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‘Normaliters’ ‘Normaliters’

‘Normaliters’

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Juan Vicente Yago

Es una tendencia que ha surgido humilde y quizá forzosamente, pero que va tomando auge: la de los normaliters o jóvenes que no se plantean la independencia sin motivo, la independencia puramente gregaria o de picadero estricto.

Es una corriente, un movimiento, una parte de la sociedad que ha redescubierto lo normal, que ha percibido la extraordinaria novedad que supone lo de siempre. Son los normaliters -de normality supporters o partidarios de la normalidad-, y los hay de todas las edades, aunque abundan más los jóvenes por la sencilla razón de que buscan alojamiento individual entre lo que han dejado los mayores.

Personas que han abrazado la normalidad por necesidad, porque no están dispuestas a pagar un dineral por un tugurio diminuto, compartido, enervante y sin la intimidad que requiere la disipación a que lo destinan; por un tugurio donde, para mas inri, se ven obligadas a oler el tufo de los alientos, los comistrajos, las transpiraciones y las deyecciones ajenas.

Todos fueron, en su día, incondicionales de la vida norteamericana, inconscientes forofos de conveniencia que adoptaron la emancipación prematura pero no los tres empleos necesarios para lograrla; que abandonaron el nido paterno pero volvieron cada viernes a poner la mano y con una bolsa llena de ropa sucia y de fiambreras vacías.

El desmadre del alquiler y el asco de la convivencia les han despertado el sentido común. Se les ha despabilado a fuerza de cagar a turnos. Ha brotado en ellos, al zurriagazo de los efluvios extraños, el discernimiento y la independencia de criterio. Han descubierto, en el anonadamiento del apretujamiento, la belleza, la delicia y la maravilla incomparable de la normalidad.

No son tipos raros, ni nostálgicos del pasado, ni ortodoxos recalcitrantes: únicamente han comprobado, por el antiquísimo y casi atávico procedimiento del ensayo y la equivocación, que lo mejor, con diferencia, es lo de siempre; que lo más acertado en el terreno de la independencia y el malabarismo habitacional es lo que dicta la tradición. Por eso han vuelto a la comodidad, a la calidez, al confort, a la seguridad, al ahorro y al relax olfativo de la casa familiar.

Son los mismos hijos pródigos de hace milenios, que dejaron su hogar para embrutecerse y han regresado a causa de los tufos y las apreturas, pero también por el motivo, más profundo y trascendente, del vacío existencial y la carpanta espiritual; porque cambiaron padres ineptos y ausentes por amigos de pacotilla y han vuelto, conscientes de su desgracia, en busca del mal menor; o porque cambiaron padres nobles y cariñosos por amigos ningunos; o...

Las combinaciones pueden ser muchas, pero todas erróneas; de modo que los normaliters han irrumpido en la sociedad como profetas de nuestro tiempo, para darnos testimonio de su extravío y exhortarnos a evitar el nuestro, para ser las cabezas ajenas en que otros escarmienten. Y para ser felices otra vez o por vez primera, percatándose de que lo malo conocido es mejor que lo bueno por conocer, y de que lo conocido no era, encima, tan malo como pensaban.

No es, por tanto, el precio de la vivienda, sino la incomodidad, el hedor y el desengaño lo que impulsa el movimiento normaliter; lo que abre los ojos a una cifra creciente de jóvenes y de sujetos desnivelados en general.

Normaliter es el que descubre lo de siempre, la senda probada por trillada; el que parece mentira no se hubiera enterado antes de lo bien que puede uno estar en la casa de sus padres, que probablemente será su casa más propia entre todas las que alcance a tener. Normaliter es el que desarrolla inmunidad a las modas y las correcciones políticas. Normaliter es elque goza en lo genuino y lo verdadero. Normaliter es el que se ha pasado a lo normal por hastío de lo forzado y estrambótico. Normaliter es el que se libra del pasmo urbanita. Si el precio de la vivienda baja, será gracias a los normaliters.