Pasa algunas veces. Por suerte, no me ocurre con frecuencia, pero ciertamente no soy inmune al virus del pánico al folio en blanco. Abres el documento nuevo y normalmente el texto fluye a gran velocidad, pidiendo tu mente que los dedos se deslicen más ágiles para poder expresar todo lo que pasa por tu cabeza. O, también muy frecuente, intentando recomponer todas las frases que en medio del insomnio parecían realmente brillantes y únicas.
Sin embargo, hay veces en las que nada resulta inspirador. Las historias de tus amigos o se parecen demasiado a las tuyas y no tienen nada de extraordinario o son tan lúgubres que prefieres que no salgan de esa intimidad compartida, aunque siga en el anonimato del lector desconocido.
La otra fuente de inspiración, claro está, es la actualidad. Las portadas de los periódicos, las aperturas de informativo y la tertulia de café bien pueden marcar el tema de una columna. De hecho, ese es habitualmente el centro de nuestro trabajo: las diferentes facetas de la realidad nos dan oportunidad para hablar desde nuestra perspectiva. Un lujo poder opinar, sobre todo cuando se hace con total libertad, como vengo haciendo desde hace décadas en Diario de Teruel.
Pero es que la actualidad en estos días me da tanta pereza que me recuerda a aquellas semanas en las que seguíamos los avances del procés como si fuera una liguilla eliminatoria en la que no te podías perder ningún partido. Al final acabé (creo que puedo hablar en nombre de la mayoría: acabamos) tan hasta el gorro de la película que dejó de parecernos interesante, e incluso importante, nada de lo que pudiera suceder.
Y así estoy ahora. Después de los cinco días de limbo presidencial para acabar en un “buenas tardes” a las 11 de la mañana al que no acudí por el cambio de horario en el último momento, no me quedan ganas de hablar del amago de espantada (¿puede haber espantada si hay preaviso o es un oxímoron?) ni de cómo me sentiría yo si hubiese pasado de ser la mujer por la que iban a dejarlo todo por amor para convertirme luego en segundo plato.
Así que sí, a veces no acuden las ideas a la hora de escribir. Quizás sea para salvaguardar la propia salud mental.
Sin embargo, hay veces en las que nada resulta inspirador. Las historias de tus amigos o se parecen demasiado a las tuyas y no tienen nada de extraordinario o son tan lúgubres que prefieres que no salgan de esa intimidad compartida, aunque siga en el anonimato del lector desconocido.
La otra fuente de inspiración, claro está, es la actualidad. Las portadas de los periódicos, las aperturas de informativo y la tertulia de café bien pueden marcar el tema de una columna. De hecho, ese es habitualmente el centro de nuestro trabajo: las diferentes facetas de la realidad nos dan oportunidad para hablar desde nuestra perspectiva. Un lujo poder opinar, sobre todo cuando se hace con total libertad, como vengo haciendo desde hace décadas en Diario de Teruel.
Pero es que la actualidad en estos días me da tanta pereza que me recuerda a aquellas semanas en las que seguíamos los avances del procés como si fuera una liguilla eliminatoria en la que no te podías perder ningún partido. Al final acabé (creo que puedo hablar en nombre de la mayoría: acabamos) tan hasta el gorro de la película que dejó de parecernos interesante, e incluso importante, nada de lo que pudiera suceder.
Y así estoy ahora. Después de los cinco días de limbo presidencial para acabar en un “buenas tardes” a las 11 de la mañana al que no acudí por el cambio de horario en el último momento, no me quedan ganas de hablar del amago de espantada (¿puede haber espantada si hay preaviso o es un oxímoron?) ni de cómo me sentiría yo si hubiese pasado de ser la mujer por la que iban a dejarlo todo por amor para convertirme luego en segundo plato.
Así que sí, a veces no acuden las ideas a la hora de escribir. Quizás sea para salvaguardar la propia salud mental.