En agosto parece que el mundo se paraliza. Es el mes de vacaciones por excelencia. El “cerrado por vacaciones” nos acompaña y yo diría que hasta nos alegra que esas tiendas o talleres puedan tener vacaciones: no tener vacaciones suele ser síntoma de zozobra profesional y situación límite.
Las vacaciones son necesarias, física y mentalmente. Sin exagerar ni obsesionarse, porque a nuestro alrededor hay personas que no tienen vacaciones, que no pueden tenerlas. Hace unos días, fui a comprar un accesorio para el móvil, y le pregunté al encargado de la tienda, de mediana edad, extranjero, si cogía vacaciones: me contestó que solo los domingos, y sentí pena.
Aunque pueda resultar extraño, hay que valorar y organizarse un poco las vacaciones. Conforme se tiene más edad y experiencia en la vida, se valoran más. Si alguien se plantea las vacaciones con ansiedad, llega casi agotado, las disfruta menos y no suele sacarles jugo. Sin embargo, con sentido común y pensando en nuestra familia, se descansa mejor en vacaciones. No quejarse del calor suele ir bien a todos.
Las vacaciones veraniegas requieren un poco de iniciativa. A veces observo a algunos que esperan ese período como un globo a punto de explotar, que se desinfla cuando llegan, pero casi aburridos a los cuatro días, porque desean dormir, bañarse, siesta y televisión. Eso aburre pronto, y más a la propia familia. O nos planteamos las vacaciones con un poco de chispa, diversión y buen humor, con salidas o visitas, o el aburrimiento lleva a desear la vuelta a la normalidad.
La provincia de Teruel multiplica su población en agosto. Es posible que se triplique, sobre todo en las fiestas de la Virgen y San Roque. Entre fiestas patronales y lugares frescos y tranquilos, muchos descendientes de turolenses regresan unas semanas o unos días, y también muchos valencianos. Mora de Rubielos, Albarracín, Bronchales, el Bajo Aragón, el Jiloca, Gúdar o Maestrazgo … tienen un imán veraniego consolidado.
Recuerdo que el año pasado, un 5 de agosto, me propuso Paco, buen amigo, recorrer el camino natural desde San Blas hasta el embalse del Arquillo. Fue un paseo estupendo, fresco, a la sombra, junto al río Guadalaviar. A veces no valoramos lo que tenemos. Mientras, en Benidorm hay más personas en agosto que en toda la provincia de Teruel: cada uno elige, pero desde luego que no me esperen en Benidorm, donde solo he estado por trabajo. Hay gente para todo. La masificación, para no pocos, es un atractivo: para mí algo misterioso, lo reconozco. Está claro que de Teruel no es cualquiera.
Chispa para unas vacaciones en que disfrutemos de la naturaleza, e incluso de la lectura, que descansa mucho. Liberarse de las nuevas tecnologías y de las redes sociales suele descansar. Es básico disfrutar de la gastronomía turolense, de las costumbres, de las celebraciones religiosas y de la gente sin encerrarse en uno mismo o en casa, para que tengan chispa y no convirtamos las vacaciones en una modorra individualista.