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Raquel Fuertes

Llevamos unos días en los que el periodismo ha estado presente en las tertulias turolenses. Y en los plenos de las instituciones. La situación que vive DIARIO DE TERUEL ha hecho que se planteasen cuestiones sobre los medios de titularidad pública y, por extensión, el concepto de servicio público. Definiciones tan elevadas como la libertad de expresión o la pluralidad han estado en boca de muchos en estos días. Incluso, ya puestos a cuestionar, se ha cuestionado la fiabilidad de las informaciones y, por extensión, quedaba en entredicho la profesionalidad de una redacción que para sí quisieran muchos medios. Me ha hecho recordar, tirando de Wikipedia, aquella frase de McLuhan en la que defendía que “el medio es el mensaje”.

Y es que, efectivamente, dependiendo de quién nos diga qué, atribuiremos al mismo hecho mayor o menor veracidad y nos sentiremos más predispuestos a aceptar las tesis expuestas o a rechazarlas. Cada medio genera prejuicios y existen las líneas editoriales. Pero ya está bien de este cuestionamiento.

Está claro que los periodistas no somos santos y creo que pocos entraríamos siquiera en la carrera por la beatificación. Tampoco somos infalibles. Cada uno tenemos nuestro punto de vista, nuestra manera de trabajar, una forma de entender la objetividad y, casi todos, una imperiosa necesidad de comer todos los días.  Aclarado que no buscamos un lugar en el santoral, pero que intentamos trabajar dignamente y siguiendo las máximas de la ética y la información periodística, no es menos cierto que situaciones de puesta en el foco (¿en la diana?) de nuestro trabajo (a veces con nombres, apellidos y consecuencias) no son buenas para nadie.

Aparte del respeto que debe primar en toda relación, cuestionar la integridad de unos trabajadores de un medio, no resulta ni elegante ni apropiado. Además, los medios pocas veces han de ser noticia sino que deben ofrecerlas con puntualidad, pluralidad y rigor. Ojalá, en la vida como en el periodismo, poder dar siempre un paso atrás, coger perspectiva, conocer todas las caras de la realidad y, luego, contarla. Informar. Sin que se hable de nosotros. Sin que el foco radique en quién cuenta sino que nos centremos en lo sucedido para facilitar conocimiento y capacidad crítica. Que no es poco.