En una charla-coloquio en la Cámara de Comercio de Teruel sobre los medios de comunicación, procuré aglutinar mi experiencia en los medios -prensa, radio y televisión- con mis opiniones acerca de su importancia, los retos y el futuro.
Siempre ha sido un trabajo poco conocido, y hasta con cierto desprestigio social, achacándonos la consabida superficialidad. No somos pirañas ni aves carroñeras, sino personas con cabeza y corazón. Nos alegra dar noticias positivas. ¿Y si es el público quien pide el morbo, los sucesos y lo truculento, y se le concede? Para pensar.
Intenté ser realista y animar a este trabajo tan importante para la sociedad, pues vi algunos jóvenes entre el público, bastante numeroso para ser un sábado por la tarde. Tal vez lo logré en algunos casos, pero me consta que una joven descartó estudiar Comunicación Audiovisual tras escucharme. Fracaso o acierto por mi parte, no lo sé.
Puede ser por mi trabajo en televisión durante 13 años, en Canal 9, pero quiero evitar que algunos jóvenes piensen que este trabajo es presentar un informativo o salir en pantalla con 22 años, apoyándose en un físico que creen excepcional o una innegable sonrisa ilusionada. Eso es para muy pocos profesionales: lo normal es el trabajo oculto, duro, del día a día, cribando con criterio la información y forjando un análisis amplio sin sectarismo, haciendo real aquello de “escuchar las dos campanas… y al campanero”.
Lo venía anunciando Pedro Sánchez y esbozó hace unos días las 31 medidas de su Plan de Acción por la Democracia. Tienen un claro tinte de control, de limitación de la libertad de expresión, de regresión democrática. ¡Vamos, que nos tiene ganas!
Con los colegas que lo he ido comentando, hay un común denominador: enfado ante ese plan, escepticismo de que salgan algunas de esas medidas, calma profesional ante lo que se puede considerar una amenaza o intento de asustarnos, y algunas dudas de la legalidad o configuración que pretende.
En el “caso Begoña” Sánchez echó en falta un mayor apoyo público, y no ha digerido las informaciones y opiniones de muchos medios de comunicación, de muchos periodistas de prestigio reconocido.
Pedro Sánchez pretende asustarnos a los periodistas y que el poder político dictamine qué es periodismo y qué no. Es el mayor síntoma de espíritu totalitario y de debilidad por su parte. Intentar atemorizar a una profesión tan castigada y curtida es tarea vana.
Además, si un Gobierno está deslegitimado para pedir transparencia, es el actual: ruedas de prensa sin preguntas, o admitiendo preguntas solo a algunos de algunos medios. Propuesta: no acudir a ruedas de prensa de ese tipo, o marcharse los periodistas que estén presentes, puesto que son un abuso y un insulto a los periodistas.
No hay temor entre los periodistas. Estos años han sido muy duros, siendo el sector con más paro, proporcionalmente, por encima del de la construcción: crisis económica más revolución digital.
Se han cerrado televisiones y periódicos, ediciones autonómicas de los grandes diarios, y los salarios se han congelado a un nivel de subsistencia.
Muchos periodistas que empiezan o con poca experiencia cobran lo mismo que un empleado en un supermercado, que tiene menos exigencia de horario que un periodista, aparte de la presión informativa, que no es pequeña. Muchos se han reconvertido profesionalmente, han derivado a gabinetes de prensa o de comunicación -más cómodos y mucho mejor remunerados- o respiran todavía con zozobra en su trabajo.
Casi se puede hablar de los “periodistas supervivientes”, con auténtica vocación profesional, periodistas que ahora tienen más de 45 años y ya están muy curtidos.
Que no olvide Sánchez que la desinformación es difundir bulos, pero también ocultar hechos ciertos, verdaderos. Ha avivado con ello el afán de informar sobre cuestiones turbias, indagando, llegando al fondo, como siempre y un poco más a partir de ahora. Su plan creo que va a ser un boomerang: se va a volver en su contra.