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Llámalo experiencia

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Raquel Fuertes
La vida adulta como cotizante de la Seguridad Social viene a ser ese espacio de tiempo que transcurre entre que eres la más joven de la oficina y el día que te descubres contando batallitas, sabiendo exactamente tu número de días cotizados y estando en el top 5, con opciones de podio, entre los compañeros de más edad.

Ese intervalo que puede parecer largo (y es que es media vida) visto con retrospectiva pasa (sí, como las vacaciones) a la categoría de suspiro. Hace 30 años pisaba mi primer trabajo con nómina después de prácticas, becas, cuidado de niños y otros trabajos propios de estudiantes con pocos posibles.

Parece que fue ayer y hoy me encuentro contando chascarrillos a jóvenes con menos de la mitad de años que yo y no puedo evitar pensar en lo carcas y tostones que me parecían las chapas de las cincuentonas cuando yo tenía su edad. Imagino que les pasará lo mismo, pero son educadas y amables y no lo dejan traslucir.

En la chapa de este mi 30 aniversario (la fecha ha sido casual, no causal), les contaba algo que me ha pasado hoy mismo. Una situación en la que he tenido que improvisar y de la que he salido (más o menos) airosa. Me he dado cuenta de que esto me pasa hace 20 o 30 años y me levanto y me voy llorando. Hoy he aguantado el tipo, la escena y hasta me han dado las gracias.

Sí, podrías llamarlo experiencia, como ellas (la verdad es que se han mostrado muy empáticas y condescendientes), o, simplemente, asumir que ese transcurrir de los años no pasa en balde y lo que antes entraba rápidamente en la categoría de drama ahora desciende su carga emocional hasta pasar a la simple anécdota alejada de la desazón.

Y en ese rebaje de implicación no vean abandono o desgana, ni pérdida de ilusión o abulia. La vida te va haciendo pragmática y hasta las más sufridoras nos permitimos la licencia de aceptar, apechugar y dejar resbalar ciertas situaciones o sucesos sin que ahonden en cicatrices previas y sin que generen nuevos arañazos en una piel que, para algunas cosas, es cada vez menos fina.

¿Experiencia? Llámalo como quieras, pero seguro que no anda lejos del instinto de supervivencia.