Blanca salió llorando de casa de Milagros en Catarroja tras subirle comida y medicinas y hacerle un poco de compañía. Milagros salió esa noche en el telediario, triste en medio de la desolación, pero contenta porque ese día habían ido a verle. Javier volvió de Alfafar viendo el mundo de otra manera tras mirar a los ojos a los que lo habían perdido todo mientras sacaban fango de lo que fueron hogares. José Luis quería ir, pero unas muletas inoportunas se pusieron por en medio.
Alba ya puede dormir después de que su padre regresase andando desde Ribarroja, embarrado y sin fuerzas, tras una noche infierno en la que nadie sabía dónde estaba, ni siquiera él. Neri también pasó la noche en vela: Roberto estaba al otro lado del barranco en Picanya cuando el agua se llevó por delante el puente y se quedó durante horas a la intemperie, sin poder regresar. Julia miraba desde la ventana, no llovía en Algemesí, pero pronto llegó el “agua roja” que iba a dejarles, paradójicamente, sin agua, sin luz, sin teléfono, sin coche, sin tren, sin poder comprar comida.
Fina vive lejos del barranco, pero lleva días encerrada en Torrent sin poder ir a trabajar porque no hay metro y los autobuses no dan abasto. Óscar ha podido llegar hoy a la oficina para recoger su ordenador, le ha costado dos horas y no sabe cuándo podrá volver a tomar ese café de media mañana con los compañeros y tocará teletrabajar. Nerea, después de 20 años, ha tenido que buscar cómo ir a la oficina desde Moncada, pero no se queja porque Yoli ha perdido algo más que el coche después de esa noche encerrada en la tienda en Aldaia, con el agua cubriéndolo todo, muerta de frío, de hambre y, sobre todo, de miedo. Ana va a la oficina, no quiere trabajar en casa para que algo sea normal. Rafa vive la última semana antes de jubilarse en un ambiente extraño que nunca imaginó en el fin de sus días de cotización. Raquel respira la tristeza en esa isla que es Valencia en medio de la destrucción y el dolor.
Nombres. No números. Todos afortunados porque viven. Algunos no han perdido, en teoría, nada; otros, mucho; algunos, todo. Nosotros lo podemos contar. No como los que, por infortunio o por negligencia, sólo quedarán en el recuerdo. DEP.
Alba ya puede dormir después de que su padre regresase andando desde Ribarroja, embarrado y sin fuerzas, tras una noche infierno en la que nadie sabía dónde estaba, ni siquiera él. Neri también pasó la noche en vela: Roberto estaba al otro lado del barranco en Picanya cuando el agua se llevó por delante el puente y se quedó durante horas a la intemperie, sin poder regresar. Julia miraba desde la ventana, no llovía en Algemesí, pero pronto llegó el “agua roja” que iba a dejarles, paradójicamente, sin agua, sin luz, sin teléfono, sin coche, sin tren, sin poder comprar comida.
Fina vive lejos del barranco, pero lleva días encerrada en Torrent sin poder ir a trabajar porque no hay metro y los autobuses no dan abasto. Óscar ha podido llegar hoy a la oficina para recoger su ordenador, le ha costado dos horas y no sabe cuándo podrá volver a tomar ese café de media mañana con los compañeros y tocará teletrabajar. Nerea, después de 20 años, ha tenido que buscar cómo ir a la oficina desde Moncada, pero no se queja porque Yoli ha perdido algo más que el coche después de esa noche encerrada en la tienda en Aldaia, con el agua cubriéndolo todo, muerta de frío, de hambre y, sobre todo, de miedo. Ana va a la oficina, no quiere trabajar en casa para que algo sea normal. Rafa vive la última semana antes de jubilarse en un ambiente extraño que nunca imaginó en el fin de sus días de cotización. Raquel respira la tristeza en esa isla que es Valencia en medio de la destrucción y el dolor.
Nombres. No números. Todos afortunados porque viven. Algunos no han perdido, en teoría, nada; otros, mucho; algunos, todo. Nosotros lo podemos contar. No como los que, por infortunio o por negligencia, sólo quedarán en el recuerdo. DEP.