En el siglo XX los felices 20 acabaron con el crack del 29. En este siglo no tenemos que esperar: llevamos tres años (al menos) esperando solo que el año se acabe con la ingenua esperanza de que el próximo sea mejor. ¿Tal vez pasemos del crack de los 20 al feliz 29? Largo y breve me la fiais.
Ya no hablo de las rupturas abruptas de las Preysler ni de que nos mandaran a casa en octavos. Eso se veía venir y, al final, salvo para los implicados, claro, solo nos generan conversación de bar y maliciosos comentarios que descargan nuestra mala leche por todo lo demás.
Y es que lo demás ya nos pesa demasiado. Lejos quedan el pangolín y el mercado de Wuhan (al principio también nos movíamos entre las risas y el escepticismo) y todo lo que ha pasado en medio ¿ha sido una pesadilla? ¿Esto será como Los Serrano y nos despertaremos en medio de una economía y una sociedad que reviscolaban (por favor, permítanme el palabro) en 2019?
Mucho me temo que no. Que hemos atravesado mil desiertos y librado mil batallas (y algunas no son solo una figura literaria) para llegar de nuevo a este punto: otro año que se acaba y del que acabamos diciendo que el próximo solo puede ser mejor.
Ya nos hemos equivocado un par de veces y no hay dos sin tres. ¿O sí? Me niego a caer en el pesimismo cuando estamos a punto de pasar la hoja de calendario más simbólica. La del cambio de año. Pero la realidad ha sido tan aciaga y ha venido tan por la espalda y con sorpresas tan amargas que casi me quedo con aquello de habernos quedado dormidos en 2019 y haber tenido una pesadilla colectiva en forma de pandemia, guerra, tristeza, desastres climatológicos, crisis económica, Euribor, debacle institucional… ¿Burla del destino? Quizás.
Ahora, tras un año que también ha tenido, por supuesto, sus luces, toca sacar fuerzas de la nada para dejar atrás, a ver si ya de forma definitiva, las sombras que parecen abocarnos a un futuro cargado de distopías. Ojalá no. Ojalá se vaya de una vez lo malo y nos toque disfrutar de lo bueno. Aunque solo sea por probabilidad matemática, ya toca.