Unas cuantas familias turolenses estuvimos en la Jornada Mariana de la Familia, el pasado sábado 21 de septiembre en el santuario de Torreciudad (Huesca), que se viene celebrando anualmente en estas fechas. La presidió el obispo de Barbastro-Monzón, Ángel Pérez. Toda la información se ofrece en https://torreciudad.org/
Estábamos más de tres mil personas de toda España -principalmente de Aragón, Comunidad Valenciana, Cataluña, Navarra y Madrid- y extranjeros, pese a que había una previsión meteorológica que no dejaba lugar a dudas: iba a llover, y mucho.
Cada año hay más extranjeros en esta jornada, sobre todo hispanoamericanos. Ha sido tradición que presidieran la jornada cardenales, nuncios, arzobispos u obispos, algunos venidos de Roma, cada año uno distinto: también es parte del pluralismo y la internacionalidad. El obispo de Barbastro ya la presidió el año pasado, y de nuevo este año: lo local no está reñido con lo universal, y me gusta más la internacionalidad, más acorde con una sociedad global y un santuario internacional.
He tenido ocasión de estar presente en varias de estas jornadas anuales. La previsión de fuertes lluvias se cumplió, pero ahí estuvimos familias de la provincia de Teruel, como todos los años. Esta jornada tiene un imán y arraigo sólidos, porque tiene unas características que la hacen especial, a prueba también de fuertes aguaceros.
Otros años, cuando no hay una previsión del tiempo tan desalentadora para viajar hasta allí, suelen asistir unas 6.000-10.000 personas. Muchas familias jóvenes, con bebés en carritos, correteando por la explanada o por el santuario, en esta ocasión pertrechados por sus padres con chubasqueros y no permitiéndoles excesivas correrías, pues el día fue de lluvia incesante. Los pequeños disfrutan con la lluvia, les parece un juego inusual.
Pese al aguacero, resultó sorprendente y gozosa, como declararon autoridades civiles y eclesiásticas allí presentes. Hubiera sido comprensible que hubiera una asistencia simbólica este año, y pulverizó expectativas. Caras alegres y de esperanza en la familia. Todo se celebró con gran dignidad y pudimos protegernos convenientemente, pues el santuario, las capillas y diversos recintos permiten acoger a miles de personas.
Torreciudad siempre ha superado dificultades. Fue un proyecto impulsado por el fundador del Opus Dei, que pidió que fuesen varios allí para valorar la posibilidad de construir un santuario. Le informaron que no era viable: alguno de ellos dijo que era una locura. Pero se construyó, con el buen hacer y constancia aragoneses, y la calidad de su arquitecto valenciano Heliodoro Dols, gracias a donativos de miles de personas de los cinco continentes: iniciativa mundial, internacional. Y ETA atentó en 1979.
Torreciudad, de la mano de su Virgen, sortea todas las dificultades y enseña a afrontar los reveses ordinarios de la vida y los de entidad. Irradia alegría siempre. Los 100 jóvenes voluntarios de esa jornada, varios turolenses, son fiel reflejo. Las caras y actitudes de las familias, llueva o no, son la mejor fotografía de Torreciudad.