Una de las noticias que más me llamó la atención esta mañana, mientras revisaba las redes sociales, fue que España, así como varios países de nuestro entorno, han visto un descenso muy pronunciado en sus calificaciones en el Informe PISA, ese en el que cada año se evalúa el conocimiento de los alumnos de Secundaria de todo el mundo en distintas áreas del conocimiento. Este año, además, España ha obtenido los peores resultados de su historia en Ciencias y Matemáticas.
Es, per se, un dato realmente preocupante: nuestros jóvenes deben estar lo mejor formados que sea posible, porque la educación es la llave que abre la puerta hacia una sociedad mejor, más culta, con más conocimientos y, por tanto, menos manejable.
La rama B de esta noticia fue, como siempre que surge este informe, el uso político y partidista que se le da a los resultados. Los gobiernos de las comunidades autónomas con mejores resultados salen a dar una rueda de prensa pomposa, sacando pecho y loando las virtudes de su sistema de educación y recalcando la gran inversión y el gran compromiso que su administración tiene para con la educación. Por su lado, los partidos en la oposición en aquellas comunidades con peores resultados utilizan los resultados del informe como arma arrojadiza contra los ineptos que les gobiernan, para quienes la educación no es importante.
Parecen los protagonistas del cuadro de Goya, enterrados hasta las rodillas y sacudiéndose garrotazos el uno al otro, sin ton ni son. Y, en medio, los ciudadanos asistimos atónitos a este duelo político, donde lo realmente importante queda en segundo plano. Pienso, además, en los que viven esa realidad desde dentro: los profesores, quienes, con pocos medios y escasos recursos tratan de sacar lo mejor de sus alumnos, de formar las mentes que deben construir nuestro país en el futuro, e indefensos en muchos casos ante situaciones hace años inimaginables. Son, sin lugar a la duda, uno de los pilares que sustentan nuestra sociedad, vertebrándola y dando posibilidad de crecimiento a todos los niños, situación especialmente importante para aquellos con menos recursos, para quienes la educación es el único medio válido para acceder a un ascensor social al cual es cada vez más difícil entrar.
La situación, lejos de ser una competición entre comunidades autónomas, debería ser una guerra contra la incultura y el desconocimiento. Pero me temo que aquellos que deben tomar las decisiones oportunas están inmersos en sus intereses, haciendo muestra de una necedad y estulticia muy superiores a las que reflejan los resultados de PISA.
Parece que, para los que mandan y sus palmeros, es más importante obtener un escaño más o recalcar que mi comunidad autónoma es mejor que la de al lado, donde gobierna mi rival, que el hecho de buscar soluciones y tratar de poner remedio a un drama de proporciones hasta ahora desconocidas: el nivel académico de nuestros jóvenes se desploma. Y si algo tengo claro es que el talento, para mostrarse, necesita incentivarse y mucho trabajo detrás. Por favor, pónganle remedio, antes de que sea demasiado tarde.