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La inutilidad La inutilidad

La inutilidad

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Raquel Fuertes

Durante el día el calor me agota y por la noche no me deja dormir. Cruel paradoja para quien ansía la llegada del verano y que se encuentra despertándose del duermevela antes del amanecer en las semanas previas al descanso, justo en ese momento del año en el que se hacen sentir la acumulación de cansancio, estrés y penas. Efecto agudizado, sin duda, por la realidad de que lo que se van acumulando son los años y, con ellos, se va reduciendo la capacidad de recuperación.

Así, a lo tonto, he consumido varios minutos de mi vida en contarles de una manera más o menos literaria que me he despertado aún más pronto de lo habitual quizás porque la combinación de menopausia y noches tropicales no sea la mejor para conciliar el sueño. Y, sí, usted, si ha llegado hasta aquí, lleva perdidos también unos minutos de su vida en leer los insomnios de una señora que, a todas luces, necesita unas vacaciones.

¿Y? ¿A dónde nos lleva esto? ¿Qué finalidad persigue este desahogo? ¿Qué busca usted empecinándose en seguir leyendo? Pues, tal vez, nada.

Madrugar da una perspectiva diferente del día. Cuando muchos se activan una ya lleva varias tareas hechas por si luego la cosa se complica. Y leer está entre esas actividades. Me he despertado leyendo una columna de un colega que hablaba sobre de qué sirve una columna. Valga esta mía para decirle a José Luis Sastre que yo sí te creo. Que es cierto que nuestra máxima aspiración es que algún día un texto nuestro llegue a ser elegido para ser comentado en selectividad (una vez perdida la esperanza de poder vivir exclusivamente de esto, como algunos que hasta tenían chófer o como Carrie de Sexo en Nueva York), pero que, aun así, no podemos dejar de hacerlo.

Aunque en la era del like y del hedonismo ya se convierta en un ejercicio de puro romanticismo inútil esto de escribir por el mero placer de vivir para contarla y pensar que a alguien le gustará o le será útil leer aquello que tú escribes, aquí seguimos, empecinados en la inutilidad de contar con la esperanza de despertar inquietudes y de recordar que no todo tiene que servir necesariamente para algo. Que el utilitarismo de la lectura (y la escritura) per se bien vale esta columna.