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Mamá, no soy perfecta Mamá, no soy perfecta

Mamá, no soy perfecta

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Raquel Fuertes

Me gusta vestirme con ropa de cuando era feliz. El momento de elegirla y ponérmela, mirarme en el espejo y volver a atrapar el tiempo en el que no me sentía tan perdida y triste como ahora. Quizás por eso me gustan tanto las fotos. Lo que a otros les parece superficial para mí hace tangible el recuerdo: al verla recuperaré la sensación del instante y, aunque fugazmente, volveré a sentir aquello que entonces era normal y que hoy, con la angustia, es extraordinario.

Así que sí, mamá, por eso elijo viejas reliquias y dejo colgada ropa nueva. En ese momento me vuelvo a sentir como antes de que la vida dejara de ser un vaivén de toboganes, como es para la mayoría, para convertirse en una montaña rusa que me ha llevado en espiral hacia profundidades que no quisiera conocer.

No me di cuenta. Era tarde cuando vi que necesitaba la perfección, el 10, dar siempre lo que se esperaba de mí, seguir siempre lo estipulado. Sin desvíos, sin distracciones, sin alternativas. Cuando me di cuenta ya era tarde: la perfección no era suficiente, aún podía exigirme más y nunca estaba satisfecha. Ni siquiera sabía para qué quería ese 10 porque no tenía tiempo para pensar qué quería ser en mi vida adulta. O por qué preparaba esa oposición a un puesto de acceso casi imposible y del que quizás ni me planteé si me gustaba. O qué hacía aún en ese trabajo tan exigente que me impedía tener algo parecido a la vida al salir.

Sí, mamá. En alguno de esos momentos la ansiedad, la angustia, el vivir con la insatisfacción continua pudieron conmigo. Toqué fondo. Y es que, ¿sabes?, no soy perfecta. Por mucho que lo haya querido y creído ser, la vida me ha enseñado que hay que convivir con lo errático, que hay que tener problemas y buscar soluciones, que hay que tener ilusiones y que la exigencia no sirve de nada si no puedo sentir alegría. Ganas de vivir.

No, no me siento fracasada por haberme salido del camino. Un poco perdida, sí. Sé que me entiendes, que me apoyas y que puedo contar contigo ante lo desconocido que se abre ante mí. No soy perfecta. Nadie lo es. Pero lo he entendido. Puedo vivir con ello. Estoy dibujando el bosquejo de mi nueva vida. Y tú estarás ahí para verme feliz.