Síguenos
Volando voy Volando voy
Imagen de Freepick

banner click 236 banner 236
Raquel Fuertes
Cuántas veces la vida se nos escapa de las manos mientras vamos corriendo de un lado a otro sin pararnos, precisamente, a vivir. Esa aceleración nos lleva a pasar por encima de los días prácticamente sobrevolando nuestra existencia.

En esa carrera sin destino cierto resulta curioso ver cómo convertimos la vida en una lista de chequeo que cambia de temática según el momento vital (divertirse, trabajar, ligar, estudiar, amortizar, medrar, criar…), pero que al final no dejan de ser obligaciones autoimpuestas o socialmente recomendadas que nos desenfocan de lo que hemos venido a hacer aquí: vivir.

Reconozco el sesgo educacional: mi madre era de la convicción de que “primero la obligación y luego la devoción” y lo aplicaba tan a rajatabla que todavía hoy me salen sarpullidos si salgo de casa con la cama sin hacer. Cosa que, por otra parte, agradezco, la verdad.

¿Mezcla de conceptos aceleración y obligaciones? No creo. Esa lista de imprescindibles que creamos poniendo obstáculos a lo que de verdad deseamos o nos apetece hacer es necesaria. Hasta cierto punto.

Porque no nos damos cuenta y, de pronto, nos encontramos con que la lista de deseos está a menos del 50% mientras que la otra, más larga y tediosa, va avanzando a tal velocidad que a veces amenaza con ahogarnos. O con cegarnos impidiendo dejarnos ver lo importante.

Una puesta de sol. Un abrazo. Un te quiero. Unas risas con los amigos. Una comida improvisada con sobras y cariño. Un encuentro casual. Sentir el silencio. Una sorpresa (de las buenas). Levantarse después del tropiezo y salir adelante con más ganas. Una mano que te agarra cuando crees que todo está perdido. Encontrar inesperadamente gente maravillosa. Un viaje para recordar que el paraíso existe y no está tan lejos. Ver a felicidad en la mirada del otro. Una llamada que te arranca de la soledad. Una sonrisa. Una mirada. Conversar con uno mismo sin juzgarse. Una película con la mejor compañía. Sentir que los miedos se diluyen. Un libro inspirador.  Convertir la incertidumbre en una nueva aventura. Un desayuno en el que haces planes que son sueños. Ver volar a tus hijos. Un todo saldrá bien…

Todas esas cosas que hacen que la vida valga la pena y que a veces se pierden mientras continuamos volando. Más por inercia que con rumbo.