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Esta semana vino a visitarnos Santiago Vicente al club de lectura del Casino de Teruel. Con unos cuantos cafés conversamos sobre la poesía y la vida y cómo estas se entrecruzan. Qué brillante es el autor de Inercia y gravedad. Ve la vida desde un prisma positivo y como un todo en el que el diseño, la moda, la música y la poesía configuran el centro desde el que él orbita. Os recomiendo a todos la lectura de su libro y de los que han de venir, como él bien nos avanzó.
Yo había venido a Teruel en tren, como hago ahora habitualmente. He aprendido a disfrutar de los viajes y a aprovecharlos también para leer y trabajar. Lo había hecho en esta ocasión preparando la charla con Santiago Vicente y leyendo en profundidad otro tesoro que merece toda mi atención. Se trata del libro de María Paredes titulado Son tormentas. Algunas veces sucede esto cuando uno toma el libro, todas las páginas parecen hablar de uno mismo. Se trata de un texto que habla de algo tan habitual y singular al mismo tiempo como es el tránsito que nos lleva a todos del amor al desamor, de la felicidad a un hundimiento temporal del que hay que salir agarrándose a donde uno pueda.
María Paredes es muy inteligente y encuentra las palabras justas para hablar de algo que, como digo, es universal e inevitable. Será que me toca mucho más cerca el asunto o será que el libro tiene un magnetismo extraordinario –o ambas cosas- pero estoy absolutamente volcado en sus tormentas y tormentos. Estructurado en tres partes (Evitar tus brindis, recuperar la nave y ADN), nos ofrece eso que sucede pocas veces cuando uno abre un libro: encontrarse ante un reto y un refugio al mismo tiempo.
He pensado especialmente en estos días en el libro de María Paredes y en lo que ella plantea. Me refiero a eso que hacemos casi sin darnos cuenta que es dejar parte de lo que somos en la persona con la que convivimos y cómo cuando desaparece nos cuesta tanto reconocernos. Quizá su candor y su ternura me han hecho entrar todavía mejor en su atmósfera descriptiva y poética o quizá la mención a la presencia de sus padres como mapa desde el que ubicarse. Yo también he tenido que reubicarme desde ese mapa que han trazado los míos y desde el que he desplegado después mi propia extensión.
He pensado, tras la lectura del absolutamente imprescindible libro de María Paredes y de la deliciosa conversación con Santiago Vicente, en cómo es necesario no perderse un poco en el marasmo de cualquier relación, sea esta romántica o laboral. He pensado también en cómo dejamos una parte de lo que somos en cada proyecto y cómo estos se van, como lágrimas en la lluvia y no vuelven… como los amores perdidos. Lo decía Iván Ferreiro en su famosa canción “promesas que no valen nada en estas cuatro paredes / promesas que no valen nada nada nada nada. / Se irán, se perderán, se irán, como lágrimas en la lluvia / se irán”, y ligaba la letra con otra de mis canciones favoritas, esta vez de El último de la fila: “Dónde estabas entonces, cuando tanto te necesité…” y lo que continúa.
Me gusta dejarme llevar por los libros y las conversaciones sobre ellos para tratar de entender un poco lo que me sucede, si es que lo puedo entender. Me siento un afortunado por contar con estos libros y el privilegio de poder conversar con sus autores –en esta ocasión en ese espacio de paz que se ha generado en el club de lectura del Casino de Teruel gracias a Jorge Moradell-. Necesito los libros y pensar a través de ellos. Me encanta poder recomendaros a Santiago Vicente y a María Paredes. No os vais a arrepentir, los dos dan ganas de seguir adelante, los dos pueden considerarse ese tipo de cosas que hacen que la vida valga la pena.
Yo había venido a Teruel en tren, como hago ahora habitualmente. He aprendido a disfrutar de los viajes y a aprovecharlos también para leer y trabajar. Lo había hecho en esta ocasión preparando la charla con Santiago Vicente y leyendo en profundidad otro tesoro que merece toda mi atención. Se trata del libro de María Paredes titulado Son tormentas. Algunas veces sucede esto cuando uno toma el libro, todas las páginas parecen hablar de uno mismo. Se trata de un texto que habla de algo tan habitual y singular al mismo tiempo como es el tránsito que nos lleva a todos del amor al desamor, de la felicidad a un hundimiento temporal del que hay que salir agarrándose a donde uno pueda.
María Paredes es muy inteligente y encuentra las palabras justas para hablar de algo que, como digo, es universal e inevitable. Será que me toca mucho más cerca el asunto o será que el libro tiene un magnetismo extraordinario –o ambas cosas- pero estoy absolutamente volcado en sus tormentas y tormentos. Estructurado en tres partes (Evitar tus brindis, recuperar la nave y ADN), nos ofrece eso que sucede pocas veces cuando uno abre un libro: encontrarse ante un reto y un refugio al mismo tiempo.
He pensado especialmente en estos días en el libro de María Paredes y en lo que ella plantea. Me refiero a eso que hacemos casi sin darnos cuenta que es dejar parte de lo que somos en la persona con la que convivimos y cómo cuando desaparece nos cuesta tanto reconocernos. Quizá su candor y su ternura me han hecho entrar todavía mejor en su atmósfera descriptiva y poética o quizá la mención a la presencia de sus padres como mapa desde el que ubicarse. Yo también he tenido que reubicarme desde ese mapa que han trazado los míos y desde el que he desplegado después mi propia extensión.
He pensado, tras la lectura del absolutamente imprescindible libro de María Paredes y de la deliciosa conversación con Santiago Vicente, en cómo es necesario no perderse un poco en el marasmo de cualquier relación, sea esta romántica o laboral. He pensado también en cómo dejamos una parte de lo que somos en cada proyecto y cómo estos se van, como lágrimas en la lluvia y no vuelven… como los amores perdidos. Lo decía Iván Ferreiro en su famosa canción “promesas que no valen nada en estas cuatro paredes / promesas que no valen nada nada nada nada. / Se irán, se perderán, se irán, como lágrimas en la lluvia / se irán”, y ligaba la letra con otra de mis canciones favoritas, esta vez de El último de la fila: “Dónde estabas entonces, cuando tanto te necesité…” y lo que continúa.
Me gusta dejarme llevar por los libros y las conversaciones sobre ellos para tratar de entender un poco lo que me sucede, si es que lo puedo entender. Me siento un afortunado por contar con estos libros y el privilegio de poder conversar con sus autores –en esta ocasión en ese espacio de paz que se ha generado en el club de lectura del Casino de Teruel gracias a Jorge Moradell-. Necesito los libros y pensar a través de ellos. Me encanta poder recomendaros a Santiago Vicente y a María Paredes. No os vais a arrepentir, los dos dan ganas de seguir adelante, los dos pueden considerarse ese tipo de cosas que hacen que la vida valga la pena.