Confesando que a la primera ocasión voy a empaparme de “Soy Georgina”, aunque sea con antiácidos, para comprobar que el dinero y la clase no tienen por qué ir unidos (la clase suele estar más cerca de la educación y de ese “je ne sais quoi” que del bolsillo) puedo decir también que no he visto ni un minuto en directo del BenidormFest. O sea, no verlo no ha sido por puritanismo intelectual (soy capaz de cosas peores), pero mi seguimiento por Twitter y la visión en diferido de las tres actuaciones de la discordia me habilitan para poder hablar del show trending topic semanal y robarle este titular al director del periódico.
Me gusta ver que lo de Benidorm ha sido algo más que insuflarle aire al muerto en que se había convertido Eurovisión: días y días generando conversación online y actuaciones (al menos las tres que he visto) más que dignas para competir en el festival en el que por lo geopolítico estamos condenados a no ser nada. Y luego están el público, los jurados y las redes. De las tres actuaciones la más festivalera, desde mi humilde punto de vista, es la que han hecho que ganara. Chanel perrea, imita a JLo, me recuerda a Rosalía y soy incapaz de entender su estética (de la letra y el mensaje ni hablamos). Pero es lo que la gente compra. O sea, vende.
Las gallegas son unas artistazas y la reivindicación vernácula mola. Y sobre reivindicar tetas y madres no puedo estar más de acuerdo. Vamos, que Rigoberta ha hecho un himno. Y con recorrido. Pero Eurovisión es espectáculo de consumo rápido, visual, vacuo. Y en eso encaja mejor lo que desde mi humilde perspectiva no deja de ser ordinariez con brilli brilli y redondas posaderas.
En eso dejan de “arder las redes”, se detienen la caspa, el show y los cabreos, para entronar al que nunca se rinde, al que resurge para postergar un adiós inevitable, pero que no será aún. Rafa Nadal resume en su capacidad de sobreponerse, de jugar, de controlar la mente, de luchar y de entregarse finalmente a las emociones lo que todos quisiéramos para nosotros o nuestros hijos. Aunque suelo reivindicar la importancia de lo superficial, hoy prefiero sortear la polémica del supuesto tongo festivalero para disfrutar de la grandeza y el ejemplo del mejor de la historia. Nadal a Eurovisión.