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Gran Muralla Gran Muralla

Gran Muralla

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Raquel Fuertes

En mi adolescencia no pasábamos del Burger King en contadísimas ocasiones. Un pastel, un helado o una empanadilla era la máxima aspiración gastronómica de cuando salíamos en aquellos tiempos. Y hasta ahí llegábamos sin complejos.

Recuerdo las primeras visitas a los Gran Muralla (no son cadena, pero al menos en los 80- 90 no faltaban en ninguna ciudad que se preciara de serlo). Salir a cenar bordeando los 20 era una experiencia que muy pocos se podían permitir de forma habitual. Más allá de unas cañas, unas bravas y alguna tapa, cenar en restaurante era un especial. Y en el Gran Muralla estaba el tope presupuestario. Ni tan mal.

La semana pasada fue San Valentín. En estos tiempos en los que cuenta más lo que cuentas en tus stories que lo que haces con tu vida, parece que hay muchos que se dedican más a constatar públicamente (como si se tratara de la exhibición de dos orejas y rabo dando la vuelta al ruedo) que tienen pareja que a quererla.

Y, claro, no vas a ir al equivalente a un Gran Muralla (qué grandes momentos guardan para mí…) de los años 20 porque eso es cutre y no resultan unas fotos molonas en la foodie story… ¿De verdad? Pues sí. Así de mezquinos nos hemos vuelto. Toda una oleada de gentes que deben tener muchísimo dinero y nada de corazón se pusieron a criticar a las parejas que esa noche celebraban su amor en la Tagliatella (franquicia de comida italiana), como si eso fuera el máximo de la cutrez.

O sea, si una pareja elige ese restaurante (a mí me encanta, por cierto) es como si no se quieren lo suficiente. Porque, claro, sin DiverXo no hay amor. ¿De verdad somos así de necios? ¿De verdad podemos llevar hasta ese punto la mezquindad?

Sinceramente, pienso que son personas sin vida, que no saben lo que es amor de verdad y que no entienden que no importa el dónde o el qué sino el con quién. Piensen en sus vidas. Recuerden alguno de sus momentos más románticos. ¿En cuántos de ellos han necesitado un viaje en globo, un plato con esferificación o trajes de Armani?

Burlarse del amor ajeno de la forma que vimos la semana pasada sólo es indicativo de que hay personas que nunca sabrán lo que es el amor.