Cada día empieza de la misma manera. La misma pesadilla. La misma mentira con la que te ahogas por las mañanas y que hace más difícil tu vivir. Crees que no vas a poder con este día. Igual que ayer. Igual que pasará mañana. Porque hoy, también pasará.
Un tipo como tú, con esa apariencia fuerte en la que tú solo vez fragilidades. Con esos mil temores que, muy en el fondo, hasta tú sabes que solo son fruto de tu historia, de las inseguridades que se enrocaron en ti muy pronto, cuando los mayores creían que no percibías que las cosas no iban bien mientras todo tu ser se derrumbaba al caerse la estructura de aquella familia que para ti era tu castillo.
La vida puede ser tan complicada o tan simple como la queramos dibujar. Lo sabes. Toda la teoría te la sabes. Pero las teorías no tienen en cuenta la complejidad de tus pensamientos, tu sensibilidad infinita o lo que pesa la maldita tristeza. Tanto que a veces solo puedes pensar que te duele vivir.
Y lo saben quienes te quieren, quienes te conocen, los que saben lo que hay detrás de ese dolor: un tipo increíble, atractivo, válido como pocos, preso de las inseguridades que nacen de una mente (y un alma) privilegiada, que es capaz de ver más allá, de comprender a todos, de entender a todos, de empatizar con todos. Menos contigo.
Y, claro, la receta es fácil: rompe tu ritual matutino. No busques signos de eso que crees que te va a matar cuando tienes todo por vivir. Reconoce en ti a la gran persona que eres y que los que te quieren saben que está ahí. Déjate querer. Sé tú. Pon freno al sufrimiento de esos pensamientos que rumias en tu cabeza y que llegas a somatizar convirtiéndolos en síntomas físicos. No tires la toalla. Nadie mejor que tú conoce el poder de la mente.
Pero sí, esa receta es fácil para los demás, los que ven a un ser excepcional. Aunque no para ti cuando amaneces con un “me duele la vida” que parte el alma. Sé sincero, mírate, redescubre lo que guardas dentro y date la oportunidad de disfrutar de alguien tan especial y único como tú. Te lo mereces.