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Tristeza y soledad Tristeza y soledad

Tristeza y soledad

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Raquel Fuertes
He tenido un sueño. Cuando era niña era capaz de acordarme de la mayoría de mis sueños, incluso de programarlos. Pero entre las facultades perdidas con el tiempo se encuentra el poder recordar por la mañana esas historias que llenan el subconsciente por las noches.

Quizás por eso me ha sobresaltado recordar con tanta claridad esta mañana que alguien muy querido moría en mi sueño y que yo respondía a quienes me preguntaban que había muerto de “tristeza y soledad”. Me he despertado con una abrumadora sensación de desazón y derrota que quizás haya sido la que hoy, precisamente hoy, maldita sea, me haya permitido recordar.

Y puede ser que ese subconsciente traidor me haya llevado ahí porque ese es uno de los mayores temores a los que nos enfrentamos en la existencia: que al ir pasando los años nos quedemos terriblemente solos, viviendo sólo de recuerdos de los días mejores y paladeando la tristeza.

En una sociedad cada día  más inhumana, con esa falsa conectividad digital que nos lleva a una desconexión real cada día mayor, no es difícil prever que nuestros grandes males serán esa tristeza y soledad que han inundado mi sueño y mi amanecer. Si he despertado a punto de las lágrimas, ¿qué nos espera cuando esas sensaciones dominen nuestros días y no sólo en el último tramo sino en la mayor parte de nuestra vida?

No hay más que leer viejas historias o recordar lo que nos contaban nuestros padres y abuelos para ver que antes había familias, vecinos, compañeros, pandillas… grupos sociales en los que podíamos expresarnos, compartir y crecer. Hoy, con el individualismo por bandera, cada vez huimos más del compromiso, con familias cada vez más pequeñas y volátiles, con grupos de amigos cada vez más utilitaristas y con compañeros que algunas veces no pasan de ser un recuadro en un monitor.

Relacionarse es fundamental para tener una vida plena. Pareja, familia, amigos, colegas… Compartir es importante incluso para los más introvertidos. Siempre hay formas para mantener la individualidad, la personalidad y relacionarse. Y no en formatos de usar y tirar. Con implicación y compromiso. Si no, la tristeza y la soledad amenazan con apoderarse de la mayor parte de nuestros días. Mucho antes, incluso, de cuando sea inevitable.