El azud y la acequia vieja de Calanda del Guadalopillo tienen un origen romano
El arqueólogo J. Antonio Benavente ofrece una conferencia sobre la génesis de las obras hidráulicasAlgunas de las estructuras hidráulicas que todavía se conservan en pueblos del Bajo Aragón y, concretamente, en Calanda, tienen un origen romano. Aunque no hay documentos que confirmen esta hipótesis, los arqueólogos han observado otros indicios, como la ubicación de antiguas acrópolis y necrópolis de época visigoda, que avalarían esta suposición. El arqueólogo José Antonio Benavente comentó que algunas infraestructuras de regadío de Calanda pueden tener un origen romano durante la conferencia sobre Obras hidráulicas históricas que ofreció este viernes en la sede de la Comunidad de Regantes del Guadalope que estuvo organizada por el Centro de Estudios Calandinos.
Según enfatizó el historiador, “no hay datos concretos ni documentos que lo certifiquen pero creemos que posiblemente existió una estructura de regadío en el Bajo Aragón en época romana. Claro ejemplo son la acequia vieja de Alcañiz, que tiene el azud en el término municipal de Calanda, y también la acequia del olivar, que viene del Guadalopillo y que llegaría hasta la villa romana del camino de Albalate, donde creemos que, como ocurrió en la Loma del Regadío de Urrea de Gaén, existió una producción de aceite muy temprana y, además, vinculada al olivar”.
El salón de actos de la sede de la Comunidad de Regantes se llenó de calandinos interesados en conocer el origen de la infinidad de estructuras relacionadas con el agua que tiene este término municipal, entre las que se cuentan azudes, acequias, acueductos, molinos y neveras.
Obras significativas
Una de las obras más significativas y cuyo origen podría ser romano, según apuntó el experto arqueólogo, es el azud de la acequia vieja de Alcañiz, que está construido en el término de Calanda. “Creemos que es una acequia romana, porque todo el poblamiento altomedieval de época visigoda, que lo hemos estudiado muy bien junto con Carlos Laliena y Julián Ortega, se encuentra a su alrededor”.
Según detalló en la conferencia, organizada por el Centro de Estudios Calandinos, “todos los asentamientos hispanovisigodos están junto a la acequia vieja, y no solamente los asentamientos, sino también las necrópolis de esa época, que son una especie de escritura de propiedad de los terrenos, porque las tumbas estaban marcando la propiedad familiar del regadío”. Es improbable que esa acequia la hicieran los hispanovisigodos en época altomedieval, porque había poca gente y con muy poco desarrollo económico”, añadió el experto.
Por otra parte, los arqueólogos creen que la construcción de estas acequias tan antiguas podría relacionarse con el abandono de El Palao de Alcañiz, uno de los asentamientos más grandes del territorio que hubo en el Bajo Aragón histórico en época antigua.
Desde el año 70 d.C
Según puso de manifiesto Benavente, “el Palao se abandona en torno al año 70 después de Cristo. Desde ese momento, en los siglos I y II creemos que es cuando se produce la construcción de la acequia vieja, de manera que cuando llegan los visigodos se instalan a su alrededor, puesto que existía una infraestructura de regadío, y lo mismo hacen los andalusíes siglos después”.
Hay ejemplos en el entorno que permiten reforzar esta teoría. No en vano, “también en el río Aguasvivas ocurre algo parecido. Allí nos encontramos una presa romana, que es una de las mejor conservadas en España, y parece ser que toda esa zona, que ahora está colmatada, regaba Belchite, un municipio en donde existe un olivar que está junto a un asentamiento romano”. De la misma manera, “en el río Martín encontramos la acequia de Gaén, que probablemente también era romana”, apuntó el historiador.
Acequias vinculadas a acrópolis y necrópolis visigodas “las encontramos también en Mazaleón”, señaló Benavente. En este municipio, “existen acequias junto a las cuáles se han encontrado tumbas visigodas; no eran grandes núcleos urbanos, sino pequeñas explotaciones agrícolas que utilizaban el regadío y que estaban relacionadas con el olivar”, añadió.
En el Bajo Aragón, “las más antiguas suelen llamarse acequias viejas o huertas viejas para diferenciarlas de las que se construyeron con posterioridad”.
El Guadalopillo
En el caso de Calanda, la acequia vieja toma el agua del Guadalopillo, lo que el experto consideró “lógico”, puesto que “resultaba mucho más fácil realizar un azud en este río que no en el Guadalope, que es mucho más grande y caudaloso”, aunque en este caso, además, “para utilizar el Guadalope hay que pasar por encima del río Guadalopillo”, es decir, el río afluente se encontraba más próximo.
Por el contrario, el arqueólogo señaló que el acueducto de los Arcos, que “mucha gente piensa que puede ser romano”, tiene un origen muy posterior. En su opinión, su construcción dataría del siglo XVI, ya que, además, está asociado al río Guadalope y al azud de la acequia mayor, que está sumergida bajo el pantano de Calanda en la actualidad”.
Según apuntó el experto, “el primer documento que describe el acueducto de los Arcos es de Juan Bautista Labaña, que escribió el Itinerario por el reino de Aragón, primer documento en que esta infraestructura aparece descrita.
Tal y como apuntó en la conferencia, en aquella época “todavía había población morisca en Calanda, que había experimentado un gran crecimiento de población que requeriría de un mayor número de tierras cultivables”, de ahí la necesidad de construir una estructura que trajera agua del Guadalope, ya que, hasta entonces, la huerta alta o vieja se estaría regando con el Guadalopillo”.
Otra de las obras destacables en la zona sería la presa de Juan de Villanueva, que está en el término de La Ginebrosa, ubicada en la cola del pantano de Calanda y que también se encuentra bajo las aguas del embalse. En la actualidad, tan solo es observable cuando el embalse no tiene prácticamente agua almacenada, momento en el que la estructura emerge a la vista.
Asimismo, Benavente realizó una mención especial durante la charla de los molinos de agua que pueden visitarse en el término municipal de Calanda, descritos documentalmente desde los siglos XIX y XX, que forman un “interesante conjunto junto con un acueducto que es propiedad de la Comunidad de regantes del Guadalope”.
Por último, el historiador se detuvo a señalar las dos neveras de Calanda, una de ellas situada en el convento del Desierto, y otra en el casco urbano. Sobre esta última, señaló que “es más una nevería que una nevera, porque su estructura parece indicar que hasta allí llegaría la nieve de otros pueblos y a partir de ahí se comercializaría”.
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