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En la vida, una de las mayores preocupaciones que se tienen son las de que todo vaya bien durante el embarazo y que el bebé salga sano, eso es lo único que importa, lo demás es secundario.

Cuando el bebé nace, las madres y padres, sobretodo primerizos, nos asomamos a un abismo desconocido en el que todo da un miedo atroz y en el que suele haber más preguntas que respuestas y en el que muchas veces las respuestas que se encuentran no hacen más que generar un mayor estrés y desconcierto. Si a esta situación de vulnerabilidad añades unos cuantos factores que complican la vida diaria y la asistencia médica y pediátrica, los miedos se convierten en la peor pesadilla de los papás y mamás primerizos. Pongamos en la ecuación, por ejemplo, la situación tan particular que vivimos en la pandemia, durante los meses de confinamiento, y nos encontramos a muchas familias que en ese momento criaban un bebé de meses, un año…  Si todo iba bien no pasaba nada, solo tenías que seguir tu instinto como madre. Hubo algunas mamás que tuvieron problemas menores y tal vez pudieron realizar alguna consulta telefónica a su pediatra para solucionarlo. Pero luego están esos casos en los que existió un verdadero abandono hacia algunas familias que estaban en un momento delicado porque su bebé no gozaba de una buena salud; si a eso le sumas una total falta de delicadeza y empatía que se da en algunas personas que paradójicamente trabajan de cara al público, el resultado es una bomba de relojería en la vida familiar y personal. Ahora concretemos un poco más y añadamos a esa situación un diagnóstico precoz que podría cambiar la vida del bebé y de la familia entera, pero que ha sido realizado teniendo en cuenta solamente un par de indicios. Un diagnóstico que ha sido soltado como un toro de lidia a la plaza de Las Ventas, sin un acompañamiento ni una guía para saber por dónde empezar a asimilar todo lo que se les viene encima.

En esos días de confinamiento, todos sabemos que no se podía acudir a los centros de salud, ya podías estar con las tripas colgando que en el centro de salud del pueblo te atendían a través de la ventanilla como si de una mera instancia burocrática se tratase. Es cierto que las circunstancias en aquel momento eran muy particulares y que el miedo lo teníamos a flor de piel, sí, también las personas que estaban trabajando en la medicina lo tenían y  demostraron ser auténticos héroes en esa guerra que les tocó vivir en primera línea. Pero también hubo profesionales que en esos momentos estaban pensando en porqué no se habrían hecho flautistas, esos profesionales no estuvieron a la altura y no cumplieron exactamente con lo que algunas familias esperaban de ellos. No todos fueron héroes, también hubo villanos y hay que decirlo. Supongo que en esos momentos olvidaron todos los diagnósticos dados a la ligera y no vieron fundamental atender las dudas de los pesados padres primerizos que se preocupaban por su bebé y su futuro en un mundo tan complejo. Supongo.

Actualmente, cuando tenemos dudas acudimos a internet, también con las cuestiones médicas, lo cual es un grave error. Cuando nos dan un diagnóstico de una enfermedad que no conocemos, resulta que en la tercera página que miramos dice que hay un porcentaje de personas que mueren de esa afección. En una situación normal nos ponemos con los nervios a flor de piel y el cortisol por las nubes, eso en una situación normal… ahora recordemos lo que fue estar confinados y sumemos a todo lo que vivimos en aquellos meses los pensamientos generados porque has visto por internet que la vida de tu bebé va a ser la peor de las esperadas.

Si eres médico, educador o psicopedagogo y tienes en tu mano la responsabilidad de dar noticias de tanta importancia; por favor, no las des a la ligera sin valorar todas las posibilidades, trabaja también la empatía y acompaña a esas personas en ese duro trago. Sé que es fácil opinar sin ser uno de esos profesionales, yo sólo soy una simple opinadora. He dicho.