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Confederaciones hidrográficas

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Javier Arnal

En la manifestación de Valencia el pasado sábado se pidieron responsabilidades políticas, pero no son las únicas: hace falta cirugía, bisturí, a fondo, sin miedo. Un antes y un después del 29-O. El sindicato Manos Unidas ha denunciado a Miguel Polo, presidente de la Confederación Hidrográfica del Júcar: hay muchas cosas que aclarar.

No basta con invocar que las lluvias han sido excepcionales. Hay que prevenir mediante un urbanismo responsable evitando la inseguridad de barrancos y zonas inundables: es evidente, y ahí los ayuntamientos han de mejorar su normativa o hacerla cumplir, en contacto con el Gobierno autonómico o/y estatal.

No basta tampoco con las explicaciones que van dando las Confederaciones Hidrográficas del Júcar y la del Ebro (CHE), sobre las inundaciones en Valencia el pasado 29 de octubre, y las sufridas en Aragón hace unas semanas: todo lo hacen bien, según la Confederación. Asombroso, porque, tanto en las inundaciones de Valencia como en las sufridas en Teruel, había quejas de muchos ayuntamientos pidiendo la limpieza de ríos y barrancos. Las confederaciones han de tomar cartas en el asunto ya.

En el caso del desbordamiento del Jiloca, con un tapón en Báguena de unos 200 metros de grava y vegetación tras las tormentas entre el 26 de agosto y 2 de septiembre, los propios vecinos encontraron el tapón accediendo a pie por la zona afectada. Ese hecho llama la atención, si hay una adecuada prevención y teniendo en cuenta los medios técnicos que tenemos, ¡que no estamos en el Tercer Mundo!

Tras las explicaciones técnicas de la CHE (¡1.900 empeados!) sobre las inundaciones en el Jiloca, reconocieron que hay que hacer mejoras. Entre ellas, ensanchar el cauce y crear taludes inclinados y reforzados con vegetación autóctona que los refuercen. Debe hacer un calendario y un control de que se llevan a cabo. Pagamos impuestos para ello.

Las Confederaciones -hay 9- dependen del Estado. Una buena parte de las inundaciones que se han producido en Valencia y en Aragón eran y deben ser evitables, mediante las inversiones y medidas adecuadas. Llama la atención la escasa inversión que la Confederación del Júcar ha hecho estos años, por debajo incluso de lo aprobado.

La previsión choca con el cortoplacismo de nuestros dirigentes políticos, pendientes de inversiones inmediatas que los ciudadanos vean para votar en las próximas elecciones. Ahora el esfuerzo radica en rehacer Valencia, pero simultáneamente en estudiar e iniciar actuaciones preventivas: no puede volver a suceder, en ningún sitio.

Si es preciso aumentar gastos de las confederaciones en este objetivo, que se incrementen, tal vez analizando si otros gastos se pueden reducir, por ejemplo en personal. Que el presupuesto anual de cada confederación se exponga al público -¡qué fácil es con internet!-, para que ayuntamientos, asociaciones o vecinos puedan alegar antes de que se apruebe el presupuesto. Y dar cuenta pública, por ejemplo, cada trimestre, del grado de ejecución del presupuesto. No basta quejarse: exijamos.

Transparencia y control. Las confederaciones no deben ser cotos cerrados para políticos y técnicos, sino al servicio de la sociedad, con participación efectiva y control.