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Ya sé que la frase es soltar amarras. Pero aquí no se trata de soltar para volver a amarrar. Se trata de romper para siempre. De “cortar”, como decíamos cuando se acababa una relación de juventud.
En esta ocasión el doloroso y proceloso trámite es con una aseguradora, pero seguro que lo han vivido (al menos no es nuevo para mí) con una compañía de telefonía o de electricidad. Para contratar, todo son facilidades. Es como cuando se quiere agradar a un nuevo enamorado en la adolescencia. Las compañías se ponen sus mejores galas, nos hacen las promesas más inalcanzables y perjuran que nunca encontraremos a otra que nos dé mejor servicio y condiciones. Y así es mientras pagas los recibos y no das problemas: cobran puntualmente (cada vez un poco más) y dejan la mínima huella en tu vida. En definitiva, una relación que tanto prometía se traduce en un apunte bancario periódico. Cuánta frialdad con quien nos prometió la luna…
Lo malo es que hay un escalón más: de la frialdad se puede pasar a las hostilidades en cuanto te das cuenta de que te han tomado el pelo con el precio o que no necesitas para nada el servicio que contrataste en medio de aquella atmósfera de colegueo y persuasión.
Y decides darte de baja. Ay. Primero es conseguir que alguien atienda a tus llamadas. Con seis personas he hablado hoy hasta llegar a que mi gestora personal me prometiera enviar un correo con las instrucciones. Incluso me ha preguntado si quería la devolución de la prima no consumida (confieso que ahí hasta me he emocionado un poco), pero experiencias previas me llevan a pensar que lo más seguro es que el extorno generado jamás tenga retorno en mi cuenta corriente.
No quiero ser negativa, pero las promesas de enmienda en medio de una ruptura tienen poca credibilidad. Así que sí, después de optar con valentía (y porque no me queda otra, que tampoco me las quiero dar de heroína cuando la vida nos ha llevado a este punto) por romper amarras ahora me queda la ansiedad de saber qué pasará con ese dinero que nunca prestó ningún servicio y si en la próxima anualidad no habrá reincidencia a la hora de pasar el recibo. Aunque ya no les necesite para nada.
En esta ocasión el doloroso y proceloso trámite es con una aseguradora, pero seguro que lo han vivido (al menos no es nuevo para mí) con una compañía de telefonía o de electricidad. Para contratar, todo son facilidades. Es como cuando se quiere agradar a un nuevo enamorado en la adolescencia. Las compañías se ponen sus mejores galas, nos hacen las promesas más inalcanzables y perjuran que nunca encontraremos a otra que nos dé mejor servicio y condiciones. Y así es mientras pagas los recibos y no das problemas: cobran puntualmente (cada vez un poco más) y dejan la mínima huella en tu vida. En definitiva, una relación que tanto prometía se traduce en un apunte bancario periódico. Cuánta frialdad con quien nos prometió la luna…
Lo malo es que hay un escalón más: de la frialdad se puede pasar a las hostilidades en cuanto te das cuenta de que te han tomado el pelo con el precio o que no necesitas para nada el servicio que contrataste en medio de aquella atmósfera de colegueo y persuasión.
Y decides darte de baja. Ay. Primero es conseguir que alguien atienda a tus llamadas. Con seis personas he hablado hoy hasta llegar a que mi gestora personal me prometiera enviar un correo con las instrucciones. Incluso me ha preguntado si quería la devolución de la prima no consumida (confieso que ahí hasta me he emocionado un poco), pero experiencias previas me llevan a pensar que lo más seguro es que el extorno generado jamás tenga retorno en mi cuenta corriente.
No quiero ser negativa, pero las promesas de enmienda en medio de una ruptura tienen poca credibilidad. Así que sí, después de optar con valentía (y porque no me queda otra, que tampoco me las quiero dar de heroína cuando la vida nos ha llevado a este punto) por romper amarras ahora me queda la ansiedad de saber qué pasará con ese dinero que nunca prestó ningún servicio y si en la próxima anualidad no habrá reincidencia a la hora de pasar el recibo. Aunque ya no les necesite para nada.