fuente que no solo resulta fundamental para comprender el Requirit (“Busca”) que abre la inscripción ahora estudiada, sino que la misma se retrotrae mucho más allá del siglo XVIII y, de una forma muy especial, al Siglo de Oro de la ciudad”.
El director del IEH dio además a conocer un profundo estudio del formato caligráfico de los tres monogramas con letras entrelazadas o superpuestas que aparecen en la inscripción e hizo ver los cambios sufridos por algunas de ellas a causa de la colocación de carteles que distorsionaron su trazado inicial respecto al que tuvieron en la caligrafía mayúscula en romanilla puesta de moda por José Casanova en su Primera parte del arte de escribir todas formas de letras, aparecida en Madrid en 1650.
Asimismo, el latinista ha descubierto que la “T” final del primer monograma (RQT, abreviatura de REQVIRIT) funciona al mismo tiempo como una cruz. “Eso se explica porque la letra tau (T) griega era el símbolo de la Venerable Orden Tercera (VOT) franciscana, que tanto auge alcanzó en Alcañiz desde finales del siglo XVII hasta el primer tercio del siglo XIX en que el Convento de San Francisco desapareció como tal a causa de la desamortización de Mendizábal’. En este sentido, el profesor Maestre subrayó el protagonismo de la VOT alcañizana en la Procesión del Encuentro que comenzó en 1799.
Fueron, por tanto, “los Hijos de San Francisco” quienes, una vez terminadas las obras de la Colegiata y de su convento, decidieron convertir en procesión el Viacrucis que desde mucho tiempo atrás hacían desde dicho convento al Calvario de su propiedad, destruido por los franceses años después.
Por otra parte, el investigador también desveló que de las dos palmas del martirio que aparecen a uno y otro lado de la inscripción de la fachada de la casa consistorial, la primera tiene siete hojas “porque siete son los dolores de la Virgen, mientras que la segunda tiene cuatro para indicar que se estaban refiriendo a la Cuarta Estación. No en vano,el profesor Maestre recordó que, “al igual que ocurre en otras ciudades de Aragón (como Caspe) y de toda España, la Cuarta Estación de la Procesión del Encuentro se hacía el Martes Santo en la plaza, delante del Ayuntamiento, para darle el realce y la solemnidad que se merece”.
Ha tenido que ser un investigador versado en la lengua y literatura latinas quien ilumine el camino que lleva al origen de ese epígrafe que era todo un misterio desde que salió a la luz en 2019.
REQVIRIT MATER FILIVM IN VIA AMARITVDINIS, es decir: “Busca la Madre a su Hijo en la Calle de la Amargura”. Esta es la inscripción latina desarrollada y esa es la traducción al castellano que, según desveló el sábado por la mañana el director del IEH y catedrático de Filología Latina de la Universidad de Cádiz, José María Maestre, encierran esas letras misteriosas (que ya no lo son).
En la última ponencia que cerró el Curso Interdisciplinar de Humanidades La Semana Santa a través del Humanismo alcañizano, el director del IEH informó de que el enigma de estas “pinturas” que tanto han dado que hablar y sobre las que se han formulado distintas hipótesis en los últimos cinco años, ha quedado resuelto.
Las mal llamadas “pinturas” de la fachada de la casa consistorial, que en realidad son monogramas en latín, tendrían su origen, según Maestre, en la primera Procesión del Encuentro (1799) y contienen “un bello epígrafe sobre la Cuarta Estación del Viacrucis, pero perteneciente a una versión muy antigua y completamente distinta a la que conocemos en la actualidad”. A diferencia de la versión actual (la que encontramos en los cuadros de la Cuarta Estación en las iglesias actuales) de “Jesús se encuentra con su Madre”, existen otras dos versiones anteriores, según explicó el investigador, en las que es la Virgen María la que protagoniza el Encuentro y que dicen: “la Madre se encuentra con su Hijo” y “la Madre busca a su Hijo”. La primera de éstas dio lugar con el paso del tiempo a la de “Jesús se encuentra con su Madre” debido al protagonismo del Nazareno en las demás estaciones del Viacrucis, apuntó el latinista durante la ponencia de este sábado.
Según el catedrático de Filología Latina, esa misma primera versión nació a mediados del siglo IV en Jerusalén dentro de la recensión B del texto griego de los Acta Pilati (Actas de Pilatos. “Nos encontramos ante una tradición que tiene su origen en uno de los evangelios apócrifos que la Edad Media rebautizó con el título de Evangelium Nicodemi (Evangelio de Nicodemo), atribuyéndola a un judío que, según el Evangelio de San Juan, 3, 1-22, era un rico fariseo que tuvo un profundo diálogo con Jesucristo y acabó siendo su discípulo.
Según esta versión, tras entrar en escena Simón de Cirené o El Cirineo para ayudar a Jesús a llevar la Cruz, Juan el Evangelista corrió a informar a la Virgen Maria de que Jesús había sido condenado a muerte y se encaminaba hacia el Calvario. Fue así cómo la Virgen, acompañada de Juan, Marta, María Magdalena y Salomé, se apresuró a ver a su Hijo aún con vida, pero al verlo, cargando la pesada Cruz y desfigurado como estaba por el maltrato recibido, se cayó para atrás desmayada y tardó un tiempo en recuperarse tras el cual siguió los tristes pasos de su Hijo hacia el Calvario. Esta tradición quedó inmortalizada en la Iglesia de Nuestra Señora del Pasmo o del Espasmo, levantada en el lugar de la Via Dolorosa en el que habría tenido lugar el Encuentro.
Maestre detalló que, con el paso del tiempo y, sobre todo, a partir de 1342, año en el que el Papa Clemente VI concedió a los franciscanos la custodia del Santo Sepulcro, la versión de “La Madre se encuentra con su Hijo” se transformó en la de “Busca la Madre a su Hijo”. Según esta tradición, el aviso de Juan a la Virgen María tuvo lugar tras dictar Pilatos la sentencia de muerte y no después de que El Cirineo ayudase a Jesús a llevar la cruz. Por tanto, “Juan dejaba de saber el camino que había tomado Jesús y abrió una bella versión distinta: la búsqueda de la Virgen a su Hijo por Jerusalén hasta llegar a la “Calle de la Amargura”, nombre con el que acabó conociéndose la Via Dolorosa.
Así esta tradición coincide con la anterior en poner a la Virgen María como protagonista, pero se diferencia porque, “si en aquella lo importante era el Encuentro, ahora en ésta lo que más interesaba resaltar era la desesperación de la Madre en busca de su Hijo”, enfatizó Maestre. Por tanto, añadió: “esa nueva óptica confiere al episodio una carga emotiva muchísimo mayor”.
Esa tradición medieval quedó recogida en los Sermones Quadragesimales publicados en 1475 por el predicador franciscano Roberto Caraccioli, se extendió por todo el orbe cristiano europeo y pasó después al Nuevo Orbe, explicó el investigador, y así fue como llegó a Alcañiz.
“Como no podía ser de otra manera por sus mayores contactos con Italia a través de Nápoles y Sicilia, Aragón no solo abrió sus puertas al Humanismo renacentista, sino también a esa tradición tardo-medieval que cobraría fecunda vida a través de los predicadores franciscanos de nuestros Siglos de Oro hasta llegar al siglo XVIII”, apostilló el latinista durante su ponencia de este sábado en el Palacio Ardid de manera que esta inscripción latina de la fachada de la casa consistorial, apuntó, “es un ejemplo magnífico de ese proceso humanístico”. En este sentido, el director del IEH recordó que en la obra Sermones humiles, mystici et morales apprime divinis litteris illustratis (Sermones humildes, místicos y morales ilustrados sobre todo con las Sagradas Escrituras) sacados a la luz por el predicador franciscano fray Antonio Arbiol en 1721 “encontramos suficiente información para comprender la aparición de la ‘búsqueda’ y el protagonismo que tiene en el episodio de la Madre respecto al Hijo. Además, Maestre subrayó la importancia de la presencia “el sintagma ‘En la calle de la Amargura’ (In Via Amaritudinis), sobre el que añade el franciscano que ese es el nombre de dicha calle per anthonomasiam, es decir, “por antonomasia”.
Cuaderno de Domingo Andrés
En cualquier caso, aunque es “obvia” la influencia franciscana, tal y como apuntó el director del IEH, la inscripción latina de la fachada del Ayuntamiento de Alcañiz “se entiende mucho mejor a la luz de la recepción en la ciudad del Guadalope de uno de los bellos poemas latinos compuestos en el siglo XVI por el gran humanista alcañizano Domingo Andrés”, quien, “en el libro tercero y último de sus De mutuo Dei et Virginis Matris amore libri tres dedica 96 hexámetros a contar el episodio de la búsqueda de la Madre a su Hijo” y eso, enfatizó el director del IEH, “resulta absolutamente clave para entender también dicha inscripción”. No en vano, subrayó, “no puede pasarse por alto que, a finales del siglo XVIII, el propietario del preciado códice con todas las obras poéticas de Domingo Andrés era el Deán de la Colegiata de Alcañiz, Joaquín Regales”.
Maestre anunció este sábado que dará a conocer “la preciosa versión” de Domingo Andrés en su Pregón de la Semana Santa de Alcañiz de este Lunes Santo, descubriendo de esta manera “una fuente que no solo resulta fundamental para comprender el Requirit (“Busca”) que abre la inscripción ahora estudiada, sino que la misma se retrotrae mucho más allá del siglo XVIII y, de una forma muy especial, al Siglo de Oro de la ciudad”.
El director del IEH dio además a conocer un profundo estudio del formato caligráfico de los tres monogramas con letras entrelazadas o superpuestas que aparecen en la inscripción e hizo ver los cambios sufridos por algunas de ellas a causa de la colocación de carteles que distorsionaron su trazado inicial respecto al que tuvieron en la caligrafía mayúscula en romanilla puesta de moda por José Casanova en su Primera parte del arte de escribir todas formas de letras, aparecida en Madrid en 1650.
Asimismo, el latinista ha descubierto que la “T” final del primer monograma (RQT, abreviatura de REQVIRIT) funciona al mismo tiempo como una cruz. “Eso se explica porque la letra tau (T) griega era el símbolo de la Venerable Orden Tercera (VOT) franciscana, que tanto auge alcanzó en Alcañiz desde finales del siglo XVII hasta el primer tercio del siglo XIX en que el Convento de San Francisco desapareció como tal a causa de la desamortización de Mendizábal’. En este sentido, el profesor Maestre subrayó el protagonismo de la VOT alcañizana en la Procesión del Encuentro que comenzó en 1799.
Fueron, por tanto, “los Hijos de San Francisco” quienes, una vez terminadas las obras de la Colegiata y de su convento, decidieron convertir en procesión el Viacrucis que desde mucho tiempo atrás hacían desde dicho convento al Calvario de su propiedad, destruido por los franceses años después.
Por otra parte, el investigador también desveló que de las dos palmas del martirio que aparecen a uno y otro lado de la inscripción de la fachada de la casa consistorial, la primera tiene siete hojas “porque siete son los dolores de la Virgen, mientras que la segunda tiene cuatro para indicar que se estaban refiriendo a la Cuarta Estación. No en vano,el profesor Maestre recordó que, “al igual que ocurre en otras ciudades de Aragón (como Caspe) y de toda España, la Cuarta Estación de la Procesión del Encuentro se hacía el Martes Santo en la plaza, delante del Ayuntamiento, para darle el realce y la solemnidad que se merece”.
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