Jorge Martín, a la derecha de la mesa, durante su intervención en un salón de actos del Palacio Ardid que completó aforo
El Instituto de Estudios Humanísticos analiza la organización de procesiones de Semana Santa en los siglos XVII y XVIII
Ponencia del historiador del arte Jorge Martín en el Curso de Humanidades de Alcañiz
El papel desempeñado en Alcañiz por las cofradías y las órdenes religiosas, especialmente la de los franciscanos, en la organización de las procesiones de Semana Santa durante los siglos XVII y XVIII fue analizado este viernes con detalle por el historiador del arte alcañizano Jorge Martín, que abrió con su ponencia el Curso Interdisciplinar de Humanidades organizado por el Instituto de Estudios Humanísticos (IEH).
Titulada Devociones y procesiones en Alcañiz durante los siglos XVII y XVIII, Martín realizó una aproximación al papel que desempeñaron las cofradías y los conventos en las celebraciones religiosas de Semana Santa, si bien se centró especialmente en las procesiones organizadas por el Cabildo de la Colegiata y el Ayuntamiento, que terminaron enfrentados a través de dos pleitos por distintos motivos.
El primero de estos pleitos “se produjo en relación a los toques de las campanas”, entendiendo el Cabildo de la Colegiata “que la iglesia era suya, por lo que decidió no autorizar al Ayuntamiento a tocar las campanas para cualquier tipo de celebración, fuera religiosa o civil, es decir, para anunciar festividades, por el fallecimiento o proclamación de reyes o cualquier otro evento municipal”, comentó Martín durante su ponencia en el Palacio Ardid.
El segundo conflicto que les enfrentó fue motivado por un asunto un poco más serio: las obras que se efectuaron en la Colegiata de Santa María. El Ayuntamiento, como actor colaborador que había participado en la financiación de las mismas, deseaba que su escudo de armas luciera en la portada del edificio, mientras que el Cabildo se negaba a concederle tal gusto. “El conflicto duró ocho años, un periodo de tiempo en el que se aportaron distintas pruebas y testimonios por ambas partes con el fin de demostrar su implicación en la mejora”, explicó Martín. Finalmente, tuvo que ser la Real Audiencia de Aragón la que terminó dictando sentencia a favor del Ayuntamiento, permitiendo que el escudo municipal figurara en la portada de la iglesia colegial, aunque limitaba, eso sí, la colocación del emblema de Alcañiz únicamente a ese lugar.
El conflicto por la colocación del escudo y las obras del edificio terminaron con el “buen entendimiento” que había habido hasta ese momento entre el Cabildo de la iglesia y el Ayuntamiento en la organización de las procesiones y rogativas de agua que se produjeron en el siglo de la Ilustración. Después de aquello, sin embargo, aquellas relaciones se enfriaron notablemente, según puso de manifiesto el historiador. No en vano, “estos dos pleitos y las malas relaciones que generaron” entre las dos instituciones “terminaron por afectar al correcto desarrollo de la vida civil y religiosa de Alcañiz”.
La implicación que tuvo el Concejo municipal en las celebraciones de tipo religioso que tuvieron lugar en el siglo XVIII puede apreciarse también en un acontecimiento acaecido en 1738 y que inicia una tradición que ha perdurado hasta nuestros días: el Día del Voto. El 25 de abril de aquel año, el Ayuntamiento hizo voto de acudir una vez al año al Santuario de Nuestra Señora de Pueyos en acción de gracias a la patrona por haber librado a Alcañiz de la sequía y salvado las cosechas. Desde entonces es el Ayuntamiento en pleno el que cada mes de abril encabeza una romería hasta Pueyos para dar las gracias a la Virgen.
Aquella rogativa 1738 fue la última de una serie que se habían sucedido entre aquel año y el anterior para pedir a la Virgen que intercediera mandando agua para salvar las cosechas. La rogativa parece ser que dio resultado y, en agradecimiento, el Ayuntamiento decidió acudir una vez al año en acción de gracias a la Virgen de Pueyos. Precisamente en este sentido cobraron importancia algunas de las procesiones organizadas en aquella época, “fundamentalmente fueron relevantes las organizadas en honor a la Virgen de Pueyos, el Santo Cristo y Nuestra Señora de la Soledad, muy recurrente a la hora de realizar rogativas de agua”, tal y como enfatizó el historiador.
Jorge Martín, que es doctor en Historia del Arte, ha realizado una investigación sobre la arquitectura barroca del Bajo Aragón y recopilado distinta información sobre la Semana y Santa y las procesiones que, tal y como puso de manifiesto durante su ponencia, “eran en aquella época muy distintas a las que conocemos hoy, porque en aquella época todavía no se habían incorporado los tambores o al menos no lo habían hecho de la manera en que hoy los conocemos”, especificó. Según manifestó Martín, la tradición tamborilera que hoy se vive con pasión en las procesiones de Semana Santa se empezaría a popularizar en el siglo XIX, mientras que en los siglos anteriores “lo que encontramos es la presencia de alguna persona que acompañaba a la procesión tocando el tambor”, añadió.
Con todo, entre el 1.600 y el 1.800 la celebración y organización de las procesiones en Alcañiz corría al cargo de las cofradías, las órdenes religiosas de la ciudad (fundamentalmente, franciscanos), el Ayuntamiento y el Cabildo de la colegiata de Santa María la Mayor. “Las cofradías participaban activamente en la vida religiosa de Alcañiz, tanto en la realización de procesiones de sus propias advocaciones, como en las de Semana Santa”, enfatizó el historiador del arte. Tal y como detalló en esta primera ponencia del Curso de Humanismo, la cofradía del Santo Entierro era la encargada de llevar a cabo la función del Descendimiento en la iglesia colegial. Sobre esta cuestión, Jorge Martín aportó datos y documentos inéditos relacionados con las imágenes procesionales, como el busto de Santa Águeda de 1574, el grupo del Cristo atado a la columna con dos sayones de 1588 o la peana de San José de 1689.
En esta primera ponencia, Martín también detalló el papel que tenían las comunidades conventuales de Alcañiz, en concreto los carmelitas y los franciscanos, estos últimos, tan relacionados con la Semana Santa, no sólo con las procesiones de este periodo del año, sino con otras de sus propias devociones.
Tras la intervención de Martín, el Curso de Humanismo continuó con una conferencia del alcañizano José Gil titulada Del Viacrucis a la Procesión del Encuentro.
Titulada Devociones y procesiones en Alcañiz durante los siglos XVII y XVIII, Martín realizó una aproximación al papel que desempeñaron las cofradías y los conventos en las celebraciones religiosas de Semana Santa, si bien se centró especialmente en las procesiones organizadas por el Cabildo de la Colegiata y el Ayuntamiento, que terminaron enfrentados a través de dos pleitos por distintos motivos.
El primero de estos pleitos “se produjo en relación a los toques de las campanas”, entendiendo el Cabildo de la Colegiata “que la iglesia era suya, por lo que decidió no autorizar al Ayuntamiento a tocar las campanas para cualquier tipo de celebración, fuera religiosa o civil, es decir, para anunciar festividades, por el fallecimiento o proclamación de reyes o cualquier otro evento municipal”, comentó Martín durante su ponencia en el Palacio Ardid.
El segundo conflicto que les enfrentó fue motivado por un asunto un poco más serio: las obras que se efectuaron en la Colegiata de Santa María. El Ayuntamiento, como actor colaborador que había participado en la financiación de las mismas, deseaba que su escudo de armas luciera en la portada del edificio, mientras que el Cabildo se negaba a concederle tal gusto. “El conflicto duró ocho años, un periodo de tiempo en el que se aportaron distintas pruebas y testimonios por ambas partes con el fin de demostrar su implicación en la mejora”, explicó Martín. Finalmente, tuvo que ser la Real Audiencia de Aragón la que terminó dictando sentencia a favor del Ayuntamiento, permitiendo que el escudo municipal figurara en la portada de la iglesia colegial, aunque limitaba, eso sí, la colocación del emblema de Alcañiz únicamente a ese lugar.
El conflicto por la colocación del escudo y las obras del edificio terminaron con el “buen entendimiento” que había habido hasta ese momento entre el Cabildo de la iglesia y el Ayuntamiento en la organización de las procesiones y rogativas de agua que se produjeron en el siglo de la Ilustración. Después de aquello, sin embargo, aquellas relaciones se enfriaron notablemente, según puso de manifiesto el historiador. No en vano, “estos dos pleitos y las malas relaciones que generaron” entre las dos instituciones “terminaron por afectar al correcto desarrollo de la vida civil y religiosa de Alcañiz”.
La implicación que tuvo el Concejo municipal en las celebraciones de tipo religioso que tuvieron lugar en el siglo XVIII puede apreciarse también en un acontecimiento acaecido en 1738 y que inicia una tradición que ha perdurado hasta nuestros días: el Día del Voto. El 25 de abril de aquel año, el Ayuntamiento hizo voto de acudir una vez al año al Santuario de Nuestra Señora de Pueyos en acción de gracias a la patrona por haber librado a Alcañiz de la sequía y salvado las cosechas. Desde entonces es el Ayuntamiento en pleno el que cada mes de abril encabeza una romería hasta Pueyos para dar las gracias a la Virgen.
Aquella rogativa 1738 fue la última de una serie que se habían sucedido entre aquel año y el anterior para pedir a la Virgen que intercediera mandando agua para salvar las cosechas. La rogativa parece ser que dio resultado y, en agradecimiento, el Ayuntamiento decidió acudir una vez al año en acción de gracias a la Virgen de Pueyos. Precisamente en este sentido cobraron importancia algunas de las procesiones organizadas en aquella época, “fundamentalmente fueron relevantes las organizadas en honor a la Virgen de Pueyos, el Santo Cristo y Nuestra Señora de la Soledad, muy recurrente a la hora de realizar rogativas de agua”, tal y como enfatizó el historiador.
Jorge Martín, que es doctor en Historia del Arte, ha realizado una investigación sobre la arquitectura barroca del Bajo Aragón y recopilado distinta información sobre la Semana y Santa y las procesiones que, tal y como puso de manifiesto durante su ponencia, “eran en aquella época muy distintas a las que conocemos hoy, porque en aquella época todavía no se habían incorporado los tambores o al menos no lo habían hecho de la manera en que hoy los conocemos”, especificó. Según manifestó Martín, la tradición tamborilera que hoy se vive con pasión en las procesiones de Semana Santa se empezaría a popularizar en el siglo XIX, mientras que en los siglos anteriores “lo que encontramos es la presencia de alguna persona que acompañaba a la procesión tocando el tambor”, añadió.
Con todo, entre el 1.600 y el 1.800 la celebración y organización de las procesiones en Alcañiz corría al cargo de las cofradías, las órdenes religiosas de la ciudad (fundamentalmente, franciscanos), el Ayuntamiento y el Cabildo de la colegiata de Santa María la Mayor. “Las cofradías participaban activamente en la vida religiosa de Alcañiz, tanto en la realización de procesiones de sus propias advocaciones, como en las de Semana Santa”, enfatizó el historiador del arte. Tal y como detalló en esta primera ponencia del Curso de Humanismo, la cofradía del Santo Entierro era la encargada de llevar a cabo la función del Descendimiento en la iglesia colegial. Sobre esta cuestión, Jorge Martín aportó datos y documentos inéditos relacionados con las imágenes procesionales, como el busto de Santa Águeda de 1574, el grupo del Cristo atado a la columna con dos sayones de 1588 o la peana de San José de 1689.
En esta primera ponencia, Martín también detalló el papel que tenían las comunidades conventuales de Alcañiz, en concreto los carmelitas y los franciscanos, estos últimos, tan relacionados con la Semana Santa, no sólo con las procesiones de este periodo del año, sino con otras de sus propias devociones.
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