Hace unos días comenzaron las actividades que propone la Plataforma de poetas por Teruel con un vermú poético en el Espacio Luvitien. Todo lo que contiene esta frase me gusta y tengo que reconocer que disfruté de lo lindo en el acto en el que tantos autores de la provincia tuvieron la ocasión de mostrar todo el talento que atesoran. Quiero dar las gracias desde aquí a Javi, quien dirige con elegancia máxima ese oasis de felicidad y libertad creativa llamado Luvitien. Nuestra ciudad es mucho mejor gracias a que gente como él han apostado por instalarse en Teruel.
El poeta invitado al acto coordinado por la plataforma era Lamberto Alpuente. Es cierto que ya lo había visto en acción hace no demasiados meses en otra lectura, pero en esta ocasión aún me impresionaron más su actitud y sus textos. Lamberto es uno de esos creadores que no entiende de complejos ni de restricciones ni falsa modestia o timidez –a cierta edad la timidez ya no es una excusa-.
Lamberto Alpuente es un poeta de raza, instintivo, radical en su propuesta y decididamente romántico. Me recuerda a esos personajes de las novelas de Bolaño –quien, por cierto, estuvo en Teruel de la mano de Ana María Navales y Raúl Carlos Maícas hace ya unas décadas- o al personaje central de Fractal, ese novelón de Mario Hinojosa –Maenza, un director que Teruel debe reivindicar sin duda-. La apuesta vital por la poesía de Lamberto va más allá de la escritura de algunos poemas, unos cuantos libros y la participación en alguna que otra lectura. Se trata de una brutal fuerza de la naturaleza al servicio de la buena literatura.
El libro que ahora ve la luz cuenta con un prólogo muy atinado escrito por Gonzalo Montón, otro de los detectives salvajes de la ciudad. En él, Gonzalo se retrotrae al momento en el que conoció a Lamberto y cómo lo descubrió una noche leyendo poemas en la calle. Creo que eso explica bien la naturaleza del autor que me ocupa en estas líneas. Solo alguien que ama la literatura profundamente es capaz de entregarse así a su causa.
Sorbete de cactus es un libro contundente, quizá el más maduro y completo del autor.
Lamberto ha encontrado su voz y ese es el principio básico para afianzarse como el gran poeta que ha de ser. Sus poemas no entienden de obstáculos formales, es un poeta libre que recorre en absoluta libertad los límites genéricos, que se vuelca en cada uno de los poemas del libro y lo hace aparentemente sin red. Me gustan los escritores que se lanzan a por su objetivo afrontando propuestas arriesgadas. Me parece que es necesario que más autores se alejen de la zona de seguridad y traten de llevar sus libros a lugares aparentemente desconocidos pero necesarios.
Introspección, IE (a la inteligencia Emocional) –donde el poeta se declara “grotesco, grosero, pero siempre dulce, honesto y atento”- Orzuelos, Marbú o La sangre constituyen algunas de las mejores piezas de un libro ilustrado deliciosamente por Laura Villaroya. Este es un libro llamado a convertirse en uno de los más significativos del año, y aunque soy poco dado a hacer listas y enumeraciones, creo que este que aparece con la caída del 2023 es uno de los mejores que he leído en el año que se va –y son unos cuantos-.
Me gusta la valiente propuesta de Lamberto Alpuente y me encanta que su poesía lo ocupe todo. Me gusta ir a escuchar al poeta recitar sus versos y vivir junto a él esa experiencia completa que supone verlo en acción. Sus lecturas son divertidas, todo un show de alguien que vive la poesía con la autenticidad de los más grandes.
Bravo, Lamberto, este es sin duda el camino. No os lo podéis perder.