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La linterna La linterna

La linterna

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Raquel Fuertes

Mi abuelo colgaba la linterna azul en un clavo de la pared de la cocina. Una cocina económica era la única fuente de calor de la casa, aparte de los animales que vivían abajo, en la cuadra. Cada noche, mi abuelo bajaba “a echar vuelta a los animales” y cogía la linterna para conducirse por unas escaleras angostas que tardaron años en conocer lo que era un interruptor y una bombilla. Por supuesto, aquella linterna era el máximo objeto de deseo para los nietos. Era toda una aventura cogerla a hurtadillas y encenderla para iluminar rincones oscuros. El plus de emoción lo ponía la amenaza de mi abuelo a lo que pasaría si la encontraba sin pila. Una pila de petaca que sacábamos para comprobar que si ponías la lengua en los dos polos a la vez daba la corriente. Éramos felices.

Echando la vista atrás, recordando, uno no deja de sentir cierta añoranza ante lo sencillas que podían ser las cosas en tiempos a todas luces más difíciles(o no), cuando teníamos conciencia de la necesidad del esfuerzo para conseguir lo básico. Pero, ciertamente, también nos sentíamos felices con un nivel de exigencia mucho menor que ahora cuando (supuestamente) lo tenemos “todo”. O nada.

Momentos como aquellos quedan guardados en la memoria conformando una historia de vida que a veces queda tan lejos que nos parece ajena. Y es que la vida es tan puñetera que solo (y no siempre) te permite percibir en presente los hitos que marcarán tu existencia de forma dolorosa o negativa. Errores, tropiezos y fracasos que otros señalarán con saña en el futuro, incluso cuando tú ya creas que son cicatrices imperceptibles, aunque, por lo visto, siguen visibles para el resto. Pero pocas veces te permite tener conciencia de que el momento que vives, ese pequeño gesto, esa pequeña decisión, cambiará el rumbo de tu existencia.

Sí, la vida debería tener un dispositivo que nos permitiera identificar los hitos que hilarán nuestra historia y darán sentido al argumento de nuestro paso por el mundo. Podríamos así recrearnos en la intensidad, fijarnos en los detalles, ser conscientes de la relevancia de instantes que pueden pasar desapercibidos cuando son presente, envueltos en la maraña del estrés, las obligaciones y la rutina. Y hubiéramos tenido conciencia de lo que escondía la linterna azul.