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No digas nada No digas nada

No digas nada

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Raquel Fuertes
No hace falta que digas nada. Sé que no te apetece hablar y que cuando lo haces arrastras las palabras con tanto esfuerzo que sientes que no te merece la pena. Mejor el silencio. Y que cuando sonríes es algo tan forzado y con tan poca alegría que la sonrisa se transforma en mueca porque no nace de ese corazón apesadumbrado.

Llevas tiempo arrastras también tu cuerpo. Deambulas por obligación como alma en pena por un mundo que ya no sientes tuyo sino lleno de extraños y amenazas. Tan lejano a ti que piensas que sólo tienes cabida en tu mundo interior.

Un mundo que a veces, antes, ha sido gozoso, entretenido, pleno, lleno de vida y en el que ahora sólo transitan la tristeza, el desasosiego, la abulia, el desencanto, la soledad y la desazón. Porque sientes la soledad, aunque te rodean los mismos de siempre. Crees que todo ha cambiado a tu alrededor sin entender que, de pronto, eres incapaz de percibir lo bonito (que seguro que lo hay) de la vida.

Un insoportable “todo está mal” que empieza por ti y que se extiende como una mancha de aceite, quizás como una sombra, a tu paso. Porque sí, sientes que te has convertido en sombra mientras habitas en la oscuridad, sin pensar que necesitas luz, aunque sólo sea para proyectar oscuridad con tu propio ser. Demasiadas paradojas, ¿verdad? Más cuando no quieres pensar, cuando prefieres entregarte a la pesadumbre hasta llegar a un dolor físico que te llega a paralizar. Sin enfrentar una mirada directa para que nadie pueda ver esa negrura del fondo de tus ojos. O de tu alma.

No digas nada, no. No hace falta. Aunque saques adelante tu día a día, aunque pongas tu mejor cara ante los demás, puedo palpar tu melancolía. Como sólo saben ver los que te conocen bien, los que ven más allá del personaje con el que afrontas tu rutina. Y quizás conozco bien qué papel interpretas porque para mí (como, no nos engañemos, para tantos) no es un papel ajeno, sino uno que interpreto de tanto en tanto. Cuando, como a ti, ahora, me asaltan la tristeza, la ansiedad, las dudas, la soledad… o el miedo a todo ello.

Pasará. Mientras, si quieres, no digas nada. Aquí estoy.