Escribo y aún no ha dimitido. Escribo y siguen sin cesarle. Pobre de él. La suma de gestos miserables y sus consecuencias parece que no son suficientes a sus ojos para dejar atrás los 675.000 euros al año (más 3.000 mensuales para el pisito, por si no le llega). Pónganse en su lugar: no es tan fácil prescindir de un sueldo nescafé multiplicado en el que, además, te pagan viajes todo lujo y te codeas con las élites.
Pobre Luis. No debe ser sencillo cuando, además, no entiendes que hayas hecho nada malo. ¿Acaso no se puede representar al máximo nivel al fútbol español y, al mismo tiempo, a un metro de la reina y con todas las cámaras apuntando, llevarse las manos al (perdón) paquete en plena celebración? Claro, cuando se es tan macho como para que a nadie le extrañase aquella sórdida acusación de las orgías, hay que reivindicar la masculinidad con ostensibles gestos soeces. Que estamos ahí para representar al deporte rey. ¿No? No, Luis, las reinas son ellas. No está bien robarles protagonismo con esos momentazos chabacanos.
Y no tenía suficiente con ese pasado cargado de sospechas y la histriónica representación de machote durante el partido. No, aún le quedaba el beso. Ese momento que Jenni no se vio venir y en el que le cayó el ósculo no consentido del tipo baboso que luego en el vestuario, cuentan, bromeaba con que se iban a casar.
Qué asco, qué vergüenza, qué impotencia. De Jenni, en primer lugar, porque lo tuvo que sufrir en sus propios labios, opacando la alegría de uno de los momentos más importantes de su vida: campeona del mundo… y aguantando el estrujón y la baba del jefe. Una invasión de su intimidad en toda regla. Y, no solo eso, luego tuvo que soportar las bromitas de cuñao y las presiones para que hiciera unas declaraciones que salvaran al pobre Luis de perder los 675.000.
Y, por si fuera poco, un tipo de dudosa honorabilidad lleva robadas miles de horas de radio, redes y televisión, millones de líneas en todo el mundo y ha conseguido dejar en segundo plano que las futbolistas españolas son campeonas del mundo. Algo que, sin duda, muestra el maravilloso avance de nuestro país en algo que trasciende al deporte opacado por un impresentable. No olvidaremos.