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Septiembre Septiembre
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Raquel Fuertes
Antes era sinónimo de fin del verano, incluso de otoño. Tras varios años de veroño, septiembre parece que vuelve a dar la cara de vaivenes que permiten transitar en un solo día por todas las estaciones (sí: en la sierra hasta por el invierno). Este mes de transición que empieza con la depresión postvacacional, continúa con el inicio de curso y nos devuelve a la rutina es también eso: un mes de comienzos. Y de finales. Que lo uno, al final, lleva a lo otro.

La ruptura del ritmo de vacaciones con el acelerado regreso al trabajo, los estudios o cualesquiera otras obligaciones reguladas con horario son también la oportunidad para desarrollar esas facetas creativas o productivas que nos permiten acabar el día medianamente satisfechos con el trabajo (bien) hecho. Vano consuelo en esos otros muchos días en los que nos puede el cansancio, la frustración por no llegar a todo o el cabreo por los errores propios o ajenos.

Es también el momento de iniciar nuevas etapas. Desde el curso nuevo o el nuevo nivel de estudios (los pasos del colegio al instituto, a la universidad) hasta los inicios de un nuevo trabajo. En mi propia historia, sin ir más lejos, he iniciado mis trabajos más longevos en la transición de septiembre-octubre. Este mes trae también la nostalgia. Los recuerdos de un amor de verano, de los días de viajes y risas, de la infancia cada vez más lejana… todos tienden a agolparse en este mes en el que se hace patente que el sol cae más temprano y que el amanecer es frío.

Cuentan los noticiarios que cada vez hay más gente que elige septiembre para las vacaciones (señal también de que cada vez hay menos niños en edad escolar arrastrando a sus padres a las vacaciones en julio y agosto). Y es (o era) una maravilla: menos calor, menos gente, más barato, más tranquilo…, además del envoltorio de melancolía que impregna todo cuando de verdad llega el otoño. Se acaba el verano, se abre el telón y empieza la función de la vida real. Sólo unas semanas de distancia entre el paréntesis en el que fuimos veraneantes y esta loca rutina (ojo, muchas veces maravillosa) en la que se desenvuelve nuestra vida habitualmente. 

Vamos, ya pueden tararear “September” y empezar capítulo.